sábado, 31 de mayo de 2025

Filipo y Alejandro + Los Reinos Helenísticos desde la muerte de Alejandro hasta la intervención de Roma

Francisco Javier Fernandez Nieto. "Filipo y Alejandro" y Arturo Pérez A. "Los Reinos Helenísticos desde la muerte de Alejandro hasta la intervención de Roma", en: Historia Antigua (Grecia y Roma). Joaquín Gomez Pantoja (Coord.), 1 ed. Madrid: Ariel, 2003. pp. 293-351.


Capítulo I: Filipo y Alejandro


1. Fuentes del período

Para la época de Filipo II de Macedonia (359-336 a.C.), hay diversas fuentes como monedas e inscripciones y fuentes literarias de los oradores áticos (Isócrates, Demóstenes y Esquines). Sobre historiadores la mayoría se ha perdido salvo fragmentos dispersos de Teopompo de Quíos, Anaxímenes de Lámpsaco y Éforo de Cumas. Como fuentes secundarias utilizará libros de Diodoro Sículo, Plutarco y el libro de Trogo Pompeyo, resumido por Justino.

Para la época de Alejandro Magno (336-323 a.C.), igualmente hay inscripciones y monedas, así como registros y correspondencia, así como escritos de testigos (Calístenes, Anaxímenes de Lámpsaco, Cares de Mitelene, Onesícrito de Astipalea, Edipo de Olinto, Marsias de Pela, Nearco, Policlito de Larisa, Clitarco, Aristóbulo de Casandria y Ptolomeo Lago (fundador de dinastía Ptolemaica en Egipto). Todos esos libros de testigos se han perdido pero aparecen referenciados en las obras de Diodoro Sículo, Curcio Rufo, Trogo Pompeyo, Flavio Arriano, Nearco y Onesícrito. 


2. El ascenso de Macedonia con Filipo II

Macedonia, al norte de la península griega, con 30.000 km 2, controlaba los caminos de Grecia y le Península Calcídica, hacia Tracia, el Bósforo y el Mar Negro. Constituía una unidad política pero no étnica, pues había población ilirio-chirpiota (llegada en el siglo VIII a.C.) y otros grupos de origen tracio y frigio, unidos bajo el nombre de macedonios (serranos o montañeses). La corona pertenecía a la dinastía Argeadas (de Argos, se creía). Aunque se les había permitido participar de los Juegos Olímpicos, la mayoría los tenía por bárbaros. Filipo II había residido en Beocia y conoció sus técnicas de guerra. Desde su inicio amplió y fortaleció fronteras. Atenas y otros reaccionaron estableciendo tratados de alianzas con reinos y ciudades vecinas de Macedonia. Filipo no los respetó y Atenas estaba ocupada en otras guerras. 

Pudo así administrar un reino tan extenso como Beocia, Ática y Peloponeso juntos. Un ejército ordenado, cohesionado, disciplinado y nutrido, al que se añadía artillería y máquinas de guerra modernas fue su principal herramienta.

En los territorios conquistas establecía nuevos asentamientos y atraía a nobles propietarios y funcionarios leales (a los que premiaba con tierras), estabilizaba a la población desplazada, difundía una cultura helenizada, promovía fiestas cultos y el comercio, y facilitaba el reclutamiento y prestaciones fiscales. Contaba con una moneda fuerte y buenos ingresos fiscales. Su corte era conformada por la nobleza, pero atraía a extranjeros por sus cualidades.

En 356 a.C., estalló un conflicto llamado la Tercera Guerra Sagrada, relacionado con la administración del Oráculo de Delfos. Filipo participó apoyando a algunos bandos hasta que hubo alarma en algunas poleis de que llegara a estar el Oráculo en manos macedonias. Filipo regresó a macedonia y se desentendió del asunto. Se concentró en controlar la península calcídica y a estorbar el comercio ateniense con el norte del Egeo y Tracia.

En 346 a.C., firma tratado de paz con Atenas (paz de Filócrates) que permitía libre navegación a los atenienses a cambio de ceder tierras definitivamente. Logró intervenir hacia el final de la Guerra Sagrada y fue incorporado en el Consejo de Administración.  Hubo un deterioro paulatino de la relación con Atenas hasta la ruptura, mientras continuaba la expansión macedonia, previa firma de tratado de no agresión con Persia. Atenas cuidaba un delicado balance estratégico diplomático. 

En 340 a.C., luego de tomar 230 barcos en la entrada del Bósforo, se declaró rota la paz de Filócrates y comenzaron las hostilidades abiertas hacia Macedonia por Atenas. En 338 a.C., se libró la batalla en Queronea (Beocia): Macedonia estaba en posición de decidir el destino de Grecia continental, poder que tuvo que tolerar Atenas y hasta Esparta, reducida a la primitiva Laconia al final del Peloponeso. 

Filipo convocó a un congreso de los Estados griegos en Corinto que fijó límites, estableció alianzas, prohibió reformas sociales e instauró Consejo o synedrion de delegados de los estados firmantes. Esta fue la Liga de Corinto y todos juraron la hegemonía de Filipo II en ella. Se volvió la mirada al mar Negro y en 336 a.C., ordenó cruzar el Heliosponto (Dardanelos) con 10.000 soldados, pero cayó muerto asesinado en ese año, en la boda de su hija.


3. Alejandro Magno y la aventura de Oriente

Educado desde los 13 años por Aristóteles, durante una regencia destacó como estratega. Al morir Filipo II el sucesor lo elegía el Consejo Real y luego ratificado por elección popular, el general Antípatro logró reunir apoyos para Alejandro, luego de cuya elección todos los que lo disputaban fueron eliminados o exiliados.

Otro efecto de la muerte de Filipo II fue el deseo de independencia en Grecia, pero Alejandro intervino pronto mostrando fuerza para mantener la hegemonía. El tratado de la Liga de Corinto se ratificó con el nombre de Alejandro y éste partió hacia Asia.

En Grecia mientras se produjo un levantamiento contra Macedonia, apoyado por diplomáticos persas, quienes además explotaban el resentimiento contra macedonia y daban dinero para la rebelión. Alejandro regresó y rápidamente puso orden aplicando, con apoyo de la Liga un castigo ejemplarizante contra la iniciadora, Tebas, que fue destruida y sus habitantes vendidos como esclavos.

En 334 a.C., se retoma la expedición a Asia. El Imperio Persa era cualitativa y numéricamente superior, con sus satrapías desde el Mediterráneo hasta el Indo, por ello dejó la mitad de su ejército en Macedonia para cuidar ataques ilirios, tracios y griegos mientras se ejecutaba la campaña. La otra mitad, más los aportes de los miembros de la Liga, más mercenarios partió a Asia. Luego se les unieron unidades persas al derrotar a Darío III, caballería iraní y la flota persa con naves fenicias, chipriotas, carias y egipcias, además de cartógrafos, topógrafos, intérpretes e ingenieros.

Las ciudades griegas de Asia Menor estaban controladas por oligarcas filopersas, así que debió avanzar sin su apoyo.

Se enfrentó con el ejército persa en el río Gránico, ya en el mar de Mármara, con victoria macedónica. Desde ese momento tuvo la política de mantener las satrapías que iba conquistando, reemplazando oficiales y ejecutando o expulsando oligarcas. No firmó tratados ni los incorporó a la Liga de Corinto. Para el final de ese año dominaba ya un tercio de la península anatólica. Al año siguiente casualmente falleció el estratega marítimo de Darío III y eso hizo cambiar la prioridad a la tierra, descuidando el mar. En Iso, ubicada en el punto inferior de la península, donde inicia la costa oeste Siria y el Líbano, tuvo lugar otra batalla ganada por Macedonia. Esto inclinó el balance y por primera vez Darío III hizo oferta de amistad, lo que fue rechazado. Sin avanzar a Mesopotamia, se concentró en dominar el litoral, tomando Gaza y siguiendo a Egipto, donde fue recibido con júbilo pues los liberaba de la opresión persa. Tuvo buenas relaciones con el clero egipcio y hubo una ocupación pacífica y hasta visitó el Oráculo de Amón en el Oasis de Siwa que dijo saludarlo como hijo.

Hacia 331 a.C., avanzó a Susa y Persépolis en el corazón del Imperio enfréntandose en la llanura de Gaugamela, luego cerca del Tigris, con victoria Macedonia. Tomó posesión de Babilonia, donde fue recibido como liberador e hizo sacrificios a Marduk. En Susa, capital aqueménida, tomó el tesoro persa. Siguió a Persépolis que fue saqueada a fondo. Confirmó como sátrapas a nobles iranios y dejó importantes guarniciones. Regularizó las comunicaciones y envíos de dinero a Grecia.

Con esto comienza la segunda fase, con dirección a las satrapías orientales. Darío III había sido asesinado por Beso, sátrapa Bactria que ahora dominaba con apoyo de los señores feudales. Alejandro continuó el avance lentamente y fue instalando colonias militares en zonas aisladas para conectarlas. Luego de tres años conquistó Bactria, declarándose de camino sucesor de Darío III, para evitar desintegración. Sin embargo fue difícil y había pérdidas, enfermedad y privación entre los soldados. Incluso hubo choques culturales como el rechazo a la postración (proskynesis) pues para los Macedonios era solo ante divinidades y rechazaron venerarlo así. Hubo complots, intrigas y ejecución de oficiales entre las fuerzas de Alejandro Magno.

En 326 a.C., llegó hasta Taxila, pasando el Río Indo en Pakistán donde firmó tratado de alianza con el rey de Taxila que pidió su apoyo para controlar a su vecino Poro, donde fue la última de las victorias macedonias, que fue recordada fundando Alejandría del Hpifasi, a lado de un afluente del Indo y luego emprendió el regreso.

De bajada se sometió a todo el valle del Indo, situando oficiales macedonios y llegaron a la costa. En el regreso, algunos por tierra otros por mar, hubo muchas bajas. de regreso pasó por Persépolis y hubo que ordenar y retomar control pues sátrapas se habían sublevado. Al llegar a babilonia ordenó nuevos nombramientos, solo macedonios y ejecución de los anteriores sátrapas. En Grecia fue rechazada su imposición de recibir a los exiliados y la restitución de bienes. El malestar creció cuando se supo que deseaba establecer capital en Susa. 

La intención expansionista seguía y el sueño era dominar universalmente desde el Indo hasta Gibraltar, desde Egipto y Arabia hasta el norte de Europa y el inicio de los Urales.

Murió en Babilonia en 323 a.C., antes de cumplir 33 años.

Los reyes aqueménidas había logrado uniformar un poco Egipto, Jonia, Media y Bactria, pero Alejandro no pudo evitar la tendencia a la disgregación.

Su labor aceleró la interdependencia que desembocó en un cambio dinástico en Macedonia y la creación de tres reinos helenísticos: Seléucidas, Ptolomeos y Atálidas de Pérgamo.

Pretencioso respetar el orden administrativo de las satrapías y añadir la Cancillería como órgano real coordinador, con dos sedes, para atender grecia y el oriente arameo, funcionando gracias a un sistema de correos eficiente, en el que los documentos, sea sellados como rey de Macedonia o rey de los persas, según su destino.

Económicamente mantuvo el sistema tributario de las satrapías. Manejaba una caja militar que organizaba todo para el ejército y remitía a Macedonia fondos. Conforme saqueaba tesoros, el oro lo usaba para acuñar moneda, tanto dáricos de oro como una acuñadora ambulante de monedas de plata para el pago de salarios.

Muchas rutas se perfeccionaron, haciendo mejoras sensibles en caminos y activando los puertos fenicios, además de la construcción de Alejandría, modernización en Babilonia en los cauces del Tigris y Éufrates, hasta su desembocadura, para hacer un puerto intermedio, aunque era difícil una política económica clara con funcionarios dispersos y dispares. Un balance reposado destaca su adaptabilidad y que sus decisiones estaban basadas en la conveniencia a sus objetivos. Dejó sentadas las bases para futuros sincretismos religiosos, filosóficos y literarios y un puente al intercambio y difusión de ideas.


Capítulo II: Los reinos helenísticos desde la muerte de Alejandro hasta la intervención de Roma


1. Características generales. Las fuentes.


La última fase de la Historia de Grecia en la antigüedad se conoce como helenística, que inicia con las conquistas y el auge macedónico, pero el final es discutido, pues podría ser el final político pero no cultural o artístico, afectando a Roma. Lo que se produjo fue una helenización de pueblos que no cambiaron sustancialmente. Además, lo que rápidamente conquistó el joven rey, se graccionó en varios reinos, aunque en lo económico era una unidad.

Los documentos oficiales y la epigrafía (inscripciones en piedra o metal), están en griego principalmente, pero porque era la lengua del poder, no la más extendida. El sentimiento de superioridad griego frente a los bárbaros persistió, aunque fueran culturas más antiguas. La lengua que se impondrá es el griego koiné, de base ática.

En esta época aparece de nuevo la monarquía, que salvo la conservadora Esparta, era vista como una forma de gobierno bárbara, aunque no enlaza directamente con la tradición inicial monárquica ni es una evolución propia de la polis, nace de la expansión basada en el carácter militar. En Macedonia sí había tradición, y en Oriente tenía carácter absoluto y en algunos lugares como Egipto, se identificaba con el propio Estado que reunía todos los poderes.A veces eran con carácter divino o al menos su representante. Con la helenización, se divinizará a los monarcas y a sus familiares. Los mercenarios jugaron un papel importante, aunque con diferente peso según el reino.

Los reyes se rodearán de consejeros y amigos, nombrados libremente, a modo de Ministros, todos de origen griego. La esposa del rey intervenía en política, aunque más de hecho que de derecho. 

Aparecen nuevas ciudades extensas lo que, salvo Alejandría, era raro antes. Serían amuralladas, con teatros, mercados, bibliotecas y templos suntuosos, con trazado hipodámico (calles en ángulo recto, manzanas cuadradas) y torres poliorcéticas. A pesar de ser bajo regímenes monárquicos, las ciudades guardaron gran capacidad de decisión. Sus rectores serán oligarcas. Por la gran cantidad de conquistas, los esclavos serán accesibles y eso desplaza a la mano de obra pagada, lo que contribuye al empobrecimiento generalizado. 

Sobre las obras, Luciano de Samosata es autor de la primera obra histórica de este período, pero es tardía (II d.C.), pero en general hubo grandes lagunas luego de la abundante producción en tiempos de Alejandro Magno. La obra más señalada es la Justino (¿II d.C?), aun con errores y contradicciones. El mejor y más completo historiador es Polibio, así como Diodoro de Sicilia. Al final se suman Plutarco con Vidas Paralelas, Flavio Josefo y el macedonio Polieno que tratan el objeto histórico pero con otras prioridades.

La filosofía conoce un gran momento, destacando Aristóteles, que sigue considerando a la polis como el marco ideal. Su escuela tuvo muchos seguidores pero no todos los escritos están disponibles. Son referenciados por Diógenes Laercio (III d.C.) en Vidas y Opiniones de los filósofos ilustres. El sucesor en el Liceo de Aristóteles fue Teofrasto. Además está Epicuro.

Las aportaciones de la literatura científica son superiores a épocas anteriores: Aristarco de Samos que propuso el modelo heliocéntrico, Heráclites del Ponto que afirmaba que Tierra gira sobre su eje o Eratóstenes de Cirene que indicaba que todos los mares eran uno.Euclides en matemáticas y geometría y Arqupimides en física. En medicina Herófilo de Calcedonia descubrió la circulación de la sangre.

La epigrafía contiene inscripciones honorarias y conmemorativas, pero escasa comparada con Roma. La papirología en Egipto es destacable, tanto en griego como en arameo, la mayoría del Alto Egipto conservados por el clima. La mayoría son cartas, contratos y textos legales, fiscales y elementos administrativos. Han llegado muchos óstracos (trozos de cerámica o piedra grabados), muchos como “papeles de apuntes”.

Las fuentes arqueológicas son abundantes, tanto en las ciudades clásicas como en la periferia. 


2. El Mediterráneo oriental tras Alejandro

Pérdicas, lugarteniente de Alejandro, coordinó ejércitos al morir éste y fue regente de Filipo III Arriendo, hermanastro de Alejandro, pero dos años luego en 321 murió. Crátero, hombre de confianza de Alejandro dominó la situación pero en nombre de un hijo póstumo de Alejandro y su hermanastro. Los llamados Diádocos se disputaron los territorios y aunque hubo un tratado diez años después, eso favoreció el poder de los basileus. En 301 a.C., hubo batalla de Ipso en Asia Menor y su resultado fue el fraccionamiento: Seleuco sería dueño del norte de Siria, Babilonia e Irán; Lisímaco Asia Menor y Tracia y Pleistarco el sur de Asia Menor. Estos son los diádocos. Los tolomeos continuaban en Egipto y Casandro en Macedonia, que con algunos cambios (como el surgimiento del reino de Pérgamo en el extremo noroeste de Anatolia) sería el reparto definitivo. 


3. Macedonia y Grecia

En Macedonia seguían prevaleciendo características políticas y sociales propias que los acercaban a los Ilirios (e)y tracios (n). La monarquía va a prevalecer, con dificultades a veces para imponerse a los nobles. Macedonia entrará ahora sí en el mundo de las ciudades, con Pella, Casandrea y Tesalónica. Desde la muerte de casandro (298) hubo sucesivas invasiones y reinados en disputa con Seleuco, quien a su vez fue muerto por Tolomeo Carauno.

Las ciudades griegas vieron con júbilo la muerte de Alejandro como posibilidad de liberación, aunque permanecieron guarniciones macedonias en ellas, incluida Atenas. Esta trató de unir ciudades en una Liga pero fue derrotada por Antíparo y ya no tuvo más el rol político y económico de antes. La clase alta practicó el evergetismo (caridad) incluso en grandes cantidades haciendo edificaciones, lo que sería característico de las ciudades romanas.

La isla de Delos en el centro del Egeo, propició el establecimiento de ricos comerciantes, que harán en su vida diaria un despliegue nuevo de riqueza y lujo creciendo y cambiando la forma de las residencias privadas, a la vez que se propició el crecimiento de un proletariado cada vez más pobre. En general hay un empobrecimiento de las clases bajas hacia el siglo II a.C.


4. Asia

Es el menos homogéneo de los tres reinos en que quedó dividido el patrimonio de Alejandro. La dinastía de los Seléucidas se concentró en el oeste, mientras los territorios orientales se irían desgajando. Se desarrollarán reinos como el Parto y el Bactrio y deberá ceder tierras a Chandragupta.

Tuvo que enfrentar constantes invasiones de Roma en su extremo oeste.

Una gran diferencia cultural entre griegos y macedonios es que los primero son urbanos. Fundarán ciudades y fortalecerán existentes en Asia Menor como Priene, Efeso, Mileto o Esmirna y más al sur en Siria, Antioquía, Apamea de Orontes y Gerasa (al sur de Damasco, ya en Jordania). La diversidad de pueblos indígenas solo tendrá en común la exclusión de los organismos de gobierno y oficiales en beneficio de los griego-macedonios.

Los indígenas campesinos (laoi), no podían abandonar las tierras asignadas, aún su estas cambiaban de dueño.

Pérgamo fue un reino independiente desde antes de 230 a.C. Hubo otros como Capadocia (centro de Anatolia), Bitina (norte Anatolia) o el Ponto (noreste y bordeando mar negro hacia el norte). Llegó a rivalizar con Alejandría. Fundada por Lisímaco, en tiempo romano sería una de las más importantes ciudades helenísticas. Alejandría prohibió la exportación de papiro, por lo que Pérgamo desarrolló su propio papel: el pergamino.

Judea, disputada entre Seléucidas y Tolomeo, fue un caso aparte por su singularidad religiosa. Bajo dominio egipcio (tradicional desde Tutmosis III en el Imperio Nuevo). Alejandría fue una colonia en donde se llegó a traducir al griego el Antiguo Testamento y en el s. I, el Libro del Eclesiástico

En 198 fue agregada Judea al Imperio Seléucida, pero hubo conflictos porque se pretendió controlar el templo de Jerusalén y sincretizarlo con Zeus y Baal. La rebelión de los Macabeos (164 a.C.), trajo como consecuencia el reconocimiento de su religión.

El nomadismo continuó en las zonas desérticas y semi desérticas. Los nabateos llegaron a ser un reino caravanero del s.III a.C., con su capital en Petra.

Los gálatas, pueblo celta se había instalado en Asia menor en la primera mitad del siglo III a.C., pero invadían vecinos para obtener botines. Hubo en Pérgamo una breve dinastía atálida (282-133 a.C.) en donde destacó el arte con modelos gálatas (gálata moribundo, gálata suicida)


5. Egipto

El más homogéneo, que desde 323 a.C. hasta 30 a.C., fue gobernado por la misma dinastía, los Tolomeos. Tras la batalla de Ipso (301), Tolomeo I quedó dueño del sur de Siria. Inicialmente respetuosos de tradiciones locales y pacíficos, luego hubo disputas por el poder internas y arbitrariedad, durante las cuales Roma sería árbitro, hasta convertirlo en provincia en 30 a.C.. Durante esta dinastía se construyó el faro de Alejandría y se acondicionó el canal que luego sería el canal de Suez. 

Como en otros lugares la diferencia entre griegos e indígenas era fuerte, y estaban fuera del poder. Pero hubo matrimonios mixtos aunque estuvieran prohibidos. 

El nomo será la organización territorial básica, bajo el modelo de los separt o provincias desde tiempo del Imperio Antiguo. Al frente de cada uno, el nomarca o gobernador. 

En lo económico, carecía de algunos recursos básicos. Fue introducida la moneda en la XVII dinastía, y hubo monopolios de aceite, sal, textiles, minas y canteras. El papiro era muy importante y no llegó a ser monopolio real, pero junto con lino y granos estaba muy controlado.

En el campo había colonos pobres. Como el rey era el dueño del territorio, podía conceder en uso kleros o lotes de tierra a cambio de proveer soldados. Los indígenas vivían en tierras reales o de particulares, pero mal retribuidos. Había muchos campesinos por lo que la esclavitud no era particularmente importante, concentrada en minas y servicio doméstico.

Sin llegar al sincretismo en tiempo de Alejandro entre Zeus y Amón, sí hubo mezcla de elementos. Los Tolomeos difundieron el culto a Isis y Serapis, pareja divina y padres de Harpócrates. Hubo documentos religiosos en griego y egipcio jeroglífico y demótico.

Alejandria (fundada en 332 a.C.) fue la capital cultural del helenismo y las más importante sobre Tolemaida en el Alto Egipto y Naucratis en el Delta. La Biblioteca y el Museo fueron fundados en  l siglo III a.C., y se cree fue destruida por incendio en 47 a.C. (posiblemente magnificada pues fue algo parcial). Se añadieron obras en Karnak, Tebas, y templos para Tolomeo III en Edu. 



jueves, 29 de mayo de 2025

Imperio Maurya y Budismo


Mediados del primer milenio, cerca del 500 a.n.e. había principados importantes a la orilla del Ganges, entre ellos Maghada, que se expande. El fundador fue Chandragupta Maurya que consolidó control de todo el territorio desde Valle del Indo hasta Delta Ganges en la Bahía de Bengala.

Corrientes religiosas que se separaban del hinduismo, jainismo y budismo son importantes en este momento. Budismo será importante en la cúspide del Imperio Maurya y se expandirá hacia sur y este.

Hoy el budismo en India es minoritario pero fuera de India su impacto es considerable.



El poder de las Ideas

Video de Michael Wood


La identidad, como encontrar la felicidad, cómo vivir con otros.

Para el Indio es vivir de acuerdo con el Dharma (virtud), ganar dinero y éxito (artha) y el placer (karma) y al final moksha alcanzar la iluminación.

Varanasi fundada cerca de 500 a.C., es la Jerusalén de India.

La salvación se cree proviene de los ritos hechos de la forma correcta y en el momento correcto. Este sistema de la edad de Hierro, ha sido cuestionado, muy intensamente en India. El más influyente, el Buda.

Luego de una vida de lujos, acoge la renuncia, pero ninguno es el camino.

Se sentó a meditar bajo el árbol de Bodhi a meditar y descubrió las 4 nobles verdades en Bodh Gaya.

Viaja a Sarnath y elige cinco amigos como sus discípulos y da su primer sermón: la rueda

 del Dharma.

Lucha contra todo tipo de ataduras, incluyéndome la de la adoración de dioses, lo cua choca con el Hinduismo.

En 486 a.C. se dirige al Himalaya, hacia el final de su vida.

El Imperio Persa por esa época, se enfrenta a Grecia.

En 331 se da la batalla de Gaugamela.

Continúa hacia el este.

Chandragupta Maurya lo admiraba.

Grecia envió embajadores y regalos y conocieron la ciudad de Patna, que les impresionó mucho. Chandragupta en un tiempo de hambrunas pidió conseja a un jainista y lo envió a buscar a Rey Bahubali que había renunciado a su reino por la salvación. Fue a reiniciar a todo y alcanzar la salvación a través de la penitencia, y ahí muere por las privaciones.

Veinte años luego de su muerte, su nieto Ashoka sigue su camino pero toma sus valores y las aplica a la política. 

Ashoka construyó un pozo en Patna para torturar personas, empezando por las 500 mujeres de su harén por criticarlo. Atacó el reino de Kalinga y capturó 150.000 y mató al menos a 100.000. Luego de eso, impactado, se arrepintió y abrazó la no violencia y se convirtió al Budismo. Defendió la igualdad de todas las personas y el valor de la persuasión. Como su abuelo, peregrina buscando un maestro, un gurú. UN monje lo mandó sentarse bajo el mismo árbol de Bodhi.

Por toda India hizo Stuppas y marcó en inscripciones en piedra sus edictos.

Envió embajadores a Babilonia, Siria, Grecia, etc.

Ashoka toma las ideas budistas y las de los jainistas y las une en un código político: una política basada en racionalismo y moral y no en venganza de dioses o violencia humana.



Profesor

Tras la muerte de Ashoka, queda India fragmentada en reinos locales: Shungas, Yavanas y Satavahanas. Luego, serán controlados por el pueblo Yuezhi construyendo el Imperio Kushan. En el sur, los tamiles.








 

Fuente primaria (historiográfica)

Ranke, Leopold von. “Prólogo”, “Introducción”. En Historia de los papas en la época moderna, 7-21. México y Buenos Aires: FCE, 1963 [fecha original de la obra: 1834-1836]. [15]

En el prólogo el autor cita una serie de fuentes a las que accedió para su obra.

Pretende describir la época luego del siglo XVI en Roma, como una de un poder espiritual-temporal renovado, su rejuvenecimiento y desarrollo internos,·su progreso y decadencia, empresa ésta que, si bien puede resultar fallida, ni siquiera podría haberse intentado de no haber tenido ocasión de utilizar unas fuentes desconocidas hasta el momento.

Cita fuentes en Viena, de la Kaiserlich-Koniglichen Hofbibliothek, incluyendo colecciones privadas, algunas incluso inéditas. También ha acudido a los archivos imperiales, que contienen los documentos más importantes y fidedignos en lo que se refiere a la historia alemana en general, y también a la historia italiana.

En Venecia las grandes familias tenían la costumbre, casi todas, de instalar junto a la biblioteca un gabinete de manuscritos. De estas colecciones privadas se conservan todavía algunas, a las que me fué permitido el acceso. 

Por lo que se refiere a la parte romana tenía que apoyarme sobre todo en las relaciones de los embajadores que volvían de Roma. Pero deseaba poder utilizar también otras colecciones, porque no es posible evitar las lagunas, y este archivo, a fuerza de tantos traslados, ha padecido algunas pérdidas.

He tomado noticia de los tesoros del Vaticano y utilizado, para mis fines, toda una serie de volúmenes, pero la libertad que yo deseaba en modo alguno me fué concedida. Afortunadamente, se me abrieron otras colecciones que permitían una información, si no completa, por lo menos auténtica y suficiente. En los tiempos del apogeo de la aristocracia -principalmente en el siglo XVII- en toda Europa las familias de rango que intervenían en los negocios públicos conservaron también una parte de la documentación.


Sobre la influencia del investigador señala que Un italiano, un romano o un católico seguramente abordarían el asunto de otra manera. Su veneración o, acaso, tal como están las cosas en la actualidad, su odio teñiría la exposición, sin duda alguna, de colores brillantes y, en muchos pasajes, podría ser más circunstanciado, más eclesiástico, más local. Un protestante, un alemán del Norte, mal podría competir con ellos. Mantiene una actitud de indiferencia frente al poder papal y tiene que renunciar de antemano al calor que la simpatía o el odio pudieran prestar al relato y que servirían acaso para impresionar al público europeo. También en lo que se refiere a este o aquel detalle eclesiástico o canónico nos encontramos bastante distantes.


Sobre el objeto de estudio dice que los Papas de las diferentes épocas se diferencian no menos que las dinastías de un reino.


En la introducción inicia refiriendo procesos: Por mucho que sintamos la desaparición de tantos Estados libres, no podemos negar que de sus escombros surgió una nueva vida. Al ceder la libertad cayeron también los límites de las angostas nacionalidades. Las naciones habían sido sojuzgadas, conquistadas, pero, a la vez, reunidas y fundidas. En este momento del mundo nace Jesucristo:  en cada palabra que sale de sus labios aletea el espíritu de Dios; palabras, como dice Pedro, de vida eterna.

Puede ser verdad que los cultos nacionales albergarán un elemento religioso efectivo, pero lo cierto es que, por entonces, se había perdido por completo; no conservaban ya sentido alguno.


Este culto del emperador y la doctrina de Cristo ofrecían cierta semejanza frente al conglomerado de las religiones locales; pero también se enfrentaban en términos antagónicos. El emperador junta Estado y religión; el cristianismo separa lo que es de Dios de lo que es del César. El culto del emperador llegaba tan sólo a los confines del Imperio, supuestos confines de la tierra; el cristianismo estaba destinado a abarcar de verdad la tierra, todo el género humano.

También en este aspecto se nos ofrece la ilimitada significación del Imperio romano. En los siglos de su apogeo quebrantó la independencia de las naciones y aniquiló aquel sentimiento de suficiencia que la particularidad significaba. Pero, en sus últimos tiempos ha visto salir de su regazo la verdadera religión, la expresión más pura de una conciencia común, que excede con holgura los límites de su Imperio, la conciencia de la comunidad en un solo Dios verdadero.


Por otra parte, los emperadores consideraron conveniente favorecer la formación de una gran autoridad patriarcal. Bajo los auspicios del César surgió así el poder del obispo de Roma.


El edificio de la Iglesia se mantiene firme mientras el Imperio se derrumba en las provincias occidentales. Mientras los chispos de Roma, acosados por todas partes, se esforzaban -y, en verdad, con toda la sagacidad y tenacidad que desde entonces les es peculiar- en conservar su señorío, cuando menos en su demarcación, ocurre un desastre todavía mayor. No sólo conquistadores, como los germanos, sino poseídos por una fe fanática y orgullosa, contraria radicalmente al cristianismo, los árabes se desparraman por Oriente y Occidente, conquistan en sucesivos ataques el África y en uno solo España, y Muza proclama su intención de marchar hasta Italia a través de los Pirineos y de los Alpes, para plantar el estandarte del profeta en el Vaticano.


Entablaron una alianza con los Señores de Occidente, con los príncipes francos, alianza que se fué haciendo más estrecha con el tiempo, aportó a ambas partes ventajas considerables y se desenvolvió de tal modo que llegó a revestir una significación de primer orden en la historia universal.


La jerarquía creada dentro del Imperio romano se vierte en la nación germánica; aquí encuentra un campo infinito para una actividad siempre creciente. 



martes, 27 de mayo de 2025

Ashoka: el gran soberano del imperio Maurya

Ma. Teresa Román López - "Ashoka: el gran soberano del imperio Maurya"


Durante los siglos VI a IV a.C., los aqueménidas consolidaron el Imperio Persa. Con la derrota de los persas ante los macedonios, quedó un vacío de poder, que fue aprovechado por el rey de Magadha, Chandragupta (Sandrokottos, Androkottos, según los historiadores griegos y latinos). En el 317 Eudemo hubo de evacuar el Pendjab llevando los últimos restos del deshecho ejército griego. Fue entonces cuando el victorioso Chandragupta, con ayuda de sus aliados y de la casta sacerdotal de los brahmanes, se apoderó del trono de Magadha; esto acaecería hacia el año 313 a. de C.

Es este un momento de una cierta rivalidad entre ios grupos heterodoxos (budismo, jainismo) (apoyados por comerciantes - varna) y el brahmanismo (con apoyo de los guerreros - varna), continuador de la tradición védica. Bindusára (conocido por los historiadores griegos por su epíteto Amitrokhates, correspondiente al sánscrito Amitragháta, «destructor de enemigos»), hijo de Chandragupta, amplió el Imperio Maurya mediante diversas conquistas que llevó a cabo al sur de los montes Vindya. Cuando Ashoka se convirtió en el tercer monarca del imperio Maurya, su primer plan fue la consolidación y extensión del imponente imperio que heredaba de su padre Bindusára y de su abuelo Chandragupta. Ashoka (268-239 a.C.) fue el tercer monarca de la dinastía Maurya. Hubo de sitiar Kalinga, reinos de la costa este y hay una roca en Shahbazgarhi que recuerda la matanza y atribuye su conversión al budismo al pesar que le dio esa tragedia y como forma de expiación. Grabó en piedra edictos llamando a la compasión: “Esta es la victoria que es considerada importante por el amado por los dioses: la victoria de la Ley Sagrada. (...) Con este fin este edicto de Ley Sagrada ha sido escrito para que si hay hijos o nietos míos, no piensen que hay que vencer una nueva victoria”.
La mayor parte de las inscripciones de Ashoka emplean el alfabeto bráhmí, pero en la zona de Taksakshila (al noroeste de la India) están grabados en escritura kharosthí derivada probablemente de la del arameo. Todavía más hacia el oeste, en Kandahar, los edictos están escritos en griego y arameo. Ashoka se arrepiente de sus guerras pasadas y se dedica a predicar el dharma, un orden basado en la tolerancia, la compasión y la solidaridad. Ashoka nunca intentó imponer la doctrina budista a sus subditos. Por el contrario, proclamaba en sus edictos la tolerancia y el respeto por todas las escuelas y tendencias religiosas. Al verdadero dharma no se llegaba por los dogmas o las reglas, sino por la meditación. Ashoka hizo cambiar la vida de la corte, sometiéndola al dharma. 

Entre los objetivos que perseguía Ashoka se encuentra: legitimar la innovadora autoridad de la casa real y proporcionar una base cultural más amplia para un sistema social más viable. La doctrina exhorta a todos los ciudadanos a cooperar en el ejercicio de virtudes útiles para la sociedad y la economía. Desaconseja la práctica de ceremoniales mágicos y sacrificiales arcaicos, socavando así las costumbres religiosas tradicionales que reforzaban solidaridades locales, fuente de disturbios políticos. Ashoka promovió la labor misionera budista, que rebasó las fronteras extendiéndose por otros países, sobre todo el sudeste asiático.

Poco después de la muerte del rey Ashoka, el bien organizado Imperio Maurya con su poderoso ejército, se vino abajo debido a múltiples presiones: el resurgimiento del poder de los brahmines, los conflictos políticos internos, la crisis económica y las invasiones bárbaras. 

 


lunes, 26 de mayo de 2025

Woolf, historiografía XIX en adelante

Woolf, Daniel. A Concise History of History. Global Historiography from Antiquity to the Present. Cambridge: Cambridge University Press, 2019.


Historia al servicio de las naciones

En época en que la lealtad era a su nación, surgió el nacionalismo moderno con heroísmo pasado, construcción de estatuas, sitios de memoria y la invención de la tradición. Escritos del británico Edward Augustus Freeman (1823-1892) o el profesor berlinés Heinrich von Treitschke (1834-1896) son ejemplos.

Luego de las guerra napoleónicas, la dirección general del pensamiento histórico en las primeras décadas del siglo XIX se alejó de las grandes teorías y las historias especulativas del mundo, y se acercó a la narración sobre el individuo heroico y la nación, lo que era compatible con una concepción de la historia que también enfatizaba la agencia colectiva de la nación en su conjunto.

Historiadores franceses de mediados del siglo XIX como François Guizot (1787-1874) y Adolphe Thiers (1797-1877) postularon que su país había tenido un pasado unificado, mientras que su contemporáneo más radical, Jules Michelet (1798-1874), orientó a los lectores a la historia, pero su reputación declinó en la última parte del siglo ante el culto a la objetividad y el predominio de la historia política, para revivir en el XX cuando el péndulo volvió a oscilar hacia el estudio de la cultura y la sociedad.

La formación de nuevos países o la necesidad de autonomía produjo una necesidad urgente de establecer, por un lado, la forma de un pasado nacional y, por el otro, la capacidad de articularlo en forma escrita o monumental. Las luchas recientes por la independencia fueron injertadas en una narrativa general más amplia que incluía conflictos con opresores externos mucho más antiguos, de la época medieval.

La historia nacionalista podía ser extraordinariamente miope y (a pesar de todos sus gestos a favor del folclore y la tradición heredada) aristocrática en su voz: ¿no eran los grandes héroes del pasado abrumadoramente nobles y monarcas, en lugar del hombre común?

Entre los legados historiográficos más duraderos del nacionalismo se encuentran algunas de las instituciones que asociamos con la disciplina moderna. A menudo, aunque no siempre, esta institucionalidad se centraba en las academias nacionales y, especialmente, en las universidades, cuya historiografía académica gradualmente marginaría el tipo de escritura de la historia asociado, por un lado, con aficionados de clase alta y, por el otro, con el mito fundacional, cada vez más sospechoso, y la falsedad sin base documental.

La historiografía nacionalista estadounidense había surgido con bastante rapidez después de su independencia de Gran Bretaña, ya que los historiadores de la república temprana, como Mercy Otis Warren y David Ramsay (1749- 1815), narraron el surgimiento de Estados Unidos como una nación libre construida sobre valores democráticos.

Tal vez en ninguna parte fue más clara la eficacia de la historia en el establecimiento de nuevos estados como en la parte sur de América, la mayoría de cuyos territorios continentales se emanciparon del dominio europeo directo a mediados de siglo, en medio de numerosas guerras de independencia y posteriores conflictos internos.




Disciplinar el pasado: profesionalización, imperialismo y ciencia, 1830-1945

Si la primera mitad del siglo XIX en Occidente se caracteriza por una escritura histórica literaria, en una vena romántica y nacionalista, la segunda mitad puede destacarse por un rápido crecimiento de lo que laxamente puede llamarse ‘profesionalización’. Aunque esta última también tenía aspectos nacionalistas, se asocia no solo con la ‘nación’ en un sentido étnico o lingüístico, sino también con el surgimiento del moderno ‘Estado-nación’ y su aparato político-burocrático.

Durante las décadas centrales y finales del siglo, a raíz de una nueva oleada de revoluciones en 1848 y un segundo imperio napoleónico, el liberalismo romántico de la independencia nacional y los movimientos de unificación retomó, en gran parte de Europa, un conservadurismo institucional dedicado una vez más a la preservación, la consolidación y la estabilidad social.

Entre los cambios más significativos que afectaron específicamente a la emergente profesión histórica cabe señalar, en particular, los siguientes: el apoyo estatal a la actividad histórica, incluidos programas de publicación específicos; la expansión de los sistemas universitarios y el establecimiento en muchos de ellos, para finales de siglo, de entrenamiento formal en estudios históricos; la introducción de doctorados que incluían un componente de investigación; la sistematización de los sistemas públicos de registro; el advenimiento de nuevas asociaciones profesionales, a menudo acompañadas de un nuevo estilo de publicación periódica erudita y revisada por pares; una continuación de la publicación de documentos de archivo, ahora a menudo bajo el patrocinio del gobierno y con estándares cada vez más rigurosos de precisión; y, por último, la convergencia sistemática de habilidades eruditas que habían madurado durante los tres siglos anteriores (paleografía, diplomacia, numismática y epigrafía) dentro de una ciencia histórica global (Geschichtswissenschaft).

Muchos de los historiadores que adoptaron puntos de vista anticlericales en lo que respecta a la influencia de la Iglesia en los asuntos seculares continuaron tomándose muy en serio sus creencias personales.


El gran transformador: Ranke y su influencia

Leopold von Ranke (1795-1886) tampoco era ateo, sino un protestante devoto que creía que su investigación documental sobre el pasado podría proporcionar una visión del plan divino para la humanidad y contaba a Martín Lutero entre sus inspiraciones intelectuales más importantes. De alguna manera, el gran logro de Ranke sería fusionar los métodos filológicos de vanguardia de Niebuhr con el sentido del desarrollo histórico de Savigny (y la relatividad de cada época) y aplicarlos al estudio de la historia política posterior a 1500. 

Ranke no veía ninguna contradicción entre su atención a la particularidad de la historia, desplegada a través de una atención meticulosa y minuciosa a un solo documento, y las interrelaciones entre los hombres y las naciones, entre las naciones mismas y entre todo lo anterior y Dios. El Estado, la unidad política fundamental de sus narrativas (que abarcaba algo más que el simple gobierno), era preeminentemente digno de estudio –no por sí solo, sino como el canal a través del cual se accedía al pasado de la ‘nación’ más amplia. A Ranke se le asocia con la idea de que el deber primordial del historiador es relatar el pasado wie es eigentlich gewesen –tal como realmente sucedió, sin juicios ni ornamentación, lo cual no es nada original, ya desde Tucídides se decía eso.


Las instituciones de la historia y los inicios de la ‘profesión’ en Europa y América del Norte

El objetivo general de la historia siguió siendo la educación y no la investigación por sí misma. De hecho, a finales de siglo la historia en las universidades británicas se había convertido en el programa supremo de adoctrinamiento para que los jóvenes asumieran los deberes del imperio, junto con los privilegios y derechos de clase.

La metodología europea occidental se convirtió en la clave para establecer, con base en evidencia, el genio del pueblo ruso. Al otro lado del Atlántico, los estudiantes estadounidenses acudían con mayor frecuencia a Alemania, regresando a casa para dar clases de historia en universidades y otras instituciones de educación superior de Estados Unidos. El mantra de la ‘objetividad’ recitado en la historiografía estadounidense durante muchas décadas se atribuye a menudo a la importación de una versión ingenua del rankeanismo, el cual presentaba a Ranke como un ídolo mientras malinterpretaba o descuidaba los aspectos más sutiles de su pensamiento (aunque el grado en que este fue el caso ha sido cuestionado por los historiógrafos estadounidenses más recientes). De hecho, el mito de Ranke era mucho más poderoso en Estados Unidos que sus métodos.

Lo que resultaba más atractivo era el aura de ‘profesionalismo’ resultante de la ambición de lograr una erudición objetiva y libre de valores, y Alemania parecía proporcionar el modelo más avanzado para ambas.

Surgen en esa época las revistas de historia.  Curiosamente, en varios casos las revistas fueron iniciadas por personas relativamente marginales que buscaban alterar la práctica de la erudición histórica en su país. Los innovadores pronto se convertirían en iniciados, guardianes conservadores de la ortodoxia historiográfica, la ‘objetividad’ y los métodos ‘sólidos’; nuevos rebeldes engendrarían entonces espacios disidentes o rivales para publicar trabajos sobre temas previamente excluidos.

Si las nuevas revistas representaban la vanguardia de la investigación histórica (con un fuerte enfoque en los pasados nacionales, propios o ajenos), la pedagogía histórica, en la retaguardia, era asistida por manuales, que eran la expresión más inocente de la confianza en la evidencia que estaba en la raíz de la historia científica –una creencia en la sólida base documental y el avance continuo del conocimiento histórico a través de la crítica de las fuentes, sin reducir todo el conocimiento humano a las ciencias naturales.


Las alternativas culturales y sociales a Ranke 

El siglo XIX presentó algunas alternativas a Ranke (Comte y Marx entre ellos), a la historiografía europea centrada en el Estado y a las limitaciones metodológicas de ambos. Estas alternativas proporcionaron una ruta para que las preocupaciones de la Ilustración continuaran en los siglos XX y XXI. Jacob Burckhardt (1818-1897), un historiador suizo practicó, aunque no inventó, una forma de investigación histórica conocida como Kulturgeschichte (historia cultural), y desafió las convenciones de la disciplina emergente evitando la narrativa al desarrollar una serie de ensayos reflexivos sobre diferentes aspectos del Renacimiento. El gran historiador francés de mediados del siglo XIX, Numa Denis Fustel de Coulanges (1830-1889) ofreció otra alternativa. Este fue un impresionante erudito, que se inscribe en una tradición sociológica de la historia que se extiende desde Comte hasta Max Weber.

Karl Lamprecht (1856-1915), puso en duda la utilidad de la historia concebida como el relato sobre líderes y acontecimientos particulares, en contraposición con grupos más amplios, e invocó la necesidad de una alianza con las incipientes ciencias sociales, incluida la psicología. También argumentó que la cultura era la expresión externa de la psique colectiva de un pueblo (Volksseele) y el curso de la historia era su producto.

Las ideas de Lamprecht, al igual que la hostil respuesta que recibieron, fueron producto de las tensiones que quedaron sin resolver a finales del siglo XIX entre la historia y la filosofía, por un lado, y varias ramas del conocimiento vecinas más nuevas, como la psicología, la economía, la antropología y la sociología –las ciencias sociales modernas. Del mismo modo, los historiadores económicos estaban dirigiéndose (sin la ayuda de Marx) a la historia de la cultura material, la industria e incluso el trabajo. Con  Nietzsche vino un gran cambio pues su enfoque ‘genealógico’ del pasado buscaba en tiempos pretéritos los orígenes de fenómenos tales como la moral moderna o la razón, y sus transiciones y alteraciones históricas. Si bien llegó a creer, contrariamente a su formación filológica, que ningún relato del pasado podía representar ‘de manera realista’ ese pasado, no negó que el pasado en sí mismo fuera real, o que los intentos de lograr relatos persuasivos sobre él fueran inútiles.

En Usos y desventajas, Nietzsche dividió a los historiadores en tres tipos diferentes, y los llama respectivamente el monumental (escribe la historia convencional de los ‘grandes hombres’ y sus logros, pero su utilidad como fuente de ejemplos relevantes es limitada, porque no hay dos instancias de grandeza iguales), el anticuario (recupera los detalles del pasado indiscriminadamente, buscando el valor en todo y las conexiones entre todo y ocasiona osificación o momificación) y el crítico (lleva al pasado ante el tribunal del presente, ‘examinándolo escrupulosamente y finalmente condenándolo’).

Para Nietzsche, que conocía muy bien las ambigüedades de las fuentes, el historiador no puede, en ningún caso, representar el pasado objetivamente, ya que él mismo está poseído de valores que lo impulsan a estudiar una cosa en lugar de otra, y también está sujeto a motivos e impulsos psicológicos, a menudo inconscientes, que filtran su pensamiento en direcciones particulares. Además, una objetividad absoluta en la historia no sería muy útil, si fuera realmente posible, porque cada individuo debe ser libre de extraer lo que necesita de la historia para enfrentarse a la vida, la cual solo experimentan los individuos subjetivos.