jueves, 12 de junio de 2025

Transformaciones de la posguerra

Woolf, Daniel. “Transitions: Historical Writing from the Inter-War Period to the Present”. En A Concise History of History. Global Historiography from Antiquity to the Present, 229-237, 239-251. Cambridge: Cambridge University Press, 2019. [traducción al español para uso exclusivo del curso]


Transiciones: escritura histórica desde el período de entreguerras hasta el presente


Historiadores de los Annales; microhistoria

La ‘Escuela’ de Annales se originó en la Francia de entreguerras y lleva el nombre de la revista Annales que comenzó a publicarse en 1929 en la Universidad de Estrasburgo, bajo la dirección de Marc Bloch y Lucien Febvre. Ambos fueron influenciados por los trabajos anteriores del sociólogo Émile Durkheim y del filósofo y geógrafo Henri Berr (1863- 1954). Los annalistas repudiaron la historia estrictamente política en favor de una histoire totale (historia total) que examinara la geografía, el clima, la economía y los patrones agrícolas y comerciales, así como las costumbres. 

La École, fundada en 1868, es una institución destinada únicamente a la formación de posgrado, con el objetivo de complementar, en lugar de duplicar, los planes de estudio de las universidades. La nueva sección se dedicó específicamente a la investigación avanzada en ciencias sociales, y en 1975 se había convertido en una institución independiente por derecho propio, la École des hautes études en sciences sociales (Escuela de altos estudios en ciencias sociales, EHESS).

Los Annales han cambiado varias veces su orientación investigativa en las últimas ocho décadas, por lo que es más apropiado considerarlos como una tradición en evolución que como una ‘escuela’.

La ‘segunda generación’ de annalistas, un distinguido grupo a la cabeza del cual se encontraba Fernand Braudel (1902-1985), alumno de Febvre. Braudel impulsó decididamente la idea de la tierra y el mar como agentes de cambio. Braudel abogó por subordinar la histoire événementielle (historia episódica, referida a las acciones humanas a corto plazo, por ejemplo, en el mundo político) al estudio de períodos de duración intermedia o conjonctures (coyunturas) sociales, materiales y económicas, y a los cambios geográficos y climatológicos aún más lentos que tienen lugar a lo largo de la longue durée (larga duración) de siglos. Todavía no está claro hasta qué punto el enfoque es realmente aplicable a diferentes temas.

Las tendencias cuantitativas de esta etapa de la historiografía de Annales, también evidentes en la obra de Ernest Labrousse (1895-1988) – contemporáneo de Braudel pero no analista.

En décadas más recientes, sin embargo, se ha producido un nuevo cambio en la tradición. Muchos historiadores de Annales, y otros fuera de Francia que se identifican a sí mismos como sus admiradores o asociados, se han desviado de la cuantificación y se han dirigido al estudio de las mentalités a la manera de Bloch y Febvre, poniendo mucho más énfasis en las creencias individuales y colectivas y en las experiencias de vida a nivel local.

Fuera de Francia, otras personas han trabajado en una escala deliberadamente menor, por ejemplo, los proponentes alemanes de Alltagsgeschichte – literalmente la historia de la vida cotidiana– durante la década de 1980, en una reacción paralela contra la abstracción de la ‘ciencia social histórica’ alemana. La ‘microhistoria’ de los años setenta, ochenta y noventa surgió inicialmente en Italia. De hecho, microhistoria es una abreviatura práctica para describir un conjunto de formas diferentes de estudiar lo general a través de lo local.

Las grandes fortalezas de la microhistoria, especialmente en su última forma, consisten en que es muy fácil de leer (típicamente cuentan un relato) e involucra a individuos históricos identificables cuyas dificultades y peculiaridades humanas evocan una simpatía emotiva, recuperando una humanidad a veces perdida en la gran escala de la historia annalística al estilo de Braudel.

Por otro lado, voces críticas se han preguntado sobre la utilidad de algunos de estos estudios, cuestionando el grado en que permiten hacer generalizaciones válidas sobre cómo funcionaban las sociedades pasadas a partir de estos ejemplos ‘micro’, o bien desafiando la evidencia en que se basan las narrativas mismas o el alto grado de conjetura e inferencia que exigen, además, tienen el potencial de difuminar las diferencias entre el pasado y el presente y, con ello, un sentido de distancia que durante tres siglos se ha considerado un elemento esencial en el pensamiento sobre la historia.


Historia y Ciencias Sociales

Ya desde Jean d’Alembert e incluso Ibn Jaldún, se habla de la cercanía de la historia y otras ciencias sociales. La respuesta usual de los historiadores del siglo XIX hacia las ciencias sociales emergentes había sido la sospecha, debido al predominio del rankeanismo y su énfasis en la historia política, a la atención historicista más general al individuo en lugar de a la sociedad, y a la popularidad de la biografía y la historia heroicas entre el público lector.

 Marx, por supuesto, ya había esbozado una versión particular del vínculo de la historia con la economía, mientras que otros, como Comte, la habían vinculado con la disciplina aún más nueva de la sociología. La Methodenstreit (disputa sobre el método) alemán había sido, en parte, un debate sobre la naturaleza de la conexión de la historia con estas y otras disciplinas, especialmente la antropología, la geografía y la psicología.

Entre los fundadores de la moderna historia orientada a las ciencias sociales destacan otros dos sociólogos tempranos: el francés Durkheim y el alemán Max Weber. Ambos estaban enormemente interesados en el pasado.  En la primera mitad del siglo XX, los sociólogos británicos y, sobre todo, los estadounidenses, recurrieron a la historia (un tránsito no siempre correspondido en la otra dirección).

La medición empírica siempre ha sido un componente importante de la historia orientada a las ciencias sociales – y a veces incluso de la historia política. Si bien la cuantificación tiene un largo pedigrí, fue después de la Segunda Guerra Mundial que surgió más claramente como una potencial pomada canaria para los historiadores ansiosos por unir su oficio a las filas de las ciencias ‘duras’.  La ‘nueva historia económica’ o ‘cliometría’ surgió por primera vez en la década de 1960.

El período comprendido entre finales de la década de 1950 y principios de la de 1970 marcó el punto álgido en esta fase de la alianza entre sociología e historia.

A mediados de la década de 1970, la influencia de la sociología y la economía había comenzado a decaer entre los historiadores, algunos de los cuales miraron hacia otras partes de las ciencias sociales, en particular hacia la antropología, y en primera instancia la variedad ‘estructuralista’ personificada por Claude Lévi-Strauss.

Esto ocurrió al mismo tiempo que la historiografía europea comenzaba a distanciarse de un enfoque en grandes patrones y sistemas y, en cambio, se volvía hacia el examen de casos particulares, locales, a veces típicos y a veces bastante atípicos (como se manifestó en la microhistoria).

El diálogo continuo entre la historia y las ciencias sociales es en parte una consecuencia de esa conversación anterior, de finales del siglo XIX, sobre la historia y las ciencias naturales, un debate que sobrevivió a las intervenciones de Windelband y Croce. Este se dividiría en otras tres áreas, la filosofía de la historia, la filosofía de las ciencias sociales y la historia y sociología de la ciencia, y de ahí volvería a la disciplina de la historia misma.


El otro desarrollo también involucró a la ciencia, específicamente a su historia y sociología. En 1962, Thomas Kuhn (1922-1996), un físico convertido en historiador. Kuhn sugirió que la ciencia se conducía de dos modos distintos: rutinariamente como ‘ciencia normal’, modo en el cual los investigadores que operan bajo supuestos y reglas compartidos aumentan gradualmente los datos y los conocimientos; y, ocasionalmente, en un modo de ‘crisis’ durante el cual esos viejos supuestos se desmoronan –principalmente por el peso de los datos que ahora los contradicen– y hay que generar supuestos nuevos totalmente inconmensurables con los anteriores. Kuhn llamó ‘paradigma’ a la colección de supuestos y prácticas determinantes, y así legó para siempre esa palabra a las ciencias sociales 

Con respecto a la historiografía en general, los conceptos de ‘cambios de paradigma’ y ‘ciencia normal’ han tenido dos efectos principales. En primer lugar, dentro de la propia historia de la ciencia – que a lo largo de finales del siglo XX se ha convertido en una disciplina independiente– el modelo kuhniano contribuyó a crear un tipo diferente de historia, fijada menos en la explicación detallada de las ideas científicas del pasado y más en sus contextos sociales y culturales (y las limitaciones y restricciones que éstos imponían a la generación de conocimiento), independientemente de su estatus normativo o de su consistencia interna. La segunda forma en que las ideas de Kuhn han afectado a la historiografía va mucho más allá de la historia de la ciencia y se extiende a otras áreas: si su modelo ayuda a explicar el cambio científico, ¿se puede aplicar también a nuestra comprensión de cómo cambia la historiografía misma? 


Historia bajo dictaduras y regímenes autoritarios

El filósofo Karl Popper desconfiaba profundamente de los vínculos entre la historia y las ciencias sociales, creyendo que habían conducido a intentos violentos y opresivos de diseñar sociedades de acuerdo con patrones históricos aparentemente ‘inevitables’. Lo que sí es cierto es que el siglo XX ha visto (y el XXI sigue viendo) el uso de la Historia y la historia por una serie de dictaduras, juntas y regímenes totalitarios a la derecha y la izquierda del espectro político.

En la Italia de Mussolini, historiadores emigraron tras la imposición fascista de leyes antijudías en 1938. Pero los fascistas no se dieron por satisfechos, como algunos regímenes, con la eliminación de los enemigos percibidos: cooptaron a historiadores como Gioacchino Volpe (1876-1971) para que escribieran relatos ideológicamente aceptables.

Japón siguió un curso similar en la década de 1930, destacando las conexiones con un glorioso pasado imperial y con éxitos militares más recientes contra potencias vecinas como Rusia. 

En Alemania, un nacionalismo agresivo y nostálgico proporcionó la columna vertebral ideológica de la historiografía nazi y justificó la purga de la profesión y de la intelectualidad en general. Los historiadores judíos y de izquierda huyeron de Alemania durante la década de 1930, arribando principalmente a Gran Bretaña y Estados Unidos, donde tendrían un profundo impacto en las profesiones de posguerra en ambos países. De mayor importancia son las secuelas de la historiografía nazi desde 1945, la revisión de la historia alemana y el difícil y a menudo doloroso proceso de reflexión sobre su distintivo pasado reciente. La mayor transición se produjo después del final de la guerra, cuando se rompió la resistencia tradicional de la profesión a los métodos de las ciencias sociales.

Controversia de Fischer a principios de la década de 1960: Fischer afirmó la responsabilidad alemana tanto por la Segunda Guerra Mundial –lo que ya se aceptaba por la mayoría de los historiadores convencionales– como por su predecesora. En su opinión, se podía trazar una línea directa desde las políticas de los estadistas alemanes de finales del siglo XIX hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.

El ‘Historikerstreit’ (‘disputa de los historiadores’) de finales de la década de 1980: La pregunta aquí era si el Holocausto fue el acto anómalo de un pequeño grupo de criminales (los líderes nazis) o más bien algo aún más siniestro: la espantosa culminación de profundos problemas estructurales dentro de la sociedad alemana. 

En la extrema izquierda, las condiciones para la historiografía durante gran parte del siglo XX fueron notablemente similares. La atmósfera moderadamente tolerante de la década de 1920 dio paso a estrictos controles del Partido, y a partir del debilitamiento simultáneo y luego la disolución (1936) de la Sociedad de Historiadores Marxistas, el Estado ejercería una influencia dominante en la escritura de la historia. La censura rígida alcanzó su punto máximo en los últimos años del gobierno de Stalin, durante los cuales prácticamente cualquier forma de historia en libros, películas o transmisiones tenía que reflejar los juicios contenidos en el libro de texto estalinista. Con la llegada de la Guerra Fría, la supervisión del Partido se extendió más allá de las fronteras de la URSS para incluir a sus ‘aliados’ del Pacto de Varsovia en Rumania, Polonia, Bulgaria, Alemania Oriental, Hungría y Checoslovaquia, todos los cuales impusieron diversos grados de restricción a los historiadores. 

La imposición del marxismo de Estado sobre la historiografía en el otro gran bastión del comunismo, China (República Popular desde 1949), se complicó por el hecho de que el dogma maoísta tenía que superponerse a una sociedad todavía organizada en muchos sentidos según los principios confucianos: El confucianismo veía el mundo como un continuum estable, puntuado por ascensos y caídas dinásticas; el marxismo lo veía como el escenario del progreso lineal; donde el confucianismo veía orden y armonía, el marxismo giraba en torno a la lucha de clases y la revuelta. A partir de principios de la década de 1950 y hasta la década de 1970, la erudición china se enfocó en la historia del campesinado y del capitalismo, presentando el triunfo del comunismo como inevitable. La Revolución Cultural tuvo un impacto aún más terrible unos años más tarde. Desde el comienzo de la liberalización a finales de la década de 1970, se han abierto eras enteras para su examen, aunque una resolución del Partido de 1981 intentó poner coto, en nombre de la unidad, a las discusiones históricas en curso sobre el período maoísta. En el último cuarto del siglo XX, la historiografía china también ha comenzado a interactuar una vez más con Occidente. 

En 2009 Rusia inauguró una comisión presidencial para contrarrestar ‘la falsificación de la historia contraria a los intereses de Rusia’ y restaurar la maltrecha imagen soviética. 

La forma reactiva de esta vigilancia del pasado es observable en aquellos regímenes, de derecha o de izquierda, donde se produce una flagrante represión y censura, donde los canales de publicación están estrictamente controlados, la opinión es monitoreada de cerca y la disidencia es castigada con la pérdida de un empleo académico, el exilio o el encarcelamiento.

Historia desde abajo

La intolerancia política no es patrimonio exclusivo de los regímenes autoritarios, y las limitaciones a la libertad de expresión y publicación de los historiadores se producen incluso bajo gobiernos democráticos.

El coqueteo de muchos intelectuales con el socialismo y el marxismo antes de 1945 sentó las bases de una tendencia historiográfica más amplia que, en la era de la posguerra, se convertiría en la historia del trabajo, la ‘historia radical’ y lo que a veces se llama ‘historia desde abajo’.

Exceptuando a Francia e Italia, ningún país democrático ha generado una historiografía marxista tan vigorosa como Gran Bretaña, donde prácticamente todos los períodos desde la Edad Media hasta principios del siglo XX han sido bien cubiertos, y donde los historiadores socialistas y marxistas han disfrutado de un perfil público desproporcionadamente importante en comparación con su número relativamente pequeño.  

Los historiadores británicos de izquierda han evitado en gran medida la persecución política y la interrupción de la carrera sufrida por sus homólogos en otros lugares. 

Estados Unidos tiene una tradición igualmente larga de ‘historia de izquierda’, que se remonta a los historiadores progresistas y nuevos de principios del siglo XX. A partir de 1945, un nuevo compromiso con las ideas concomitantes del excepcionalismo de Estados Unidos y el ‘consenso’ sobre el que este se construyó. A finales de la década de 1940 y 1950 quienes tenían afiliaciones izquierdistas a menudo se enfrentaron a preguntas difíciles sobre su ‘lealtad’. A veces, por supuesto, la censura podía venir de la otra dirección, ya que los liberales entraban en conflicto con aquellos que tenían posiciones más radicales. 

La historia desde abajo, junto con la historia negra, la historia de las mujeres y la historia nativa, habían establecido a principios de la década de 1970 una pequeña pero firme cabeza de playa en los departamentos de historia de las universidades. A finales de esa década, la posición curricular de todos ellos era bastante más segura, justo a tiempo para resistir el resurgimiento del conservadurismo de la década de 1980 en Estados Unidos y varios de sus aliados occidentales. No hay certeza de que puedan resistir la propagación del anti-intelectualismo populista, la hostilidad a la evidencia y el pensamiento reduccionista que ha contaminado el discurso público en los últimos años. 


miércoles, 11 de junio de 2025

RÉGIMEN IMPERIAL

Gómez Pantoja, Joaquín. "Orígenes y desarrollo del régimen imperial" en: Historia Antigua (Grecia y Roma)., pp. 501-528.


ORÍGENES Y DESARROLLO DEL RÉGIMEN IMPERIAL. DE LOS IDUS DE MARZO AL «AÑO DE LOS CUATRO EMPERADORES»


1. Fuentes

Muchas fuentes directas o que se informaron de documentos directos. Cicerón, Tácito y Suetonio. También autores griegos como Estrabón, Dion Casio, Plutarco y Josefo. Literatura que refleja la mentalidad de la época como Horacio, Virgilio y Ovidio. Los papiros de Egipto son muy abundantes en información. Los dos primeros siglos del imperio fueron la edad de oro de las inscripciones. Hay inscripciones en monedas, paredes, láminas metálicas, etc. La cultura material y el equipamiento urbano son la parte más visible de la romanización.


2. De los “Idus de Marzo” hasta Accio

El magnicidio de Julio César el 15 de marzo de 44 a.C. (idus o mitad de marzo), para liberar a Roma de la tiranía, aunque contó con apoyo de Cicerón, no tuvo respaldo popular. Menos cuando se descubrió la herencia de Julio César al pueblo de Roma. Marco Antonio, cónsul con Julio César (a quien sucedió Lucio Escribonio Libón), se mantuvo al margen sin apoyar a los autores. El senado le rindió honores a César a la vez que aprobó una amnistía para los “libertadores”.  Hubo un nuevo reparto de provincias y a Marco Antonio se le asignó Macedonia pero se rebeló y por manejos políticos en el Senado incorporó la Galia Cisalpina a sus provincias (que se le había otorgado a Décimo Bruto).


Cayo Octavio, provenía de un hogar poderoso, su padre se casó con una sobrina de Julio César. Luego su madre al enviudar se casó con Lucio Marcio Filipo que fue cónsul. César lo tuvo cerca y lo llevó a batallas en África y en la campaña contra los partos, volviendo victorioso. Al morir Julio César Octavio reclamó su herencia y pidió castigo a asesinos, lo que fue obstruido y por eso tuvo enfrentamiento con Marco Antonio.


Octavio se presentó al foro romano con soldados, lo que fue visto como sublevación. Soldados de Marco Antonio dieron su apoyo a Octavio. Logró que el Senado exigiera a Marco Antonio (de camino a La Galia con las tropas Macedónicas), regresar las tropas, este se negó y hubo combate sangriento entre tropas de cónsules leales a Octavio y a Marco Antonio con triunfo para Octavio, pero seguía sin el apoyo del Senado. Tomó militarmente el senado el 19 de agosto de 43 a.C. y este le eligió cónsul, a la vez que estableció tribunal para juzgar a los asesinos de Julio César. A pesar de la disputa, Octavio, Marco Antonio y Lépido (colaborador de César) se reunieron cerca de Bolonia y pactaron paz y formaron gobierno de los tres, el triunvirato con poderes superiores a los de cualquier Magistrado.


Se le recuerda como el segundo triunvirato por el acuerdo entre Pompeyo, Craso y César en 61 a.C., pero este no tuvo refrendo legal. Este segundo sí lo tuvo por lo que el Senado tuvo que aceptarlo, pero dio pie a la revolución. Se proscribieron aliados de los enemigos, incautaron bienes y eliminaron a enemigos como Cicerón. Con los bienes una nueva aristocracia leal al triunviro de fortaleció. En el reparto de provincias Ocatio fue el perdedor pero era el menos experimentado. Las orientales se dieron a Bruto y casio, asesinos de Julio César, lo que provocó guerra civil y fueron derrotados los últimos dos asesinos de Julio César. Esto obligó a un reparto del poder, con Antonio en Oriente, Octavio en Roma y Lépido fue desposeído.

Marco Antonio fue de campaña a poner orden y al día los tributos en Oriente, así como a restaurar tratados y alianza. Luego fue a Egipto y fue cautivado por Cleopatra. El conflicto seguía y el triunviro en Roma no lograba poner orden. Marco Antonio regresa y acuerda con Octavio alianzas, se reparten el occidente Octavio y Oriente Marco Antonio, y se casa con Octavia, su hermana.

Otra causa del caos era la hostilidad de Pompeyo (hijo, llamado Sixto Pompeyo) que bloqueaba el abastecimiento de Roma con sus naves y hubo que negociar con él y ceder el control de Sicilia, Córcega y Cerdeña (de Octavio) así como el Peloponeso (de Marco Antonio). Octavio solo pues Marco Antonio no le apoyó, lo combatió en Córcega y Cerdeña triunfando. Luego pactó con Lépido y Marco Antonio (acuerdo de Tarento) y derrotaron a Pompeyo, recuperando las provincias Octavio y consagrándose como dueño de todo el occidente del Imperio.

Los rumores de la relación de Marco Antonio con Cleopatra eran más fuertes y se supo que estaba organizando el Oriente sin contar con Roma. El triunfo de la campaña contra los partos es 34 a.C., fue celebrado en Alejandría. Al final del 33 a.C., Octavio dio por finalizado el triunvirato y juraron lealtad a Octavio todos los habitantes de las ciudades de Italia, las Galias, África, Sicilia, Cerdeña y las Hispanias. Marco Antonio y Cleopatra fueron declarados enemigos de Roma por el Senado. Marco Antonio y Octavio se enfrentaron el guerra en la entrada del golfo de Ambracia, bajo el promontorio de Accio en la Batalla de Accio el 2 se diciembre de 31 a.C.: Cleopatra se retiró sin pelear y Marco Antonio huyó con ella. Octavio buscó apoyo de Herodes de Judea (antiguo cliente de Marco Antonio) y desde Siria lanzó operaciones contra Egipto. Antonio se suicidó creyendo muerta a Cleopatra. Luego Cleopatra se suicidó. Egipto sería así una provincia de Roma pero con prohibición de ser visitada por Senadores. Octavio estableció un protectorado sobre Armenia y logró fidelidad de casi todas las dinastías locales. Herodes de Judea, Amintas de Galacia y Arquéalo de Capadocia.



3. El Principado de Augusto

Octavio era ahora dueño del poder absoluto, pero a la vez como triunfador de la guerra civil, debían acabar su poderes extraordinarios. Con una fachada institucional, de restauración, avanzó hacia una monarquía. Ejerció el consulado por quinta vez y renovándose anualmente hasta 23 a.C. Gozaba de privilegios de origen, divinos, y de inmunidad otorgada por los tribunos plebeyos, aunque todo dependía realmente de la decisión del Senado. En 28 a.C., con el apoyo de Agripa hicieron labores censales y de reconstrucción interna, para restaurar las viejas costumbres. Eliminaron cerca de 200 miembros del Senado para elevar la calidad moral y condición social a la vez que fortaleció esa aristocracia haciendo el Senado hereditario. 

Octavio tomó entonces en 27 a.C. una decisión sorpresiva: renunció a sus poderes extraordinarios y los devolvió al Senado y al Pueblo de Roma (restauratio rei publicae) devolviendo todo lo que durante el triunvirato se tomó, excepto provincias fronterizas conflictivas donde mantuvo poderes excepcionales. El Senado tomó decisiones para dar imagen institucional al nuevo régimen y le otorgó el título de Augusto: Imperator Caesar Divi filius Augustus a partir de 27 a.C. Así se le renovó el consulado anualmente. En 23 a.C., renunció definitivamente a su poder. Conservó poder de imperius maius (autoridad sobre otros magistrados y asamblea) y potestad tribunicia (derecho de veto y poder promover plebiscitos).

Augusto era muy adinerado por Herencias y botines pero dedicó mucho al evergetismo. Con el acuerdo se semejaba a relaciones de patronazgo y clientela.

En 2 a.C. se le dio el título de pater patriae.

Augusto fue un servidor estatal austero, justo que buscaba ejemplaridad, pero no dudaba en anteponer la razón de Estado a cualquier otro valor, aplastando opositores y obstáculos. Su tercer matrimonio con Livia en 38 a.C., fue motivo de rumores ya que se aseguraba que ella había inducido la muerte de todos los herederos de su marido, excepto su hijo Tiberio, que ciertamente murieron pronto. Augusto sin embargo marginó a Tiberio como sucesor.

Aparte de ella, su amigo Mecenas fue protector de los escritores de la época (Virgilio, Horacio y Propercio). Agripa era más cercano y afín. En 21 a.C. trató de designarlo sucesor pero no fue posible pues murió en 12 a.C. Como Augusto no reconocía el carácter monárquico de su autoridad, no pudo establecer una línea de sucesión clara y garante de legitimidad. Al final, aunque obligó a Tiberio a divorciarse de Vipsania, hija de Agripa, y lo obligó a casarse con su hija Julia tuvo que renunciar a sus magistraturas y exiliarse en Rodas por manipulaciones de Augusto.

Cayo César (hijo de Julia), asumió como Príncipe de la Juventud pero no pudo asumir por muerte prematura. Le quedaba un hijo póstumo de Agripa y Tiberio, a quien el Senado reconoció como sucesor.


Agusto era restaurador, por lo que no pretendió ni abolir ni modificar ninguna institución republicana como magistraturas, Asambleas o el Senado, pero sí ejerció su poder de forma indirecta recomendando candidatos. Con el Principado el Senado fue cada vez más el depositario de la soberanía de Roma. Era consultivo del Príncipe pero se consideraba conveniente que aprobara sus decisiones y los senatusconsulta fueron leyes. Las guerras y sus beneficiados, así como estrategias de Augusto, fueron reemplazando mucha de la aristocracia del Senado por una nueva clase no Romana. 

Había teóricamente un doble gobierno: el tradicional constituido por las Asambleas del pueblo y magistrados electos anualmente, junto con el Senado y el que ejercía el Príncipe, extraoficial y sin aparentes poderes. 

Desde principios del siglo I a.C., los habitantes de Italia eran además ciudadanos romanos. Augusto la dividió en once regiones censales y fiscales pero no se involucró tanto. 

En donde su ejerció su poder fue en las provincias imperiales que eran territorios fronterizos, las provincia principis era un territorio enorme, gestionado por el Príncipe. Delegaba poder en los legati augusti (de rango pretorio) para las provincias más delicadas como Tarraconense, Siria, Dalmacia, Pannonia, Mesia o Germania. A los pretorios se les delegó Lusitania, Aquitania, Bélgica, Lugdunense y Galatia.

Un tercer grupo impropio de la dignidad senatorial eran Ratia, Alpes, Nórico, Judea, Cerdeña y Córcega.

Egipto era administrado como su propiedad personal. 

Las comunicaciones eran registradas por esclavos y libertos, que es el germen de la burocracia imperial.


Aunque se asocia la expansión imperial con el período entre la victoria sobre Pirro (guerras pírricas 280-275 a.C. en Epiro (Albania hoy) y la destrucción de Cartago (tercera guerra púnica 149-146 a.C.), realmente es en el siglo siguiente, el que termina en 31 a.C. que se dio el crecimiento por la incorporación del Oriente Helenístico, casi toda Iberia, las Galias y tierras en el norte y este de Italia. Es dudoso si hubo un plan estructurado o meras oportunidades y el deseo de satisfacer a la opinión pública.

El principal peligro estaba en el frente oriental por amenaza de avances de partos sobre Siria, Asia Menor y reinos bajo la protección como clientes que servían de tapón.

Armenia fue protectorado que sin ser cliente ni provincia ayudó a la contención. Capadocia y Ponto seguían siendo reinos independientes pero servían de tapón. 

Siria era el punto de apoyo para la defensa con el apoyo de Judea y principados árabes. 

Los mayores éxitos los cosechó Augusto en Europa, pues sus enemigos no tenían el poder de Roma. Existía la debilidad de los Alpes con pueblos desleales y  que llegaron hasta a imponer peajes a Roma.

Las conquistas se extendieron hasta el Danubio medio. Ilírico fue dividida en Dalmacia entre la costa y el río Save y Pannonia desde ahí hasta el Danubio, ya a la altura de hoy Austria, Hungría y Rumanía. El Danubio terminó siendo la frontera septentrional del Imperio.

Salvo puntos de rebelión, en veinte años Roma se hizo con cierta facilidad de un territorio extenso. Hubo que concentrarse en su organización, más que en lo militar.

En Germania Arminio en 9 d.C. consiguió derrotar al gobernador romano Quintilio Varo, lo que supuso el repliegue y frontera romana.

Hispania fue fuente de permanentes conflictos por la resistencia de sus indígenas.

Permanecía la idea de conquistar Britania, sueño de Julio César. 

En el sur había poco interés por el desierto y porque una colonia en Numidia (Argelia) y en el reino vasallo de Mauritania parecían suficientes para controlar el lindero. 


ROMA IMPERIAL: Economía, sociedad y cultura

Barceló, Pedro. Breve historia de Grecia y Roma, pp. 230-248.


1. La agricultura

La agricultura constituyó la base del sistema social y económico, principalmente de subsistencia. Familias del estamento superior se enriquecieron ocupando territorios confiscados a enemigos (ager publicus) y usando esclavos (prisioneros de guerra). Hubo expansión de productos y una creciente urbanización.

Las expediciones militares implicaron endeudamiento de campesinos que debieron endeudarse y eso los colocó en dependencia de los terratenientes o debieron emigrar a Roma. A partir del imperio, se impuso el colonato: sujeción del campesino a la gleba (tierra de labranza).


2. Artesanía y Comercio

Con la formación de un Imperio universal romano, se fomentó el crecimiento de la artesanía, el comercio y las obras públicas. Tenía como barreras en tierra lo costoso del traslado y el peligro en mar por piratería, por eso los mercados solían ser regionales.

El ordo senatorus lucró con los botines de guerra, por eso el Senado aprobaba las guerras y tenía una ética de acumulación de tierras antes que comercio activo. El ordo equester, caballeros surgidos de un campesinado pudiente, la expansión romana les abrió la posibilidad de recaudar impuestos (publicani), convirtiéndose en intermediarios financieros del Estado y gobernantes. Se modernizó sistema monetario con monedas de plata (denario, equivalente a 10 as) y de bronce (as). Los productos esenciales (materias primas como minerales y metales, además de mármol) eran comerciados con intermediación estatal (annona) y solo los suntuarios eran como en economía de mercado. Había asociaciones de comerciantes en collegia o corpora que defendían su intereses ante la administración romana.


3. Los esclavos

El mercado de esclavos fue muy activo durante la expansión, especialmente luego de la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.), pero sus condiciones provocaron revueltas como la de Espartaco (74-71 a.C.) Eran usados en agricultura, comercio y servicio doméstico urbano.

Al cesar la expansión en el este y pacificar el oeste con Augusto, ese mercado entró en recesión y ganó espacio la mano de obra libre. 

La mentalidad romana veía mal las actividades de alto rédito y preferían mantener ambos bajos. Surge una nueva clase social: los esclavos liberados (liberti) que ejercían comercio. Los esclavos que tenían dinero (peculio), podían ejercer actividades comerciales, pero siempre bajo poder de su propietario y si adquirían libertad, bajo poder de los patroni. Estaban excluidos de la vida política como magistratura y sacerdocio (honores), y lo que trataban era de que sus hijos y nietos ascendieran. Hubo una movilidad social desconocida hasta entonces.


4. La ciudadanía

Durante la Pax Romana, declarada por Augusto (27 a.C.), el siglo II d.C. es de bienestar económico, pero en el s. III d.C., cae en crisis por guerras civiles y ansias de poder de cónsules, más crisis económica y empobrecimiento. Medidas como la redistribución de tierras no fueron suficientes. Luego de la Segunda Guerra Púnica, el estamento campesino se rebeló. La ciudadanía fue otorgada en 91-88 a.C., y así Italia se hizo romana. Se debilitó en ordus senatorius y hubo advenedizos sociales.


5. La romanización

Durante el largo gobierno de Augusto (31 a.C. a 14 d.C.), se introdujo una administración única, una red viaria, expansión de latín como lengua administrativa y la atracción de provinciales al ejército, hicieron posible la difusión de de las ideas romanas. El otorgamiento del derecho de ciudadanía (Caracall, 212 d.C.) a todos los libres del Imperio así como la urbanización son la base de esta expansión de la romanidad. Provinciales lograrán insertarse en los ordines tradicionales (ecuestre y senatorial) son aparte del desarrollo social del Imperio. Entre 274 y 476 d.C., hay un cambio drástico de las condiciones económicas, se acaba la prosperidad y la movilidad social. El intento de estabilizar el Imperio con la burocratización, el colonato y la movilización de recursos a la milicia condujo a presión en el sector agrícola, artesanal y comercio y provocó la desintegración de la sociedad y el colapso a partir del s. III d.C.


6. La cultura

Antes del siglo III a.C., es desconocida. Al inicio hay obras de latinos en Roma (Plauto, Terencio) y obras de historiografía política de senadores romanos (Fabio Píctor, Catón, Salustio, César, Asinio Polión, Casio Dión). La historiografía alcanza su cenit con Tito Livio y Tácito.

Hacia siglo II a.C., traducción de saber griego, despreciado por círculos conservadores (Catón) gana terreno en estamentos superiores y hay una cercanía entre ambos.

Aportes importantes de retórica y ciencias jurídicas (Cicerón). En tiempos de Augusto literatura latina destaca (Virgilio, Ovidio, Horacio, Propercio) y en siglo II (Séneca, Marcial, Juvenal, Plinio, Tácito, Suetonio).

Hacia siglo IV d.C., Claudiano, Símaco, Ausonio, pero de baja calidad. Surge historiografía eclesiástica con Lactancio, Eusebio de Cesarea y Orosio.


7. El Urbanismo

Roma fue la ciudad modelo durante el siglo II a.C. y hasta siglo III d.C., que empieza a perder protagonismo. A consecuencia de las guerras civiles colapsó el régimen republicano y se estableció el Principado, lo que fue acompañado de decadencia narrada por Juvenal (II d.C.: pan y circo) Los poderosos interactuaban con la población donando obras, lo que les daba acceso a cargos, a la vez que en esos mismos espacios se marcaba la distancia. El embellecimiento urbanístico colocaba al emperador como patrón de la plebe.

La dicotomía campo ciudad es tardía, pues no se concibió esa separación antes y ambos eran elementos integrantes de la romanidad.



jueves, 5 de junio de 2025

Una investigación sobre cómo enseñar el futuro en la educación secundaria

Anguera Cerarols, Carles. “Una investigación sobre cómo enseñar el futuro en la educación secundaria”. Enseñanza de las Ciencias Sociales, n.° 12 (enero-diciembre 2013): 29-31.


MARCO TEÓRICO Y PROPUESTA DE ESTRUCTURA CONCEPTUAL

El futuro ha sido un concepto preferente para muchos historiadores preocupados por la función social de la historia. La temporalidad está formada por tres categorías: el pasado, el presente y el futuro. Nos permite situar los sucesos tanto generales como individuales y tomar conciencia del tiempo y sus categorías. Pero ¿qué relaciones se establecen entre las tres categorías de la temporalidad? La relación se establece entre las tres categorías, en la enseñanza de las ciencias sociales, a través del pensamiento histórico y de la conciencia histórico-temporal.

Santisteban establece tres perspectivas desde las cuales podemos entender los elementos de la temporalidad histórica: el azar, el determinismo y el cambio social. 

El concepto de futuro en la enseñanza parte de las propuestas de los llamados future studies. Éstos son un campo de investigación sobre el futuro que se empezó a desarrollar en la década de 1960. Su objetivo, según Bas (1999), es estudiar el futuro a través de un conjunto de análisis a partir de los indicios del presente.

Dentro del campo de estudio de la prospectiva en la enseñanza hay una perspectiva de trabajo conocida como la educación para el futuro, especialmente en el mundo anglosajón. 

La educación para el futuro se basa en tres pilares: los tipos de futuro, las imágenes del futuro y la enseñanza holística. 

Tenemos diferentes tipos de futuro: a) el cercano, que determina las acciones inminentes; b) el futuro mediato, que comprende los siguientes 20-30 años del individuo; y c) el futuro lejano, o bien, a) los futuros posibles, que pueden ser todos los que podamos imaginar; b) los futuros probables, basados en pronósticos y tendencias lógicas; y c) los futuros deseables, estos son los que deseamos o esperamos conseguir.

El trabajo de las imágenes del futuro es otro de los elementos más destacados de la educación para el futuro. Se trata de las representaciones concretas que nos hacemos del futuro, cómo lo vemos y cómo lo imaginamos. Hay dos tipos de imágenes del futuro, las colectivas y las individuales.  Las primeras se forman a partir de: a) las creencias, como la escatología, el mesianismo o los mitos del fin del mundo; b) las ideologías, que dan lugar a las utopías; y c) la ciencia, que es donde encontramos la prospectiva o los future studies. Las representaciones individuales pueden considerarse desde cuatro puntos de vista: a) optimistas, cuando creen que todo irá a mejor; b) pesimistas: el mundo será peor o un desastre; c) tecnológicas: en el mañana la tecnología será la clave; y d) continuistas, que consideran que el futuro será muy similar al presente que vivimos.

El último elemento clave de la educación para el futuro es lo que se conoce como enseñanza holística. Este término fue propuesto por Rogers (1998) y parte de la búsqueda de la persona completa. Para la autora la educación para el futuro permite trabajar los diferentes ámbitos de la experiencia humana, es decir, no se trabajan sólo aspectos cognitivos, sino que los afectivos y anímicos también deben tenerse en cuenta. 


Presentando ‘el futuro’

Gidley, Jennifer M. “Introducing ‘the future’”. En The Future: A Very Short Introduction, 1-4. Oxford: Oxford University Press, 2017. [traducción al español para uso exclusivo del curso]


Contexto actual: crisis climática que nos señala futuros alarmantes de crecimiento de los mares, ciudades inundadas, migración en masa de refugiados climáticos, escasez drástica de alimentos debido a la pérdida de tierra arable por la sequía, las inundaciones y la salinización, y la extinción en masa de especies. El reconocido físico teórico Stephen Hawking, el filósofo de Oxford Nick Bostrom y el emprendedor e ingeniero multimillonario Elon Musk han formulado serias advertencias sobre las potenciales amenazas existenciales para la humanidad que podrían liberarse debido a los avances en una ‘super-inteligencia artificial’. Como especie, nunca hemos sido más conscientes, hemos estado más conectados globalmente, ni hemos sido más capaces de cambios radicales positivos de lo que somos ahora.

Pero el futuro único, predecible y fijo que la modelación de tendencias propone no existe en la realidad. Más bien, lo que existe allí afuera es una multitud de posibles futuros.

La misma palabra ‘futuro’ y la predicción de tendencias se han puesto de moda. Pero, paradójicamente, el cortoplacismo prospera en círculos empresariales, gubernamentales y educativos, con poca evidencia de que haya un interés por la literatura de los estudios sobre el futuro que existe desde hace varias décadas.