miércoles, 11 de junio de 2025

RÉGIMEN IMPERIAL

Gómez Pantoja, Joaquín. "Orígenes y desarrollo del régimen imperial" en: Historia Antigua (Grecia y Roma)., pp. 501-528.


ORÍGENES Y DESARROLLO DEL RÉGIMEN IMPERIAL. DE LOS IDUS DE MARZO AL «AÑO DE LOS CUATRO EMPERADORES»


1. Fuentes

Muchas fuentes directas o que se informaron de documentos directos. Cicerón, Tácito y Suetonio. También autores griegos como Estrabón, Dion Casio, Plutarco y Josefo. Literatura que refleja la mentalidad de la época como Horacio, Virgilio y Ovidio. Los papiros de Egipto son muy abundantes en información. Los dos primeros siglos del imperio fueron la edad de oro de las inscripciones. Hay inscripciones en monedas, paredes, láminas metálicas, etc. La cultura material y el equipamiento urbano son la parte más visible de la romanización.


2. De los “Idus de Marzo” hasta Accio

El magnicidio de Julio César el 15 de marzo de 44 a.C. (idus o mitad de marzo), para liberar a Roma de la tiranía, aunque contó con apoyo de Cicerón, no tuvo respaldo popular. Menos cuando se descubrió la herencia de Julio César al pueblo de Roma. Marco Antonio, cónsul con Julio César (a quien sucedió Lucio Escribonio Libón), se mantuvo al margen sin apoyar a los autores. El senado le rindió honores a César a la vez que aprobó una amnistía para los “libertadores”.  Hubo un nuevo reparto de provincias y a Marco Antonio se le asignó Macedonia pero se rebeló y por manejos políticos en el Senado incorporó la Galia Cisalpina a sus provincias (que se le había otorgado a Décimo Bruto).


Cayo Octavio, provenía de un hogar poderoso, su padre se casó con una sobrina de Julio César. Luego su madre al enviudar se casó con Lucio Marcio Filipo que fue cónsul. César lo tuvo cerca y lo llevó a batallas en África y en la campaña contra los partos, volviendo victorioso. Al morir Julio César Octavio reclamó su herencia y pidió castigo a asesinos, lo que fue obstruido y por eso tuvo enfrentamiento con Marco Antonio.


Octavio se presentó al foro romano con soldados, lo que fue visto como sublevación. Soldados de Marco Antonio dieron su apoyo a Octavio. Logró que el Senado exigiera a Marco Antonio (de camino a La Galia con las tropas Macedónicas), regresar las tropas, este se negó y hubo combate sangriento entre tropas de cónsules leales a Octavio y a Marco Antonio con triunfo para Octavio, pero seguía sin el apoyo del Senado. Tomó militarmente el senado el 19 de agosto de 43 a.C. y este le eligió cónsul, a la vez que estableció tribunal para juzgar a los asesinos de Julio César. A pesar de la disputa, Octavio, Marco Antonio y Lépido (colaborador de César) se reunieron cerca de Bolonia y pactaron paz y formaron gobierno de los tres, el triunvirato con poderes superiores a los de cualquier Magistrado.


Se le recuerda como el segundo triunvirato por el acuerdo entre Pompeyo, Craso y César en 61 a.C., pero este no tuvo refrendo legal. Este segundo sí lo tuvo por lo que el Senado tuvo que aceptarlo, pero dio pie a la revolución. Se proscribieron aliados de los enemigos, incautaron bienes y eliminaron a enemigos como Cicerón. Con los bienes una nueva aristocracia leal al triunviro de fortaleció. En el reparto de provincias Ocatio fue el perdedor pero era el menos experimentado. Las orientales se dieron a Bruto y casio, asesinos de Julio César, lo que provocó guerra civil y fueron derrotados los últimos dos asesinos de Julio César. Esto obligó a un reparto del poder, con Antonio en Oriente, Octavio en Roma y Lépido fue desposeído.

Marco Antonio fue de campaña a poner orden y al día los tributos en Oriente, así como a restaurar tratados y alianza. Luego fue a Egipto y fue cautivado por Cleopatra. El conflicto seguía y el triunviro en Roma no lograba poner orden. Marco Antonio regresa y acuerda con Octavio alianzas, se reparten el occidente Octavio y Oriente Marco Antonio, y se casa con Octavia, su hermana.

Otra causa del caos era la hostilidad de Pompeyo (hijo, llamado Sixto Pompeyo) que bloqueaba el abastecimiento de Roma con sus naves y hubo que negociar con él y ceder el control de Sicilia, Córcega y Cerdeña (de Octavio) así como el Peloponeso (de Marco Antonio). Octavio solo pues Marco Antonio no le apoyó, lo combatió en Córcega y Cerdeña triunfando. Luego pactó con Lépido y Marco Antonio (acuerdo de Tarento) y derrotaron a Pompeyo, recuperando las provincias Octavio y consagrándose como dueño de todo el occidente del Imperio.

Los rumores de la relación de Marco Antonio con Cleopatra eran más fuertes y se supo que estaba organizando el Oriente sin contar con Roma. El triunfo de la campaña contra los partos es 34 a.C., fue celebrado en Alejandría. Al final del 33 a.C., Octavio dio por finalizado el triunvirato y juraron lealtad a Octavio todos los habitantes de las ciudades de Italia, las Galias, África, Sicilia, Cerdeña y las Hispanias. Marco Antonio y Cleopatra fueron declarados enemigos de Roma por el Senado. Marco Antonio y Octavio se enfrentaron el guerra en la entrada del golfo de Ambracia, bajo el promontorio de Accio en la Batalla de Accio el 2 se diciembre de 31 a.C.: Cleopatra se retiró sin pelear y Marco Antonio huyó con ella. Octavio buscó apoyo de Herodes de Judea (antiguo cliente de Marco Antonio) y desde Siria lanzó operaciones contra Egipto. Antonio se suicidó creyendo muerta a Cleopatra. Luego Cleopatra se suicidó. Egipto sería así una provincia de Roma pero con prohibición de ser visitada por Senadores. Octavio estableció un protectorado sobre Armenia y logró fidelidad de casi todas las dinastías locales. Herodes de Judea, Amintas de Galacia y Arquéalo de Capadocia.



3. El Principado de Augusto

Octavio era ahora dueño del poder absoluto, pero a la vez como triunfador de la guerra civil, debían acabar su poderes extraordinarios. Con una fachada institucional, de restauración, avanzó hacia una monarquía. Ejerció el consulado por quinta vez y renovándose anualmente hasta 23 a.C. Gozaba de privilegios de origen, divinos, y de inmunidad otorgada por los tribunos plebeyos, aunque todo dependía realmente de la decisión del Senado. En 28 a.C., con el apoyo de Agripa hicieron labores censales y de reconstrucción interna, para restaurar las viejas costumbres. Eliminaron cerca de 200 miembros del Senado para elevar la calidad moral y condición social a la vez que fortaleció esa aristocracia haciendo el Senado hereditario. 

Octavio tomó entonces en 27 a.C. una decisión sorpresiva: renunció a sus poderes extraordinarios y los devolvió al Senado y al Pueblo de Roma (restauratio rei publicae) devolviendo todo lo que durante el triunvirato se tomó, excepto provincias fronterizas conflictivas donde mantuvo poderes excepcionales. El Senado tomó decisiones para dar imagen institucional al nuevo régimen y le otorgó el título de Augusto: Imperator Caesar Divi filius Augustus a partir de 27 a.C. Así se le renovó el consulado anualmente. En 23 a.C., renunció definitivamente a su poder. Conservó poder de imperius maius (autoridad sobre otros magistrados y asamblea) y potestad tribunicia (derecho de veto y poder promover plebiscitos).

Augusto era muy adinerado por Herencias y botines pero dedicó mucho al evergetismo. Con el acuerdo se semejaba a relaciones de patronazgo y clientela.

En 2 a.C. se le dio el título de pater patriae.

Augusto fue un servidor estatal austero, justo que buscaba ejemplaridad, pero no dudaba en anteponer la razón de Estado a cualquier otro valor, aplastando opositores y obstáculos. Su tercer matrimonio con Livia en 38 a.C., fue motivo de rumores ya que se aseguraba que ella había inducido la muerte de todos los herederos de su marido, excepto su hijo Tiberio, que ciertamente murieron pronto. Augusto sin embargo marginó a Tiberio como sucesor.

Aparte de ella, su amigo Mecenas fue protector de los escritores de la época (Virgilio, Horacio y Propercio). Agripa era más cercano y afín. En 21 a.C. trató de designarlo sucesor pero no fue posible pues murió en 12 a.C. Como Augusto no reconocía el carácter monárquico de su autoridad, no pudo establecer una línea de sucesión clara y garante de legitimidad. Al final, aunque obligó a Tiberio a divorciarse de Vipsania, hija de Agripa, y lo obligó a casarse con su hija Julia tuvo que renunciar a sus magistraturas y exiliarse en Rodas por manipulaciones de Augusto.

Cayo César (hijo de Julia), asumió como Príncipe de la Juventud pero no pudo asumir por muerte prematura. Le quedaba un hijo póstumo de Agripa y Tiberio, a quien el Senado reconoció como sucesor.


Agusto era restaurador, por lo que no pretendió ni abolir ni modificar ninguna institución republicana como magistraturas, Asambleas o el Senado, pero sí ejerció su poder de forma indirecta recomendando candidatos. Con el Principado el Senado fue cada vez más el depositario de la soberanía de Roma. Era consultivo del Príncipe pero se consideraba conveniente que aprobara sus decisiones y los senatusconsulta fueron leyes. Las guerras y sus beneficiados, así como estrategias de Augusto, fueron reemplazando mucha de la aristocracia del Senado por una nueva clase no Romana. 

Había teóricamente un doble gobierno: el tradicional constituido por las Asambleas del pueblo y magistrados electos anualmente, junto con el Senado y el que ejercía el Príncipe, extraoficial y sin aparentes poderes. 

Desde principios del siglo I a.C., los habitantes de Italia eran además ciudadanos romanos. Augusto la dividió en once regiones censales y fiscales pero no se involucró tanto. 

En donde su ejerció su poder fue en las provincias imperiales que eran territorios fronterizos, las provincia principis era un territorio enorme, gestionado por el Príncipe. Delegaba poder en los legati augusti (de rango pretorio) para las provincias más delicadas como Tarraconense, Siria, Dalmacia, Pannonia, Mesia o Germania. A los pretorios se les delegó Lusitania, Aquitania, Bélgica, Lugdunense y Galatia.

Un tercer grupo impropio de la dignidad senatorial eran Ratia, Alpes, Nórico, Judea, Cerdeña y Córcega.

Egipto era administrado como su propiedad personal. 

Las comunicaciones eran registradas por esclavos y libertos, que es el germen de la burocracia imperial.


Aunque se asocia la expansión imperial con el período entre la victoria sobre Pirro (guerras pírricas 280-275 a.C. en Epiro (Albania hoy) y la destrucción de Cartago (tercera guerra púnica 149-146 a.C.), realmente es en el siglo siguiente, el que termina en 31 a.C. que se dio el crecimiento por la incorporación del Oriente Helenístico, casi toda Iberia, las Galias y tierras en el norte y este de Italia. Es dudoso si hubo un plan estructurado o meras oportunidades y el deseo de satisfacer a la opinión pública.

El principal peligro estaba en el frente oriental por amenaza de avances de partos sobre Siria, Asia Menor y reinos bajo la protección como clientes que servían de tapón.

Armenia fue protectorado que sin ser cliente ni provincia ayudó a la contención. Capadocia y Ponto seguían siendo reinos independientes pero servían de tapón. 

Siria era el punto de apoyo para la defensa con el apoyo de Judea y principados árabes. 

Los mayores éxitos los cosechó Augusto en Europa, pues sus enemigos no tenían el poder de Roma. Existía la debilidad de los Alpes con pueblos desleales y  que llegaron hasta a imponer peajes a Roma.

Las conquistas se extendieron hasta el Danubio medio. Ilírico fue dividida en Dalmacia entre la costa y el río Save y Pannonia desde ahí hasta el Danubio, ya a la altura de hoy Austria, Hungría y Rumanía. El Danubio terminó siendo la frontera septentrional del Imperio.

Salvo puntos de rebelión, en veinte años Roma se hizo con cierta facilidad de un territorio extenso. Hubo que concentrarse en su organización, más que en lo militar.

En Germania Arminio en 9 d.C. consiguió derrotar al gobernador romano Quintilio Varo, lo que supuso el repliegue y frontera romana.

Hispania fue fuente de permanentes conflictos por la resistencia de sus indígenas.

Permanecía la idea de conquistar Britania, sueño de Julio César. 

En el sur había poco interés por el desierto y porque una colonia en Numidia (Argelia) y en el reino vasallo de Mauritania parecían suficientes para controlar el lindero. 


ROMA IMPERIAL: Economía, sociedad y cultura

Barceló, Pedro. Breve historia de Grecia y Roma, pp. 230-248.


1. La agricultura

La agricultura constituyó la base del sistema social y económico, principalmente de subsistencia. Familias del estamento superior se enriquecieron ocupando territorios confiscados a enemigos (ager publicus) y usando esclavos (prisioneros de guerra). Hubo expansión de productos y una creciente urbanización.

Las expediciones militares implicaron endeudamiento de campesinos que debieron endeudarse y eso los colocó en dependencia de los terratenientes o debieron emigrar a Roma. A partir del imperio, se impuso el colonato: sujeción del campesino a la gleba (tierra de labranza).


2. Artesanía y Comercio

Con la formación de un Imperio universal romano, se fomentó el crecimiento de la artesanía, el comercio y las obras públicas. Tenía como barreras en tierra lo costoso del traslado y el peligro en mar por piratería, por eso los mercados solían ser regionales.

El ordo senatorus lucró con los botines de guerra, por eso el Senado aprobaba las guerras y tenía una ética de acumulación de tierras antes que comercio activo. El ordo equester, caballeros surgidos de un campesinado pudiente, la expansión romana les abrió la posibilidad de recaudar impuestos (publicani), convirtiéndose en intermediarios financieros del Estado y gobernantes. Se modernizó sistema monetario con monedas de plata (denario, equivalente a 10 as) y de bronce (as). Los productos esenciales (materias primas como minerales y metales, además de mármol) eran comerciados con intermediación estatal (annona) y solo los suntuarios eran como en economía de mercado. Había asociaciones de comerciantes en collegia o corpora que defendían su intereses ante la administración romana.


3. Los esclavos

El mercado de esclavos fue muy activo durante la expansión, especialmente luego de la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.), pero sus condiciones provocaron revueltas como la de Espartaco (74-71 a.C.) Eran usados en agricultura, comercio y servicio doméstico urbano.

Al cesar la expansión en el este y pacificar el oeste con Augusto, ese mercado entró en recesión y ganó espacio la mano de obra libre. 

La mentalidad romana veía mal las actividades de alto rédito y preferían mantener ambos bajos. Surge una nueva clase social: los esclavos liberados (liberti) que ejercían comercio. Los esclavos que tenían dinero (peculio), podían ejercer actividades comerciales, pero siempre bajo poder de su propietario y si adquirían libertad, bajo poder de los patroni. Estaban excluidos de la vida política como magistratura y sacerdocio (honores), y lo que trataban era de que sus hijos y nietos ascendieran. Hubo una movilidad social desconocida hasta entonces.


4. La ciudadanía

Durante la Pax Romana, declarada por Augusto (27 a.C.), el siglo II d.C. es de bienestar económico, pero en el s. III d.C., cae en crisis por guerras civiles y ansias de poder de cónsules, más crisis económica y empobrecimiento. Medidas como la redistribución de tierras no fueron suficientes. Luego de la Segunda Guerra Púnica, el estamento campesino se rebeló. La ciudadanía fue otorgada en 91-88 a.C., y así Italia se hizo romana. Se debilitó en ordus senatorius y hubo advenedizos sociales.


5. La romanización

Durante el largo gobierno de Augusto (31 a.C. a 14 d.C.), se introdujo una administración única, una red viaria, expansión de latín como lengua administrativa y la atracción de provinciales al ejército, hicieron posible la difusión de de las ideas romanas. El otorgamiento del derecho de ciudadanía (Caracall, 212 d.C.) a todos los libres del Imperio así como la urbanización son la base de esta expansión de la romanidad. Provinciales lograrán insertarse en los ordines tradicionales (ecuestre y senatorial) son aparte del desarrollo social del Imperio. Entre 274 y 476 d.C., hay un cambio drástico de las condiciones económicas, se acaba la prosperidad y la movilidad social. El intento de estabilizar el Imperio con la burocratización, el colonato y la movilización de recursos a la milicia condujo a presión en el sector agrícola, artesanal y comercio y provocó la desintegración de la sociedad y el colapso a partir del s. III d.C.


6. La cultura

Antes del siglo III a.C., es desconocida. Al inicio hay obras de latinos en Roma (Plauto, Terencio) y obras de historiografía política de senadores romanos (Fabio Píctor, Catón, Salustio, César, Asinio Polión, Casio Dión). La historiografía alcanza su cenit con Tito Livio y Tácito.

Hacia siglo II a.C., traducción de saber griego, despreciado por círculos conservadores (Catón) gana terreno en estamentos superiores y hay una cercanía entre ambos.

Aportes importantes de retórica y ciencias jurídicas (Cicerón). En tiempos de Augusto literatura latina destaca (Virgilio, Ovidio, Horacio, Propercio) y en siglo II (Séneca, Marcial, Juvenal, Plinio, Tácito, Suetonio).

Hacia siglo IV d.C., Claudiano, Símaco, Ausonio, pero de baja calidad. Surge historiografía eclesiástica con Lactancio, Eusebio de Cesarea y Orosio.


7. El Urbanismo

Roma fue la ciudad modelo durante el siglo II a.C. y hasta siglo III d.C., que empieza a perder protagonismo. A consecuencia de las guerras civiles colapsó el régimen republicano y se estableció el Principado, lo que fue acompañado de decadencia narrada por Juvenal (II d.C.: pan y circo) Los poderosos interactuaban con la población donando obras, lo que les daba acceso a cargos, a la vez que en esos mismos espacios se marcaba la distancia. El embellecimiento urbanístico colocaba al emperador como patrón de la plebe.

La dicotomía campo ciudad es tardía, pues no se concibió esa separación antes y ambos eran elementos integrantes de la romanidad.



jueves, 5 de junio de 2025

Una investigación sobre cómo enseñar el futuro en la educación secundaria

Anguera Cerarols, Carles. “Una investigación sobre cómo enseñar el futuro en la educación secundaria”. Enseñanza de las Ciencias Sociales, n.° 12 (enero-diciembre 2013): 29-31.


MARCO TEÓRICO Y PROPUESTA DE ESTRUCTURA CONCEPTUAL

El futuro ha sido un concepto preferente para muchos historiadores preocupados por la función social de la historia. La temporalidad está formada por tres categorías: el pasado, el presente y el futuro. Nos permite situar los sucesos tanto generales como individuales y tomar conciencia del tiempo y sus categorías. Pero ¿qué relaciones se establecen entre las tres categorías de la temporalidad? La relación se establece entre las tres categorías, en la enseñanza de las ciencias sociales, a través del pensamiento histórico y de la conciencia histórico-temporal.

Santisteban establece tres perspectivas desde las cuales podemos entender los elementos de la temporalidad histórica: el azar, el determinismo y el cambio social. 

El concepto de futuro en la enseñanza parte de las propuestas de los llamados future studies. Éstos son un campo de investigación sobre el futuro que se empezó a desarrollar en la década de 1960. Su objetivo, según Bas (1999), es estudiar el futuro a través de un conjunto de análisis a partir de los indicios del presente.

Dentro del campo de estudio de la prospectiva en la enseñanza hay una perspectiva de trabajo conocida como la educación para el futuro, especialmente en el mundo anglosajón. 

La educación para el futuro se basa en tres pilares: los tipos de futuro, las imágenes del futuro y la enseñanza holística. 

Tenemos diferentes tipos de futuro: a) el cercano, que determina las acciones inminentes; b) el futuro mediato, que comprende los siguientes 20-30 años del individuo; y c) el futuro lejano, o bien, a) los futuros posibles, que pueden ser todos los que podamos imaginar; b) los futuros probables, basados en pronósticos y tendencias lógicas; y c) los futuros deseables, estos son los que deseamos o esperamos conseguir.

El trabajo de las imágenes del futuro es otro de los elementos más destacados de la educación para el futuro. Se trata de las representaciones concretas que nos hacemos del futuro, cómo lo vemos y cómo lo imaginamos. Hay dos tipos de imágenes del futuro, las colectivas y las individuales.  Las primeras se forman a partir de: a) las creencias, como la escatología, el mesianismo o los mitos del fin del mundo; b) las ideologías, que dan lugar a las utopías; y c) la ciencia, que es donde encontramos la prospectiva o los future studies. Las representaciones individuales pueden considerarse desde cuatro puntos de vista: a) optimistas, cuando creen que todo irá a mejor; b) pesimistas: el mundo será peor o un desastre; c) tecnológicas: en el mañana la tecnología será la clave; y d) continuistas, que consideran que el futuro será muy similar al presente que vivimos.

El último elemento clave de la educación para el futuro es lo que se conoce como enseñanza holística. Este término fue propuesto por Rogers (1998) y parte de la búsqueda de la persona completa. Para la autora la educación para el futuro permite trabajar los diferentes ámbitos de la experiencia humana, es decir, no se trabajan sólo aspectos cognitivos, sino que los afectivos y anímicos también deben tenerse en cuenta. 


Presentando ‘el futuro’

Gidley, Jennifer M. “Introducing ‘the future’”. En The Future: A Very Short Introduction, 1-4. Oxford: Oxford University Press, 2017. [traducción al español para uso exclusivo del curso]


Contexto actual: crisis climática que nos señala futuros alarmantes de crecimiento de los mares, ciudades inundadas, migración en masa de refugiados climáticos, escasez drástica de alimentos debido a la pérdida de tierra arable por la sequía, las inundaciones y la salinización, y la extinción en masa de especies. El reconocido físico teórico Stephen Hawking, el filósofo de Oxford Nick Bostrom y el emprendedor e ingeniero multimillonario Elon Musk han formulado serias advertencias sobre las potenciales amenazas existenciales para la humanidad que podrían liberarse debido a los avances en una ‘super-inteligencia artificial’. Como especie, nunca hemos sido más conscientes, hemos estado más conectados globalmente, ni hemos sido más capaces de cambios radicales positivos de lo que somos ahora.

Pero el futuro único, predecible y fijo que la modelación de tendencias propone no existe en la realidad. Más bien, lo que existe allí afuera es una multitud de posibles futuros.

La misma palabra ‘futuro’ y la predicción de tendencias se han puesto de moda. Pero, paradójicamente, el cortoplacismo prospera en círculos empresariales, gubernamentales y educativos, con poca evidencia de que haya un interés por la literatura de los estudios sobre el futuro que existe desde hace varias décadas.



“Disciplining the Past: Professionalization, Imperialism and Science, 1830-1945”.

Woolf, Daniel. “Disciplining the Past: Professionalization, Imperialism and Science, 1830-1945”. En A Concise History of History. Global Historiography from Antiquity to the Present, 196-217. Cambridge: Cambridge University Press, 2019. [traducción al español para uso exclusivo del curso]


Nota explicativa:

El significado de la palabra ‘historia’, cuando se usa en inglés y no se explica o aclara en otro sentido, debe tomarse en el sentido de las formas en que se recobra, piensa, habla y escribe del pasado (pero no la evidencia que se usa para su construcción). ‘Historia’ (el patrón acumulado de eventos para aquellas personas que han creído que tal patrón ha existido y que es comprensible) se escribirá con mayúscula para diferenciarla de los usos más convencionales, recién explicados.” 

‘Historiografía’ es la historia de cómo se ha escrito, hablado o pensado sobre la historia misma durante muchos milenios y en una amplia variedad de culturas.

** Clío: la musa de la historia en el Parnaso, y su función era la de mantener vivo el recuerdo de los acontecimientos que debían permanecer en la memoria de las gentes.



Para Nietzsche, que conocía muy bien las ambigüedades de las fuentes, el historiador no puede, en ningún caso, representar el pasado objetivamente, ya que él mismo está poseído de valores que lo impulsan a estudiar una cosa en lugar de otra, y también está sujeto a motivos e impulsos psicológicos, a menudo inconscientes, que filtran su pensamiento en direcciones particulares. Además, una objetividad absoluta en la historia no sería muy útil, si fuera realmente posible, porque cada individuo debe ser libre de extraer lo que necesita de la historia para enfrentarse a la vida, la cual solo experimentan los individuos subjetivos. 


¿Imperialismo historiográfico? El impacto de los métodos y modelos occidentales más allá de la euroesfera

Los propios no europeos abrazaron con entusiasmo (al menos inicialmente) los métodos históricos occidentales. La leyenda, el mito y el error debían ser desarraigados y extirpados de los relatos del pasado, y la crítica rigurosa debía aplicarse a la evidencia en preparación para narrar una historia de marcha hacia adelante. Europa, después de siglos de debate sobre la mejor manera de estudiar y escribir sobre historia, parecía por fin haber puesto su propia casa en orden, imponiendo ‘disciplina’ al estudio del pasado con el advenimiento de las prácticas académicas rankeanas, la secularización del aprendizaje histórico y su institucionalización en universidades, revistas, libros de texto, sociedades científicas y reseñas de libros.

Uno de los primeros comentaristas coloniales en escribir sobre la historia de la India, aunque sin haber puesto nunca un pie en el sur de Asia, fue James Mill (1773-1836). Producto del sistema educativo escocés, Mill también fue un estrecho colaborador del utilitarista inglés Jeremy Bentham, y padre del más famoso John Stuart Mill. La historia de la India británica engendró un siglo de historiografía imperial e influyó en la política colonial de manera bastante directa. Su misma falta de profundidad y de investigación original la convirtieron, paradójicamente, en la herramienta ideal para explicar el colonialismo en la India. Los británicos habían introducido en la India la noción de que existe una forma moderna y correcta de narrar el pasado, derivada de los modelos europeos y con el Estado-nación como su centro y, de ese modo, empoderaron la conciencia nacional india.

África fue la otra gran masa territorial que los colonizadores europeos creyeron (erróneamente, como en el caso de la India) que era deficiente en literatura histórica. La importación y adopción de métodos y enfoques europeos en regiones colonizadas como la India y África a menudo se produjo a costa de marginar o erradicar por completo las formas indígenas más antiguas de conocimiento y escritura histórica. 

 A lo largo del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, los administradores europeos enviados al sudeste asiático introdujeron al público europeo a las historias de las nuevas colonias, al tiempo que comenzaban el silencioso proceso de explotar, a la vez que marginaban, las historias indígenas que debían usar como fuentes. Al igual que en la India, las élites locales fueron finalmente cooptadas en el uso de géneros occidentales.

En Oriente Medio, donde las potencias occidentales y el Imperio otomano compitieron por influencia durante el siglo XIX, se desarrolló un proceso comparable de occidentalización historiográfica.

Con la presencia europea se había producido el declive de los ‘ulemas’, la comunidad transnacional de eruditos religiosos que había influido en la escritura histórica del mundo musulmán durante siglos, muchos de ellos polímatas y pensadores científicos más que exclusivamente historiadores. Su lugar sería ocupado por una clase ‘burguesa’ (médicos, abogados, periodistas), a menudo de fuerte orientación occidental y heredera de la visión medieval de la historia como una rama del adab o de las bellas letras, en lugar de una sierva de la religión. Las tendencias nacionalistas y seculares también se estaban sintiendo en el Islam no árabe, y en ningún lugar con más fuerza que en la propia metrópoli imperial del Islam, la Turquía otomana, donde las tradiciones más antiguas de escritura histórica habían sobrevivido durante el siglo XVIII y hasta el XIX.

Sin embargo, al igual que en Europa, el valor de la historiografía académica no fue aceptado universalmente. La experimentación japonesa proporcionaría a la historiografía occidental un puerto de entrada al resto de Asia Oriental. . Los cambios más dramáticos en la historiografía de Asia Oriental, sin embargo, se sentirían en el hogar mismo del confucianismo, y coincidieron con las últimas décadas de la dinastía Qing y del propio imperio. A principios del siglo XIX, además, los historiadores chinos estaban empezando a aceptar la noción de que la organización del pasado que seguía principalmente líneas dinásticas podía ser abandonada, o al menos era posible apartarse de ella. China había sido uno de los principales contribuyentes a la cultura del mundo durante miles de años, pero su historia ‘nunca había sido narrada históricamente’, ya que el descuartizamiento del pasado del país a lo largo de líneas dinásticas lo había oscurecido (Liang).


Las mujeres y la empresa histórica, 1800-1945 

El número de mujeres que escribía historia popular y biografías aumentó después de 1800, y para 1900 las mujeres habían comenzado a ingresar a la emergente ‘profesión’. La resistencia que encontraron allí fue formidable. Fuera de las universidades, las mujeres estaban dejando su huella de diversas maneras, incluida la organización de salones intelectuales, tal como hicieron las esposas de Ranke y Augustin Thierry. La historia social y de la familia proporcionó una salida fácil para los intereses históricos femeninos, igual que hicieron el entorno físico del hogar y la fábrica. En Europa y América del Norte, las mujeres comenzaron a obtener títulos de PhD en historia a principios del siglo XX. Dentro de las universidades, la historia económica, ya bien establecida como una sólida alternativa a la historia política, resultaría especialmente atractiva para las mujeres. Ciertamente, para el final de la Segunda Guerra Mundial había más mujeres activas en la escritura histórica que en prácticamente todas las épocas anteriores juntas, y algunas eran especialmente prominentes como autoras populares fuera de la academia. Sin embargo, este éxito se distribuyó de manera desigual y las mujeres siguieron siendo ciudadanas de segunda clase dentro de la profesión, algo que se confirma al examinar las distribuciones de género de cualquier departamento académico de historia hasta la década de 1960.


¿Una crisis del historicismo? Principios del siglo XX

El consenso alcanzado en el siglo XIX sobre el estatus de la historia, su función social, su superioridad epistemológica y su metodología era a la vez laxo y frágil. Incluso dentro del pensamiento histórico alemán, tan a menudo asociado con un papel prescriptivo tanto para Europa como para el resto del mundo, ya existían importantes fisuras teóricas y metodológicas. Unas décadas más tarde tres cosas habían sucedido: primero, dentro de la profesión académica se había cuestionado la prioridad de la historia política y la centralidad del Estado-nación; segundo, se abrió la puerta a una multiplicación aparentemente interminable de especializaciones históricas y grupos de interés ideológico (el proceso de ‘fisión’ al que se aludió anteriormente); tercero, el estatus de la historia como disciplina unificadora de las ciencias humanas había sido rechazado decisivamente, junto con cualquier ilusión que quedara de que el conocimiento del pasado pudiera ser alguna vez perfectible o, para algunos –en un aparente retorno al pirronismo del siglo XVI– algo más que una ficción.

El ensayo de Becker de 1932, ‘Cada hombre su propio historiador’, se propuso demostrar no tanto que no hubiera hechos históricos fiables, sino que la ‘historia’ es hecha por la mente perceptiva que recuerda acontecimientos, que cualquier individuo puede pensar históricamente sobre sucesos pasados –ordenándolos en una secuencia significativa–, y que cualquier relato de este tipo es, por lo tanto, potencialmente historia (algo que para una mente de principios del siglo XXI puede parecer de sentido común).

El representante más distinguido e influyente del idealismo (no el de Hegel o Kant), fue el filósofo e historiador italiano Benedetto Croce (1866- 1952) En su célebre observación de que ‘toda historia es historia contemporánea’, Croce no quiso decir que todos los acontecimientos pasados son literalmente presentes y coetáneos, sino que cada generación debe de seleccionar y ordenar su pasado sobre la base del contexto y las circunstancias en las que se encuentra: las preguntas que se hace el historiador estarán determinadas por su propio mundo. Sin una pregunta o un problema acuciante no es posible comprensión alguna del pasado.

miércoles, 4 de junio de 2025

La República Romana

Lectura complementaria: G.J. Bradley. La República Romana: Historia política (Extracto)


Hegemonía y conflictos políticos

Roma había intervenido en el Adriático contra los Ilirios (229-228) y en la segunda guerra púnica, Filipo V de Macedonia se había aliado con Anibal (fenicio) y combatieron en 212/2011 y 205. Hubo una segunda guerra macedónica en 200 con victoria romana en 197.

Roma proclamó la libertad de los griegos, restringiendo realmente el poder de los monarcas helenísticos. La tercera guerra macedónica (171-168) supuso una nueva intervención importante que concluyó con la derrota de Perseo, hijo de Filipo V, en la batalla de Pidna (168) frente a Lucio Emilio Paulo. Macedonia quedó dividida en cuatro repúblicas y aunque no fue directamente anexionada, al igual que Iliria quedó sometida desde aquel momento a los impuestos romanos. 

En aquella época los nobles romanos interiorizaban con facilidad las prácticas y patrones culturales griegos. El Senado y sus generales pretendían con su diplomacia no irritar a todos los griegos a la vez, lo que habría hecho más vulnerable y difícil su posición, probablemente escarmentados de los errores de la primera guerra macedónica, cuando Roma, tras su alianza con la Liga Etolia (211), se reservó todo el botín dando la impresión de que era lo único que le preocupaba.

Durante este período se desarrolló el concepto de provincia en el sentido territorial del término (véase también el capítulo 3). La palabra latina «provincia» designaba originalmente la tarea o área de trabajo asignada a un magistrado en su ejercicio del imperium; pero gradualmente asumió el significado de área geográfico-administrativa.

La otra gran región de actividad militar romana durante la primera mitad del siglo II fue el norte de Italia. Los galos del valle del Po se habían aliado con Aníbal cuando invadió la península y eran temidos debido a sus incursiones en el pasado (el saqueo de 390 y otras posteriores). Durante las décadas de 190 y 180 los romanos lograron el control definitivo de la región, restableciendo colonias donde habían sido arrasadas y fundando otras nuevas a lo largo de la recientemente creada Via Emilia, como Bononia (actual Bolonia).

Durante las primeras décadas del siglo II-por lo que podemos deducir del relato de Tito Livio, que se interrumpe en 167-, la política romana se caracterizó por una feroz rivalidad y por los intentos cada vez más desesperados de ponerle coto. El aumento de magistrados menores, incluidos los pretores (véase más atrás), había desatado una competencia más intensa por el consulado. La preocupación de los senadores por la exacerbación de los enfrentamientos resulta evidente atendiendo a la legislación de la época. Como demostrarían acontecimientos posteriores, las leyes no bastaban para evitar que jóvenes generales obtuvieran una peligrosa posición pre eminente.

El período de la conquista romana de Grecia se vio marcado por una creciente helenización cultural. A medida que se ampliaban sus horizontes, la identidad de Roma se hizo más consciente y definida; también se aprecian los cambios en la actitud religiosa, por ejemplo en la supresión por el Senado de las bacanales-el culto de Dioniso-, que eran otro producto de la helenización de Italia.

Durante el siglo II a. C. Italia iba cambiando rápidamente. La fase más intensa de colonización de la República romana se produjo durante las décadas de 190 y 180.  Junto con el servicio militar, la colonización durante aquel período fomentó la difusión de la cultura romana por toda Italia. esde la década de 180 los colonos de la mayoría de las ciudades recibieron la ciudadanía romana, al resultar menos atractivo el estatus latino; pero la fundación de nuevas colonias se moderó, si no se detuvo del todo, desde la fundación de Aquilea, al fondo del Adriático, en 181 (la última colonia latina registrada con certeza) y Luna en 177 (una colonia de ciudadanos romanos). 

Otros dos acontecimientos tuvieron grandes consecuencias a largo plazo. Primero, tras su victoria en la segunda guerra púnica los romanos interiorizaron las interferencias en los asuntos de sus aliados italianos construyendo carreteras, suprimiendo cultos religiosos indeseables (en particular las bacanales) y restringiendo el acceso al estatus romano y latino (devolviendo a los inmigrantes a su lugar de origen y poniendo fin a la fundación de colonias latinas). Por otra parte, compartían con ellos la conquista y explotación de las provincias y unos y otros eran tratados como iguales por sus habitantes.

La tensión entre Roma y sus aliados fue aumentando gradualmente durante el siglo II y los italianos tenían pocas posibilidades de expresar sus quejas.

El otro acontecimiento importante durante el siglo II fue la evolución de la situación agraria. Las fuentes escritas presentan una imagen de declive de los campesinos libres a medida que aumentaba el número de esclavos con que contaban los más ricos, pero probablemente la situación era algo más compleja que la mera sustitución de unos por otros.

Durante el último tercio del siglo II estallaron violentos conflictos en el seno de la clase dominante. Tiberio Graco, tribuno de la plebe en 133, propuso una reforma agraria para resolver el ostensible declive del número de granjeros-ciudadanos capaces de servir en el ejército. El problema venía de lejos y la última distribución de agro público a colonos individuales por Cayo Flaminio en 232 había resultado muy controvertida. Diez años después (en 123/22) fue elegido tribuno de la plebe su hermano Cayo, quien intentó reformar la administración y el gobierno de Roma y reabrir la cuestión agraria subvencionando el grano para la plebe, así como extender la ciudadanía romana a todos los latinos. Ambos intentos de reforma toparon con la intransigencia del Senado.

Los Gracos (Cayo Graco) plantearon por primera vez la cuestión de la ciudadanía para todos los aliados italianos, en parte como compensación por la pérdida de sus parcelas de ager publicus romano, confiscadas para reasentar a los pobres de Roma 

Los aristócratas de toda Italia probablemente consideraban la ciudadanía romana como una forma de mejorar su estatus sin comprometer sus tradiciones e identidad. Con ello perderían inevitablemente su autonomía política, pero en una Italia dominada por Roma esa autonomía contaba poco. 

El Senado se hacía el sordo a los deseos italianos. La ley Licinia-Mucia aprobada en 95 contra quienes hubieran adquirido fraudulentamente la ciudadanía romana fue particularmente mal recibida y fue «quizá la causa principal» (Asconio, 67C) de que los pueblos itálicos iniciaran una rebelión militar a gran escala que desembocó finalmente en la guerra social (91-87) tras el fracaso de las propuestas del tribuno Livio Druso (el Joven) de extender a todos ellos la ciudadanía romana y el descubrimiento de planes para iniciar la sublevación en Ascoli.

La guerra social fue una lucha titánica entre las legiones y otro componente sustancial del ejército romano, los contingentes aliados. Roma sufrió graves derrotas y perdió dos cónsules en la guerra. Los rebeldes se apoderaron de dos de las colonias latinas en el sur, Aesenia y Venusia (algo que ni siquiera Aníbal había logrado). La balanza no se inclinó del lado romano hasta que el cónsul Lucio Julio César propuso en el año 90 la concesión del derecho de sufragio a los aliados que no habían participado en la rebelión o habían depuesto las armas (la histórica Lex Iulia de ciuitate latinis danda), cuya adhesión se sumó a la de la gran mayoría de los latinos. 


El fin de la República

Durante el siglo I a. C. la política romana se caracterizó por el auge de los «dinastas», grandes figuras que consiguieron una influencia sin precedentes y cuya rivalidad acabó poniendo fin a la República. Entre ellos hay que destacar a Mario, Sila, Pompeyo, César, Antonio y Octavio, cuyos triunfos determinaron la configuración del Imperio romano.

Cayo Mario alcanzó en siete ocasiones el consulado pese a ser un nouus homo, estableciendo un récord para la República y aprovechó su prestigio militar para distribuir tierras entre sus veteranos. Con su prestigio seriamente dañado, Mario se retiró de la vida pública. No regresó a ella hasta la guerra social, en la que desempeñó un papel destacado en la derrota de los socii junto a su gran rival Lucio Cornelio Sila. Mientras éste, cónsul en 88, desmantelaba en Campania sus últimos reductos, el tribuno Publio Sulpicio Rufo recurrió al concilium plebis para transferir el lucrativo mando de la campaña contra Mitrídates de Sila a Mario. Como respuesta, Sila marchó sobre Roma con sus legiones, en la primera iniciativa de ese tipo que tomaba un general romano contra la República (primera guerra civil).  Tras su victoria en la segunda guerra civil, Sila se hizo proclamar dictator legibus faciendis et rei pvblicae constitvendae causa (dictador para hacer leyes y la constitución de la República) y emprendió una feroz persecución de los popvlares, «produciéndose en la ciudad más asesinatos de los que nadie pudiera contar o determinar» (Plutarco). Como dictador hizo aprobar un amplio conjunto de reformas, en parte reaccionarias (reducción del poder de los tribunos y abolición de la distribución gratuita de grano), y en parte progresivas (ampliación del Senado y regulación del cursus honorum). También elevó el número de pretores a ocho para afrontar las necesidades administrativas de la República, pero esto supuso un aumento del número de candidatos al consulado y con ello intensificó la rivalidad política.

La rebelión de los esclavos dirigidos por Espartaco asoló Italia entre 73 y 71 y los piratas se enseñorearon del Mediterráneo. El ascenso de Cneo Pompeyo estuvo estrechamente relacionado con la incapacidad del Senado para resolver adecuadamente esos problemas. 

Mientras Pompeyo guerreaba en Oriente, el legado contradictorio de Sila se puso en evidencia con la conspiración del senador popularis Lucio Sergio Catilina, denunciada por el cónsul optimas Marco Tulio Cicerón en 63. Catilina huyó hacia la Galia pero fue derrotado de forma aplastante por Marco Antonio cerca de Pistoia, en Etruria. Cuando Pompeyo regresó a Roma en 61 sus adversarios en el Senado, celosos y temerosos de sus éxitos, frustraron su intento de premiar a sus veteranos con tierras y demoraron la ratificación de sus reformas en Oriente. Sus dificultades le incitaron a repartirse el poder con otras dos figuras preeminentes, el rico Craso y el ambicioso César. 

 En 52 el caos político y la desesperación de los optimates (la fracción aristocrática del Senado) llevaron al nombramiento de Pompeyo como cónsul único. A aquella anomalía constitucional, ya que hasta entonces la magistratura suprema siempre se había compartido, se añadió el procedimiento de elección, mediante un decreto senatorial en lugar del voto popular, lo que sentaba otro precedente para el futuro.

Entre 58 y 52 César había conquistado para Roma toda la Galia al norte de la Narbonense, añadiendo a su dominio un área enorme. En total, aquella guerra pavorosa y devastadora, impulsada más por el deseo de engrandecimiento personal del propio César que por consideraciones estratégicas, provocó, según una antigua estimación, la muerte de alrededor de un millón de galos. La conquista de la Galia enriqueció enormemente a César, quien al ver reforzada su posición regresó inmediatamente a Italia con un ejército endurecido en la batalla.  La guerra civil entre César y Pompeyo, sus hijos y seguidores se prolongó desde 49 hasta 45. Cuando cruzó el límite de su provincia en el Rubicón (enero de 49), cerca de Ariminum, estaba traspasando ilegalmente los límites de su mando y declarando de hecho la guerra.

A diferencia de Sila, no obstante, César no utilizó su posición de dominio incontestable para proscribir a sus adversarios derrotados, adoptando por el contrario una política de clemencia hacia ellos. En 49 había sido nombrado dictator, magistratura excepcional que en principio no debía durar más de seis meses, pero en 48 volvió a serlo, con Marco Antonio como magister equitum, y de nuevo en 46 para un plazo de diez años; finalmente, en febrero de 44 se hizo nombrar dictator perpetuo. Este último desafio a la legalidad constitucional, al que se añadía su evidente deseo de ser adorado como un dios, condujo a su asesinato en los idus de marzo de 44. 

Aunque consiguieron eliminar al dictador, su asesinato no fue bien recibido por la plebe romana, que tenía en gran estima a César, y pronto perdieron el control de la ciudad frente al lugarteniente de César, Marco Antonio.

 Éste, bajo la presión del Senado reavivado por el anciano Cicerón, llegó a un acuerdo con los otros dos dirigentes surgidos tras el asesi nato de César: Octavio, sobrino-nieto y heredero de César, coaligado brevemente a los senadores opuestos a Antonio, y Marco Emilio Lépido, magister equitum al que el Senado había nombrado gobernador de la Galia Narbonense. A finales de 43 constituyeron el Segundo Triunvirato, que a diferencia del Primero fue ratificado por los comicios centuriados con la Lex Titia que les daba plenos poderes, renovada en 38 por otro quinquenio.

En Oriente Antonio, tras un intento infructuoso de invadir Partia, se instaló en Egipto actuando como un príncipe helenístico junto a Cleopatra VII Filopator, última reina de la dinastía ptolemaica creada por Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno; sus «Donaciones de Alejandría» (34), en las que repartía entre Cleopatra y sus hijos la parte oriental del imperio, supusieron la ruptura con Octavio, quien convenció al Senado de la necesidad de aplastar a Antonio y Cleopatra, a quienes derrotó efectivamente en Actium (31) y persiguió hasta Egipto, donde se suicidaron (30). En 29 Octavio regresó a Roma, donde se celebró un triple triumphus como si se hubiera tratado de una guerra contra una potencia extranjera. A continuación emprendió la transformación de la ciudad mediante un programa de edificaciones y legitimó su poder omnímodo en las disposiciones constitucionales de 28-27 y 23, con las que se iniciaba la era imperial

La preeminencia de ciertos populares radicales como César sólo fue posible mediante la explotación de la dimensión democrática de la política romana, afianzada durante el siglo II por una serie de medidas que proclamaban la soberanía popular, entre las que cabe destacar la votación secreta en las elecciones (139), las asambleas judiciales (137), las asambleas legislativas (129) y los juicios por traición (107); como reflexionaba Cicerón, «la ley electoral ha destruido toda la influencia (auctoritas) de los optimates». En la caída de la República desempeñaron un papel vital sus propios tribunos, algunos de los cuales promovieron la violencia política y el bloqueo de las instituciones civiles para favorecer fines personales.

Al final de la República los equites trataron de defender sus propios intereses; aunque su objetivo era el mismo que el de los senadores en cuanto al prolongado éxito de Roma y su imperio, cada vez eran más frecuentes los conflictos entre los dos órdenes, especialmente sobre el control de los tribunales, a los que puso fin en 70 la Lex Amelia que estableció una composición tripartita a partes iguales entre los senadores, los equites y los tribuni aerarii (un grupo de funcionarios sobre el que se dispone de pocos datos, presumiblemente de estatus similar al orden ecuestre).

El resultado fue una inestabilidad crónica, a medida que la lealtad de los soldados se desplazaba de una noción abstracta del Estado romano-expresada en frases como Senatus Populus Que Romanus (S. P. Q. R.) o la propia res publica- a los generales dinásticos de los que dependía su futuro.  La mayor complejidad social generó un cuerpo ciudadano más diversificado e inevitablemente un mayor conflicto ideológico.

Al final de la República era mucho más cosmopolita y más difícil de controlar por la élite. La enorme población de la ciudad dependía cada vez más de un inestable reparto de grano, que el Estado no acababa de asegurar de forma permanente. Cualquier político que pudiera mejorar aquella situación tenía garantizada la influencia política; de ahí las medidas de los tribunos Cayo Graco (123), Saturnino (100) y Clodio (58), que subvencionaban una ración mínima gratis. Esa cuestión nunca dejó de preocupar a los posteriores emperadores.

El ascenso al poder de Octavio se debió en parte a su habilidad para asegurarse el control sobre todas las nuevas fuentes de poder en la sociedad romana: militares, grupos religiosos, anticuarios y otros escritores y organizaciones colegiadas. La imposición de valores e interpretaciones -en gran medida conservadores de la religión, la literatura, el arte y la historia romanas creó una cultura «oficial» que todos los ciudadanos ambiciosos del imperio podían compartir.