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jueves, 3 de julio de 2025

Aprender a enseñar historia

Pagès Blanch, Joan. “Aprender a enseñar historia. Las relaciones entre la Historia y la historia escolar”. Trayectorias Universitarias 4, n.° 7 (2018): 53-59


En este artículo planteó algunos desencuentros entre la historia que se construye en la Academia, en la Universidad, y la que aparece en los currículos, en los programas, en los textos y en las prácticas de la historia escolar.


El conocimiento histórico sigue siendo en el siglo XXI un conocimiento fundamental para saber dónde estamos y porqué estamos donde estamos, y para poder plantearnos con una cierta racionalidad hacia donde nos gustaría ir. Es necesario enseñarlo y enseñarlo con rigor y precisión para no errar –o errar poco- en las previsiones, en los cálculos. Y para poder enseñarlo hay que aprender previamente su manejo, su funcionamiento y su utilidad.


La historia que se enseña en las escuelas y en los centros de secundaria no es la historia que se investiga ni es una consecuencia directa de la investigación histórica. Sin embargo, hay más relaciones de las que se suponen habitualmente entre una y otra historia. La historia que se divulga, es un producto pensado no para dar a conocer el saber investigado sino para socializar a los y a las estudiantes, a la ciudadanía, en un pasado al servicio de la nación.


Parece que la historia escolar es reacia a incorporar las novedades que se han producido en el campo de la historia. Tal vez la causa más importante es el predominio que sigue teniendo el positivismo en la transmisión de las historias oficiales y, entre ellas, de la historia escolar.


Los destinatarios de la investigación histórica son, en primer lugar, los propios historiadores e historiadoras. También lo son quienes estudian historia o la han estudiado y, teóricamente, el público en general aunque raramente lea aquello que investigan los historiadores a no ser que se trate de una obra excepcional.

La historia escolar, por su parte, está destinada a estudiantes de escuela primaria y secundaria, a la enseñanza no universitaria. 

Los destinatarios de la investigación didáctica son, en primer lugar, los y las docentes en activo o en formación. También deberían serlo los autores de los currículos y de los programas y de los libros de texto.

Sin embargo, existen coincidencias. La principal es que los destinatarios de la historia investigada y enseñada en la Universidad, antes lo han sido de la historia escolar donde, con bastante seguridad, se habrán interesado por seguir estudiando historia.

La investigación histórica pretende hacer luz sobre el pasado, sobre hechos, procesos o problemas históricos y sus protagonistas con la intención de conocer más y mejor nuestros antecedentes y, en consecuencia, nuestro presente. Los propósitos de la investigación en didáctica de la historia consisten en conocer más y mejor los problemas de la enseñanza y del aprendizaje de la historia escolar con el fin de mejorar las prácticas y formar el pensamiento histórico de la ciudadanía para situarse en el presente y entender su historicidad. La historia escolar es una historia prescrita, obligatoria, que se selecciona pensando en socializar y no en formar el pensamiento histórico, la historicidad de la ciudadanía.

Afirma Lukacs en relación con los estudiantes universitarios: “el hábito de leer está desapareciendo a toda velocidad entre los estudiantes, que cada vez se hallan menos familiarizados con los libros, (…) en las escuelas superiores y en las universidades cada vez se exige leer menos” (p. 56). También comparten “la penetración de la “cultura” gráfica por encima de la verbal” (p. 56) y, cada vez más, el ordenador e internet y sus riesgos: “Gracias a las búsquedas electrónicas también es más fácil recabar datos o documentos. (…) Pero (…) las nuevas ventajas van unidas a nuevos inconvenientes. No resulta fácil determinar la autenticidad de lo que “se ha investigado” (…). (…) “la información” que encontramos en Google o en Wikipedia puede ser inexacta” (p. 57).


Es fundamental repensar la formación docente. Hay que repensar el oficio docente como un oficio creativo que ayuda a construir la enseñanza en la intersección compleja de los programas, los saberes de referencia, las finalidades, las prácticas y el conocimiento del alumnado.

Es necesario, pues, que la historia escolar incorpore las aportaciones de la historia para que los cambios en el mundo sean aprendidos y aprehendidos por quienes tienen en sus manos la posibilidad de construir otros futuros, los niños y las niñas, la juventud. 


jueves, 26 de junio de 2025

Woolf, Daniel. “Transitions: Historical Writing from the Inter-War Period to the Present”.

 

Woolf, Daniel. “Transitions: Historical Writing from the Inter-War Period to the Present”. “Where do we go from Here? Reflections, New Direction and Prognostication”. En A Concise History…, 255-280, 290-300. [traducción al español para uso exclusivo del curso]


** 255-260 De la historia de las mujeres a historias de género y sexualidad

La presencia de historiadoras en la profesión disminuyó en los años posteriores a la conclusión de la Primera Guerra Mundial, una tendencia que continuó hasta la década de 1960. Fuera de América del Norte y Europa occidental, la prominencia de las mujeres en la disciplina fue aún más desigual, un patrón que ha continuado hasta la actualidad.

 A finales de la década de 1960, el problema no era la falta de interés en la historia de las mujeres, o de escritos significativos sobre ella, sino más bien su ausencia de los planes de estudio universitarios y en la agenda de investigación, junto con una escasez persistente de mujeres en puestos titulares de profesorado, cualquiera que fuera su campo de estudio nacional.

La presión a favor de la historia de las mujeres en la década de 1970 acompañó al crecimiento del movimiento de liberación de la mujer (o feminismo de la ‘segunda ola’) y al desarrollo de perspectivas feministas en la filosofía y las ciencias sociales.

Sin embargo, durante las décadas de 1970 y 1980 continuaron existiendo discusiones sobre dónde y cómo encajaba la historia de las mujeres en la ‘historia propiamente dicha’ o la ‘corriente principal’. Desde el punto de vista de algunos historiadores varones, la historia de las mujeres era el símbolo por excelencia de la continua fragmentación de la disciplina a lo largo de líneas de ‘grupos de interés’.

Un cambio significativo se produjo después de 1986, año en el que Joan Wallach Scott (n. 1941), una académica estadounidense que trabajaba en la historia de Francia, publicó un artículo seminal, ‘Género: una categoría útil de análisis histórico’, instando a alejar la atención de las mujeres como seres biológicamente esencializados y reorientarla hacia el estudio del género y su construcción social (y lingüística). En lugar de centrarse en la opresión y la subordinación o, a la inversa, en la acción heroica o transgresora de la mujer en el pasado, ahora se podía centrar la atención en la forma en que el género influye en todo el rango de la actividad humana del pasado, incluidas aquellas esferas como la vida política en las que las mujeres han sido notablemente escasas. Ya no es posible ‘despreciar la historia de las mujeres o de género’. Y, al menos en América del Norte, la población de mujeres titulares o en proceso de obtener titularidad en los departamentos de historia ha crecido considerablemente.


** 260-262 Historiografía africana de la posguerra

A partir de la década de 1960, a raíz de la descolonización de la posguerra, la historia africana comenzó a abrirse camino, lentamente, en los principales planes de estudio de historia dentro y fuera de África. Una de las consecuencias de la descolonización de África fue que, en primer lugar, una narrativa maestra del progreso al estilo europeo simplemente se importó y se adaptó a fines locales. Dada esta continua influencia intelectual, gran parte de la nueva escritura histórica africana hasta bien entrada la década de 1960 estuvo marcada por una narrativa nacionalista triunfal del avance en la maduración de tal o cual ex colonia --bajo la tutela de un imperio benévolo-- hasta convertirse en un miembro libre y pleno de la comunidad internacional. Esta narrativa tenía la mayoría de los componentes de la historiografía ‘whig’ ("historia Whig" se refiere a un enfoque historiográfico que interpreta la historia como un progreso lineal hacia un estado presente ideal) previa a la guerra, tales como el desarrollo sostenido en el pasado de las instituciones políticas, la centralización del poder y la mejora de la administración –todas las características del Estado occidental moderno.

A menudo no es muy productivo examinar las tradiciones orales en busca de historicidad, menos aún de información cronológica precisa (existe una extensa literatura metodológica especializada en este asunto, que no puede detenernos aquí). Es mejor considerarlas por lo que pueden decirnos sobre los valores contemporáneos. Incluso los expertos más comprensivos han señalado tres grandes fenómenos que complican el análisis, como el ‘telescópico’ (el truncamiento o la expansión de las líneas dinásticas para llenar vacíos cronológicos), la ‘retroalimentación’ (el efecto de la escritura en el testimonio hablado, y específicamente el riesgo de que una tradición haya sido contaminada por hechos extraídos de fuentes literarias coloniales o externas y simplemente los esté repitiendo) y la ‘amnesia estructural’ (el olvido colectivo de detalles y figuras del pasado que ya no encajan con las circunstancias políticas actuales).


** 262-267 El giro lingüístico: el posmodernismo

La inmensa mayoría de los lectores y escritores de historia aceptaban que había una diferencia fundamental entre las obras de ficción y la historia, las cuales contaban una historia real. En la década siguiente esto comenzó a cambiar.

En resumen, las dudas sobre la historia y la Historia (y, cada vez más, sobre la conexión entre ambas), que hicieron ruido en los primeros años del siglo pero que en gran medida fueron suprimidas durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a resurgir, ahora en un mundo postatómico y dentro de una disciplina mucho más fracturada que nunca. Este semillero de escepticismo moderado, combinado con la fractura disciplinaria, preparó el terreno dentro de los estudios históricos para lo que se ha dado en llamar el giro lingüístico: uno de sus principales objetivos ha sido erosionar seriamente los límites convencionales entre la historia y la ficción.

El impulso central de gran parte del posmodernismo historiográfico ha sido reubicar la historia no como un modo distintivo de conocimiento –su estatus del siglo XIX y principios del XX– sino como una forma de narrativa.

Hayden White argumenta, en efecto, que no puede haber acceso a un pasado ‘real’ fuera de nuestra representación de él. No afirma que el pasado nunca haya existido o que sea completamente imaginado, simplemente que ya no es directamente accesible de otra manera que no sea a través de textos, los cuales están mediados por el lenguaje. Sin embargo, quizás más influyente (y controvertida) que la elaborada estructura que erigió para estudiar los textos que eligió, fue la conclusión de White, elaborada en ensayos posteriores, de que no hay una diferencia esencial entre la escritura de ficción y la de historia, en el sentido de que ambas cuentan relatos –una representa sucesos imaginarios y la otra sucesos que se cree que realmente ocurrieron en el pasado pero que, precisamente porque son pasados, ya no son ‘reales’ en un sentido existencial.

Como todo movimiento historiográfico, el posmodernismo tiene sus defectos y extremos. En su afán por caricaturizar a todos los oponentes como ‘positivistas’ (en el sentido más amplio de ese término), racionalistas o simplemente ingenuos, muchos de sus adherentes han construido, irónicamente, su propio ‘otro’ a la medida, un villano fabricado del conocimiento, que en sí mismo es un ejemplo de esencialización y generalización.

Sin embargo, a pesar de sus ocasionales extremos, hay que reconocer que el posmodernismo y el relacionado ‘giro cultural’ han proporcionado un saludable recordatorio a todos los historiadores de que los documentos y los textos nunca ‘hablan por sí mismos’.


** 268-271 Descentrar a Occidente: el poscolonialismo

Al igual que el posmodernismo, el poscolonialismo es un término bastante amplio que incluye el enfoque indio de los ‘estudios subalternos’. No tanto una teoría como una crítica de su propio ‘otro’ –a menudo definido como una amplia agenda ‘postIlustración’ caracterizada por la razón, el progreso, el imparable aumento del dominio cultural y económico occidental, e incluso la falsa noción de la estabilidad del Estado-nación. 

Como herramienta crítica, el poscolonialismo se ha desplegado más ampliamente en los estudios indios o de Oriente Medio, y se ha traslapado con el posmodernismo al tener el objetivo común de desestabilizar, subvertir o descentrar las narrativas maestras existentes.

La agenda poscolonial se ha extendido mucho más allá de las regiones del mundo que la vieron nacer, traslapándose con críticas anticoloniales un poco más antiguas y más centradas en la economía, como la ‘teoría de la dependencia’


** 271-280 Guerras históricas, revisionismo y relaciones problemáticas de la ‘memoria’ y la ‘historia’

En sus versiones más extremas, el posmodernismo evoca al pirronismo renacentista en su negación radical de la fijeza de cualquier significado histórico, de la existencia de cualquier realidad externa más allá del lenguaje y de la posibilidad de hacer afirmaciones ‘verdaderas’ sobre el pasado.

Es una variante de lo que los historiadores han llamado durante mucho tiempo ‘revisionismo’, con una diferencia importante: mientras que los historiadores revisionistas convencionales, que debaten interpretaciones particulares de los acontecimientos pero que generalmente comparten un vocabulario común y un conjunto de puntos de referencia (generalmente eventos, individuos o estructuras clave), los posmodernistas cuestionan los parámetros mismos dentro de los cuales puede ocurrir una discusión significativa. 

Irving y, en general, los negacionistas del Holocausto, rara vez apelan al posmodernismo o al relativismo en la formulación de sus argumentos. No se trata, en tales casos, de que su punto de vista pueda ser tan válido como el de cualquier otra persona, sino de afirmar que los ‘hechos’ tal como los ven apoyan una ‘verdad’ alternativa que debería desplazar a la ortodoxia que se acepta públicamente.

En sí misma la metáfora del ‘pasado como propiedad’ no está del todo fuera de lugar, ya que plantea cuestiones éticas sobre las que al menos debería reflexionarse. A lo que se reducen muchas de estas disputas es a una variante de las preguntas ‘¿quién es dueño del pasado?’ o ‘¿al final, de quién es la historia?’ ¿Tienen los miembros de diferentes grupos un derecho más fuerte o incluso exclusivo de ser los auténticos historiadores de su propio pasado común? ¿Por qué debería permitirse que puntos de vista alternativos, de personas externas, ‘roben las voces’ de los muertos? ¿Debería permitirse incluso a personas externas simpatizantes capitalizar con la injusticia y la miseria del pasado para vender libros y lograr avances profesionales? ¿Son algunos episodios –el Holocausto, por ejemplo– tan horribles y tan distantes de la experiencia humana normal que son, simplemente, imposibles de describir históricamente? 

Preguntas similares aplican a casi cualquier historia que se defina en términos de un grupo particular: ¿hasta qué punto se debe pertenecer a ese grupo para poder estudiar y emitir una opinión sobre su pasado?

En prácticamente todos los continentes, las guerras históricas han visibilizado la íntima conexión entre la historia y la memoria.  La obra del sociólogo Maurice Halbwachs (1877- 1945), fallecido en el campo de concentración de Buchenwald, ha sido fundamental en el desarrollo de conceptos como ‘memoria colectiva’, ‘memoria social’, ‘memoria compartida’, etc. 

La memoria ha proporcionado un nuevo punto de intersección entre historia, filosofía, antropología, psicología y sociología.


** 290-300¿Hacia dónde vamos? Reflexiones, nuevos rumbos y pronósticos

De las diversas palabras que caracterizan a la historiografía en las últimas décadas, una tendría que ser fragmentación.  Siempre ha habido quienes, en todas las tradiciones globales que hemos examinado en este libro, han pedido la integración de las diversas piezas de la historia en un todo significativo.

La expansión de los departamentos de historia de las universidades de todo el mundo, especialmente en las décadas de 1960 y 1970, junto con una presión bastante mayor sobre los académicos, desde la década de 1980, para que publiquen temprano y con frecuencia, ha fomentado un alto grado de subespecialización, junto con una proliferación de revistas y series de libros (que el advenimiento relativamente reciente de Internet no muestra signos desacelerar, dada su capacidad para ofrecer una alternativa barata a la impresión convencional).
Pero ‘volver a juntar’ es a menudo solo una forma educada de decir que la agenda debe volver a restringirse y centrarse en ‘temas tradicionales’ como la historia política y militar, al menos en parte sobre la base de que estos temas son abrumadoramente más populares entre lectores casuales que las obras más especializadas. La jerga inaccesible también se ha convertido en el blanco (con alguna razón, aunque esto presupone que la historia académica debería ser de alguna manera más accesible que otras disciplinas, especialmente las ciencias, que tienen terminología técnica propia) de aquellos que creen que la historia universitaria ha perdido la capacidad de comunicarse con claridad y usando oraciones comprensibles para una persona lectora razonablemente educada y no especializada.

De hecho, es posible que la historia no nos exija un enfoque unificado y es posible que nunca lo haya hecho. En efecto, ha sido un principio del presente libro que el ideal de un consenso imaginario sobre ‘cómo hacer historia/de qué debería tratarse la historia’, un consenso por el que a veces se guarda duelo con nostalgia, es en sí mismo poco más que la creación del modernismo occidental a finales del siglo XIX y principios del XX.

En cierto sentido, podríamos estar retornando cautelosamente a un entorno decimonónico en el que los historiadores eran con frecuencia intelectuales públicos que consideraban que su papel consistía, en primer lugar, en preparar a los ciudadanos y en un segundo (aunque importante) lugar, producir erudición. La llamada a la relevancia se hace eco de la antigua noción ciceroniana del papel de la historia como magistra vitae, al tiempo que insta a un mayor sentido de responsabilidad ética por parte de los historiadores de los ‘deberes de los vivos para con los muertos’ y de la obligación de proteger el pasado de la interferencia y la manipulación. También es un llamado a poner la historia de nuevo al servicio de rectificar los males del mundo, que en un mundo de genocidios, ataques terroristas y codicia comercial desenfrenada debería ser una razón tan convincente como lo fue para nuestros antepasados. 

En resumen, hay poco consenso sobre si la historia (al menos tal como se practica en la academia) puede ser una educadora y una fuerza potencial para el bien en el presente, incluso si algunos de sus acólitos quisieran que así fuera.

Hay una creciente polarización en los campus universitarios entre críticos de la ‘corrección política’/defensores de la libertad de expresión sin restricciones, por un lado, y ‘guerreros de la justicia social’, estudiantes y sus aliados docentes (que se encuentran con mayor frecuencia en las humanidades y las ciencias sociales) defensores de una agenda de diversidad, anticolonialismo y ‘antiopresión’.

El resurgimiento en las últimas dos décadas de una ‘historia global’ reconfigurada, con gran parte del planeta ahora dividido de manera bastante diferente que durante la Guerra Fría, ha dado a esos esfuerzos anteriores una renovada relevancia. 

La muerte de Chandra

 

Fuente primaria (historiográfica)

Guha, Ranajit. “La muerte de Chandra”. En La (re) vuelta de los Estudios Subalternos. Una cartografía a (des) tiempo, editado por Raúl Rodríguez Freire, 94-126. Chile: Qillqa, Universidad Católica del Norte, Ocho Libros Editores, 2011 [fecha original de la obra: 1995].


Este ensayo da comienzo con una transgresión: la de elegir un título que cumple el propósito de burlar o, mejor aún, violar las intenciones que subyacen en el material aquí reproducido y que comportan de antemano la faena de servir a dos autoridades. Estas últimas son la autoridad de la ley que registró el acontecimiento en la forma presente, y la autoridad del editor, que lo desvinculó de otras noticias asentadas en un archivo y le dio cabida en otro ordenamiento. Busca darle una denominación una vez más a este material y textualizándolo para que cumpla un nuevo propósito. Este propósito consiste en devolver ese documento a la historia.


TEXTO ORIGINAL

Muerte de Chandra Chashani - 1849

Brindar hermana de Chandra declara, va donde Kali (o Kalicharan) Bagdí médico

Al morir ella la entierran entre Gayaram, hermano de ellas y su tío Horilal


Bhagaboti Chashin, madre de la difunta Chandra declara que Magram Chasha tuvo relación con su hija Chandra, o aborta o le pongo velo bhek de los Boishnob (equivale a ser expulsado de la casta). Dice que envió a Brindar y a su sobrina Rongo a que trajeran de regreso a Chandra. Volvieron y Rongu dijo que la suegra de ella, Srimoti y su cuñado Magram le dieron la droga para inducir aborto.


Kalicharan declara que se encontró a Bhagaboti Chashin que le pidió la droga (3 meses de embarazo), pero él no accedió. Le solicitaron por segunda vez. Les dijo que regresaran al día siguiente y cuando llegó Chandra le pagó. 


¿Cómo ha de devolver uno este documento a la historia? El aparato ordinario de la historiografía nos ofrece escasa ayuda en este renglón. Diseñado para enfocar grandes sucesos e instituciones, funciona con mucha mayor facilidad cuando es aplicado a fenómenos más vastos que sobresalen visiblemente de entre los escombros del pasado. Es una tradición que tiende a ignorar los pequeños dramas y los sutiles detalles que caracterizan a la vida social, especialmente en sus recovecos más soterrados.


Analiza forma, idioma y presentación del texto para validar su autenticidad. Pero no satisface una condición que impone la práctica habitual de la historiografía: la condición de la contextualidad. Pues a menos que su material remita a un contexto, es difícil para el historiador saber lo que puede hacer con él. Tal es la razón de que la fuerza impulsora que subyace en gran parte de la investigación histórica sea un vivo deseo de plenitud: un afán no saciado y, de hecho, insaciable por hallar más y más conexiones que pasen a formar parte integrante de la textura rasgada del pasado y le devuelvan a este su condición ideal, a saber, la de ser lo que llamamos una narración completa. 


Nuestro espécimen es, pues, un fragmento no domesticado, tal como lo atestigua de forma rotunda el hecho de que se hayan perdido el inicio de la primera oración y el final de la última.


El discurso del tabloide contribuye a abrir un camino por el que el crimen desemboca en la historia. Cumple la función de “cambiar la escala, agrandar las proporciones, hacer que el minúsculo grano de la historia se haga visible y lograr que lo cotidiano tenga acceso a la narrativa”.  


El ‘acto narrativo’ comenzó in medias res con una relación sobre su papel en la historia y en la muerte de Chandra, y, de modo analéptico, dio pasos atrás para dibujar el trasfondo por medio de otras dos relaciones: la de Bhagaboti y la de Kali. En otros términos la narrativa desplegada en el documento viola la genuina secuencia de acontecimientos a fin de ajustarse a la lógica de una intervención legal que ha transformado a la muerte en un crimen. Leer estas aseveraciones como un archivo es dignificarlas, dándoles la categoría de un escenario textual en el que se libra una lucha para devolver a la historia una experiencia que yace enterrada en una grieta oculta de nuestro pasado. 


Analiza el contexto cultural de las personas involucradas: extrema pobreza y la contaminación más abyecta se conjuntaban para ubicarlos en el extremo inferior de las clases y las castas. Como fuerza de trabajo, los bagdis constituían un sedimento fertilizante colocado en la base de la economía agraria de Bengala, a la vez que se les manifestaba desprecio por considerarlos una excrecencia inmunda depositada hasta el fondo de su sociedad rural. También contribuyó a despojarlos de su prestigio la intensa explotación —tanto económica como cultural— a que estuvieron sujetos. Crearon el estereotipo del bagdi como un individuo irremediablemente propenso al crimen.



Tomadas en conjunto, estas aldeas integraban una región enlazada por el parentesco de seis familias bagdis, cada una de las cuales se sentía seriamente amenazada por la preñez de Chandra. Todos ellos se creían amenazados porque una criatura nacida como consecuencia de una relación ilícita —esto es, socialmente prohibida— entre personasvinculadas por un parentesco podía acarrear consecuencias temibles a la comunidad entera.

El sistema de castigo era complejo y el hecho de que la gente tolerara la tiranía de esas prescripciones y sus jurisdicciones disciplinarias da una idea del pánico que se le tenía a la posibilidad de ser excluida de la casta. 

Es este entrejuego de solidaridad y miedo lo que sin duda permite situar este episodio trágico dentro del marco de la política patriarcal aplicada en la Bengala rural, puesto que se trata del producto directo de una sociedad patriarcal preocupada por protegerse de la serie de consecuencias que tiene la transgresión sexual femenina. Esa inquietud se expresa claramente en la serie de solicitudes de byabostha antes mencionadas. En cada una de estas peticiones un hombre se adelanta para reportar el pecado (paap) de una mujer, algunos otros hombres validan su declaración compareciendo formalmente como testigos, finalmente, la autoridad de un samaj —entidad dominada por los varones que es personificada por un prestigiado sabio o institucionalizada por un panchayat— dicta el veredicto de culpable y emite el documento para la prayashchitta. En contraste con ello, el poder que tiene el hombre sobre la mujer y sobre la sociedad en su conjunto queda documentado en los ekrars de Majgram mediante una ausencia formal: la de Magaram Chashi. Aunque está profundamente implicado en todo el proceso que conduce al aborto y —a la muerte—, de Chandra, se mantiene a distancia de las determinaciones estrictamente legales del incidente.


Este intento de evadir la paternidad mediante la destrucción de un embrión o la disposición de consignar a la portadora de este a una muerte en vida en un akhra le asegura a Magaram un lugar en una relación de poder dotada de valor histórico: una relación en la que el dominio del varón es mediado por la religión.


El proyecto de devolver este documento a la historia demanda realizar un movimiento en la dirección opuesta, encaminado a penetrar el velo del legalismo abstracto a fin de que se puedan identificar las manos del asesino, que son las del orden patriarcal encarnado en el doble papel del amante cínico y del samaj autoritario. 



En el plano histórico, por lo tanto, el aborto era para ellas el único medio al alcancé para triunfar sobre una moralidad equivocada de parte a parte que convertía a la madre en la única persona culpable de que ocurriera un parto ilícito, la expulsaba de la sociedad y dejaba que el padre se sintiera a sus anchas. En estas circunstancias, la decisión de las mujeres de seguir adelante con la tarea de poner término al embarazo de Chandra adquirió una consistencia muy diferente de la de aquello que Magaram tenía en mente cuando confrontó a su madre con esa alternativa. Para él se trataba simplemente de una sutil treta para asegurar su propio bienestar. Pero para las mujeres que se habían reunido en torno a Chandra con motivo de esta crisis, la destrucción del feto era una estrategia desesperada pero adoptada con responsabilidad para prevenir la destrucción social de otra mujer, para pelear por el derecho de esta a llevar una vida honorable dentro de su sociedad. 

Realmente no se puede juzgar fortuito que los hombres sean excluidos de esas intervenciones. Se los excluye porque las intervenciones están relacionadas con un dominio que es considerado propio de la mujer.

Como todo lo que Magaram quería era destruir la evidencia de su culpa, lo mismo habría dado lograr este objetivo mediante la destrucción física del embrión incriminatorio que mediante la destrucción social de la persona que lo llevaba dentro. Sin embargo, para las mujeres que se habían juntado para ayudar a Chandra esas alternativas de ningún modo eran de valor equivalente. A su juicio, el aborto era, con todos sus riesgos, preferible al bhek.

El mundo unitario y bien acabado del parentesco nunca podrá volver a ser el mismo para ella. “Manchada y humillada”, tiene la posibilidad de recurrir a una solidaridad alternativa: la solidaridad de las mujeres.

jueves, 19 de junio de 2025

El mundo del trabajo a través de las estadísticas

Scott, Joan W. “El mundo del trabajo a través de las estadísticas. La ‘Estadística de la industria en París (1847-1848)’”. En Género e historia, 148-178. México D.F.: FCE, UACM, 2012 [fecha original de la obra: 1986].


I. EL MUNDO DEL TRABAJO A TRAVÉS DE LAS ESTADÍSTICAS. La "Estadística de Ia industria en París (1847-1848)”


Inicio del capítulo

Las encuestas públicas y privadas seguían proliferando entre los años de 1830- 1848 porque tanto los conservadores como los reformadores sociales afines a ellos recogieron pruebas para fundamentar sus respectivas posiciones. Este enfoque se guiaba por las ideas de la Ilustración acerca del poder de la ciencia objetiva.

En cierto sentido, hemos aceptado su valor y hemos perpetuado los términos del debate del siglo XIX según el cual las cifras son, en cierto modo, más puras y menos susceptibles a las influencias subjetivas que otras fuentes de información.

Este procedimiento tiene, al menos, tres resultados: supone posible dividir un problema indivisible o integral, el de la naturaleza de la realidad y su representación; niega los aspectos políticos inherentes a la representación; y simplemente subutiliza las fuentes. 

No objeta su utilidad sino que argumenta en favor de una lectura de los informes estadísticos que problematice y contextualice sus propias categorías y sus conclusiones; en otras palabras, estoy por acabar con la separación existente entre los informes estadísticos y otros tipos de textos históricos.

En su análisis concluye que la Estadística se servía de las estadísticas y de la ciencia para legitimar su propio argumento político. 


I.

La Cámara de Comercio empezó a trabajar en la Estadística de la industria en la segunda mitad de 1848, en una atmósfera cargada de tensión social. Había habido una Revolución en febrero de 1848, en la cual sus líderes lucharon por el establecimiento de una república. 

Los "nuevos bárbaros" eran los obreros parisinos que habían tomado las calles para protestar por el cierre de los talleres nacionales, patrocinados por el gobierno, con el fin de proporcionar ayuda a los desempleados.

Exponerlos a la "realidad" restauraría el sentido perdido de equilibrio. Había que demostrarles a los obreros que su condición no era lamentable, que la industria no había generado necesariamente la pobreza, al contrario, que los esfuerzos personales de los inteligentes y laboriosos habían redundado en el progreso individual y en las mejoras colectivas.

Bajo el velo de la objetividad, la Estadística pretende decir la última palabra en una serie de debates políticos que duraban desde hacía mucho tiempo, los cuales se planteaban como evaluar los efectos del capitalismo industrial en las vidas de los obreros franceses.

El doctor Louis Rene Villerme, de la Academie des Sciences Morales et Politiques (Academia de Ciencias Morales y Políticas), en un estudio de 1840, identificó tres "prácticas perniciosas" como causas del desorden social. Estas eran la mezcla de los sexos en las fábricas, que conducía a la corrupción moral; el largo dia de trabajo de los obreros niños, que destruía su salud; y la práctica de algunos empresarios que consistía en dar avances sobre el salario a sus obreros, a modo de préstamo, lo cual los llevaba a la imprevisión y a la pobreza. La cuestion clave, en la mayoria de estos tratados, consistia en argumentar en pro de la reforma de la Ley de 1841 sobre el trabajo infantil -la filantropia, los bancos de ahorro, la educación, la sanidad doméstica o la legislación protectora- que limitaba a diez el número de horas de trabajo de los niños en las grandes fábricas.

En mayo de 1848, una investigación sobre el trabajo -una demanda radical bajo la Monarquía de Julio- se convirtió en una táctica conservadora para debilitar el prestigio del gobierno y, en consecuencia, negar influencia política a los intereses de los trabajadores

Sus 29 preguntas estaban enfocadas casi exclusivamente hacia las condiciones de trabajo y las vidas de los trabajadores en 1848. No había preguntas sobre las fuentes del capital de los fabricantes, sobre la organización de la producción, las ganancias del oficio o el valor de la actividad comercial. El Comité trabajó despacio en un principio, pero después de Los Días de Junio sus miembros abandonaron la encuesta por completo.

La Estadística presentó un plan de reconstrucción económica y una forma de demostrar a los asustados inversores que la confusión de los meses anteriores fue una aberración, algo no característico de la organización básica ni de las relaciones en la economía parisina. El formato del informe conllevaba un sentido de estabilidad y control. 

El término Industrie denotaba tanto una actividad empresarial como cualquier actividad productiva. En realidad, los autores del informe definieron y justificaron escrupulosamente su descripción del mundo del trabajo como un mundo de empresarios. La solución consistía en definirlos como jefes de negocios, por muy pequeño que fuera su negocio.

Las definiciones de la Estadística negaron la identificación de clase.

No había ningún tipo de conflicto en estas descripciones. El conflicto era descrito como un aspecto no natural de los reajustes del sistema, y sus causas eran ajenas a este. La economía de París era un mundo lleno de petites entreprises (pequeñas empresas). Los autores señalan con orgullo el arte, la ingenuidad y la competencia de estos industriels (industriales). La Estadística apelaba a la ciencia de la economía política, que además de ser su guía teórica y metodológica, era una garantía de verdad y precisión. 


II.

La Cámara tenía, por su conformación e ideología, gran influencia de la escuela liberal francesa. La Estadística era un ingrediente de la contienda contra el socialismo. 

La Estadística, por la forma en que presentaba la información, formulaba, pero no reconocía, una serie de interpretaciones alternativas a la mala situación de los trabajadores. Dichas interpretaciones eran descartadas mediante la simple afirmación de los axiomas de la economía política, que postulaban que necesariamente si había más empresarios había mejoría económica, por eso los problemas deberían estar en otro lado.

Las otras causas tenían que ver fundamentalmente con la familia, la organización "natural" en la que vivía la gente.

Por ejemplo, los salarios de los hombres eran más altos que los de las mujeres, porque los de éstas eran complementarias a los de los hombres. Pero si estaban solas tenían dificultades, pero era por estar solas. Si estuvieran casadas no tendrían ese problema, ergo, la familia es el eje.

El problema era más bien que demasiadas mujeres tenían la desgracia de vivir fuera de su marco natural -la familia- el cual era, en realidad, el único contexto económicamente viable para todos los trabajadores, tanto mujeres como hombres.

Esta interpretación disolvía la línea de separación entre la familia y el lugar de trabajo; el arden de uno construía el arden de la otra, conduciendo a una mejora (personal) del trabajador y este se convertía en empresario.

Inclusive se alababa la relación y supervisión patronal, porque en ausencia de ella, el informe decía que estos trabajadores, al no tener patrones que cuidaran de ellos ni padres que los formaran y supervisaran, tenían una inclinación a la mala conducta, a la promiscuidad y, en el caso de las mujeres, a la prostitución.

Así, los defensores del libre comercio y de la libertad individual hacían caso de la disciplina y del control. Pero a diferencia de los socialistas, a quienes atacaron por querer regular la economía, Horace Say y sus colaboradores no pretendían imponer leyes artificiales sobre lo que ellos denominaban los fenómenos naturales. En vez de eso, atribuían una función reguladora natural a la familia, cuya existencia y bienestar debían ser promovidos por el Estado.


III.

La Estadística también presentaba un argumento político, bajo la forma velada de una discusión sobre el desorden sexual. El argumento se basaba en la invocación de una "realidad" peligrosa y desordenada que entraba en competencia y amenazaba a la realidad que los autores aprobaban. La introducción de la "realidad" segunda y antitética dejaba clara la necesidad de aceptar el anteproyecto económico de los autores. Para nosotros, esta también cuestiona el estatus del documento como descripción científica objetiva.

Según el informe, podían encontrarse hombres y mujeres tanto en las categorías buenas como en las malas, y a menudo presentaban rasgos similares en los mismos oficios. Y aun en su retrato de la familia y de la moralidad, los autores trataban los temas de la sexualidad no controlada de las mujeres, utilizando la imagen de la prostituta para conjurar las visiones de un mundo (de una clase obrera) peligroso y fuera de control.

Como una mujer, una patrona (mujer) responsable se hace cargo de sus jóvenes empleadas y protege a aquellas que tienen reputación o hábitos de "virtud ligera". Las mujeres casadas que están a la cabeza de una empresa (cosiendo vestidos o vendiendo comida) en su ámbito familiar tenían dotes de mando y aptitudes comerciales. Como trabajadoras, incluso eran más fiables cuando estaban casadas, por haber aceptado, bajo el poder y protección del marido "la ley natural" de su propia dependencia.

Las mujeres que vivían fuera de la familia vivían fuera de la ley, y esto acarreaba peores consecuencias para algunas más que para otras.

La palabra "dudosa" (douteuse) recurría a referencias sobre la conducta de las obreras solteras; y no sólo implicaba un juicio negativo acerca del comportamiento dudoso de estas, sino también un sentido de duplicidad y engaño. Los investigadores no podían estar nunca seguros de lo que estas mujeres hacían realmente; las apariencias podían ser imprecisas y los títulos que designaban las ocupaciones podían ser un ardid.


IV. 

En los años que siguieron al diseño y publicación de la Estadística, las tenaces leyes de censura del Segundo Imperio y los cuidadosos informantes de la policía previnieron de la aparición de otras versiones alternativas de la realidad del mundo laboral.

Es mediante los términos políticos de poder y conocimiento como mejor podemos evaluar, los usos de la Estadística de la industria de 1847-1848 para la investigación histórica. Cuando los usos administrativos y polémicos de la Estadística hubieron pasado de moda, los historiadores que buscaban datos irreprochables tomaron el informe por su valor nominal y lo incorporaron a su documentación sin cuestionarse sus categorías ni interpretaciones. 


Braudel. Las Montañas.

Braudel, Fernand. “Prólogo a la primera edición francesa”, “Montañas, civilizaciones y religiones”, “La libertad montañesa”. En El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, I:12-20, 40-50. México: FCE, 1987. [fecha original de la obra: 1949]

Prólogo

El Mediterráneo del historiador no es un personaje nítido y definido. Más que un mar es un complejo de mares. Delimitar es definir, analizar, reconstruir, y cuando haga falta elegir, adoptar una filosofía de la historia.

Los estudios de todas las disciplinas hablan de fragmentos de ese mar.

Pero sabe que su aporte será parcial y será revisado, discutido y desplazado. Así progresa la historia.

Captar esta historia es ponerse a la sombra de aquellos trabajadores que se esforzaban por elevar la historia económica y social en Francia.

Se divide en tres partes, una de la historia casi inmóvil del hombre con el medio que le rodea, otra la lenta que es una historia social, de los grupos y agrupaciones (las economías, los Estados, las sociedades y civilizaciones). Y la tercera, la de los acontecimientos, de oscilaciones breves, rápidas y nerviosas.

En contra de Ranke o de Karl Brandi, la historia-relato no es un método o no es el método objetivo por excelencia sino que es también una filosofía de la historia.


P. 40. Montañas, civilizaciones y religiones

La historia de la montaña es no tenerla, estar al margen de la civilización.

Ejemplo los berberes parapetados en sus montañas al norte de África.

Es zona de disidencia.

La civilización tiene un valor poco seguro.

Hay un rezago y una credulidad primitiva: Las montañas son el refugio por excelencia de estas culturas aberrantes, surgidas de la noche de los tiempos, que persistirán aún después del Renacimiento y la Reforma.

Inclusive el régimen feudal llegó a las montañas de forma incompleta.

La montaña es un obstáculo, una barrera, pero al mismo tiempo un refugio, un país para hombres libres.