jueves, 26 de junio de 2025

La muerte de Chandra

 

Fuente primaria (historiográfica)

Guha, Ranajit. “La muerte de Chandra”. En La (re) vuelta de los Estudios Subalternos. Una cartografía a (des) tiempo, editado por Raúl Rodríguez Freire, 94-126. Chile: Qillqa, Universidad Católica del Norte, Ocho Libros Editores, 2011 [fecha original de la obra: 1995].


Este ensayo da comienzo con una transgresión: la de elegir un título que cumple el propósito de burlar o, mejor aún, violar las intenciones que subyacen en el material aquí reproducido y que comportan de antemano la faena de servir a dos autoridades. Estas últimas son la autoridad de la ley que registró el acontecimiento en la forma presente, y la autoridad del editor, que lo desvinculó de otras noticias asentadas en un archivo y le dio cabida en otro ordenamiento. Busca darle una denominación una vez más a este material y textualizándolo para que cumpla un nuevo propósito. Este propósito consiste en devolver ese documento a la historia.


TEXTO ORIGINAL

Muerte de Chandra Chashani - 1849

Brindar hermana de Chandra declara, va donde Kali (o Kalicharan) Bagdí médico

Al morir ella la entierran entre Gayaram, hermano de ellas y su tío Horilal


Bhagaboti Chashin, madre de la difunta Chandra declara que Magram Chasha tuvo relación con su hija Chandra, o aborta o le pongo velo bhek de los Boishnob (equivale a ser expulsado de la casta). Dice que envió a Brindar y a su sobrina Rongo a que trajeran de regreso a Chandra. Volvieron y Rongu dijo que la suegra de ella, Srimoti y su cuñado Magram le dieron la droga para inducir aborto.


Kalicharan declara que se encontró a Bhagaboti Chashin que le pidió la droga (3 meses de embarazo), pero él no accedió. Le solicitaron por segunda vez. Les dijo que regresaran al día siguiente y cuando llegó Chandra le pagó. 


¿Cómo ha de devolver uno este documento a la historia? El aparato ordinario de la historiografía nos ofrece escasa ayuda en este renglón. Diseñado para enfocar grandes sucesos e instituciones, funciona con mucha mayor facilidad cuando es aplicado a fenómenos más vastos que sobresalen visiblemente de entre los escombros del pasado. Es una tradición que tiende a ignorar los pequeños dramas y los sutiles detalles que caracterizan a la vida social, especialmente en sus recovecos más soterrados.


Analiza forma, idioma y presentación del texto para validar su autenticidad. Pero no satisface una condición que impone la práctica habitual de la historiografía: la condición de la contextualidad. Pues a menos que su material remita a un contexto, es difícil para el historiador saber lo que puede hacer con él. Tal es la razón de que la fuerza impulsora que subyace en gran parte de la investigación histórica sea un vivo deseo de plenitud: un afán no saciado y, de hecho, insaciable por hallar más y más conexiones que pasen a formar parte integrante de la textura rasgada del pasado y le devuelvan a este su condición ideal, a saber, la de ser lo que llamamos una narración completa. 


Nuestro espécimen es, pues, un fragmento no domesticado, tal como lo atestigua de forma rotunda el hecho de que se hayan perdido el inicio de la primera oración y el final de la última.


El discurso del tabloide contribuye a abrir un camino por el que el crimen desemboca en la historia. Cumple la función de “cambiar la escala, agrandar las proporciones, hacer que el minúsculo grano de la historia se haga visible y lograr que lo cotidiano tenga acceso a la narrativa”.  


El ‘acto narrativo’ comenzó in medias res con una relación sobre su papel en la historia y en la muerte de Chandra, y, de modo analéptico, dio pasos atrás para dibujar el trasfondo por medio de otras dos relaciones: la de Bhagaboti y la de Kali. En otros términos la narrativa desplegada en el documento viola la genuina secuencia de acontecimientos a fin de ajustarse a la lógica de una intervención legal que ha transformado a la muerte en un crimen. Leer estas aseveraciones como un archivo es dignificarlas, dándoles la categoría de un escenario textual en el que se libra una lucha para devolver a la historia una experiencia que yace enterrada en una grieta oculta de nuestro pasado. 


Analiza el contexto cultural de las personas involucradas: extrema pobreza y la contaminación más abyecta se conjuntaban para ubicarlos en el extremo inferior de las clases y las castas. Como fuerza de trabajo, los bagdis constituían un sedimento fertilizante colocado en la base de la economía agraria de Bengala, a la vez que se les manifestaba desprecio por considerarlos una excrecencia inmunda depositada hasta el fondo de su sociedad rural. También contribuyó a despojarlos de su prestigio la intensa explotación —tanto económica como cultural— a que estuvieron sujetos. Crearon el estereotipo del bagdi como un individuo irremediablemente propenso al crimen.



Tomadas en conjunto, estas aldeas integraban una región enlazada por el parentesco de seis familias bagdis, cada una de las cuales se sentía seriamente amenazada por la preñez de Chandra. Todos ellos se creían amenazados porque una criatura nacida como consecuencia de una relación ilícita —esto es, socialmente prohibida— entre personasvinculadas por un parentesco podía acarrear consecuencias temibles a la comunidad entera.

El sistema de castigo era complejo y el hecho de que la gente tolerara la tiranía de esas prescripciones y sus jurisdicciones disciplinarias da una idea del pánico que se le tenía a la posibilidad de ser excluida de la casta. 

Es este entrejuego de solidaridad y miedo lo que sin duda permite situar este episodio trágico dentro del marco de la política patriarcal aplicada en la Bengala rural, puesto que se trata del producto directo de una sociedad patriarcal preocupada por protegerse de la serie de consecuencias que tiene la transgresión sexual femenina. Esa inquietud se expresa claramente en la serie de solicitudes de byabostha antes mencionadas. En cada una de estas peticiones un hombre se adelanta para reportar el pecado (paap) de una mujer, algunos otros hombres validan su declaración compareciendo formalmente como testigos, finalmente, la autoridad de un samaj —entidad dominada por los varones que es personificada por un prestigiado sabio o institucionalizada por un panchayat— dicta el veredicto de culpable y emite el documento para la prayashchitta. En contraste con ello, el poder que tiene el hombre sobre la mujer y sobre la sociedad en su conjunto queda documentado en los ekrars de Majgram mediante una ausencia formal: la de Magaram Chashi. Aunque está profundamente implicado en todo el proceso que conduce al aborto y —a la muerte—, de Chandra, se mantiene a distancia de las determinaciones estrictamente legales del incidente.


Este intento de evadir la paternidad mediante la destrucción de un embrión o la disposición de consignar a la portadora de este a una muerte en vida en un akhra le asegura a Magaram un lugar en una relación de poder dotada de valor histórico: una relación en la que el dominio del varón es mediado por la religión.


El proyecto de devolver este documento a la historia demanda realizar un movimiento en la dirección opuesta, encaminado a penetrar el velo del legalismo abstracto a fin de que se puedan identificar las manos del asesino, que son las del orden patriarcal encarnado en el doble papel del amante cínico y del samaj autoritario. 



En el plano histórico, por lo tanto, el aborto era para ellas el único medio al alcancé para triunfar sobre una moralidad equivocada de parte a parte que convertía a la madre en la única persona culpable de que ocurriera un parto ilícito, la expulsaba de la sociedad y dejaba que el padre se sintiera a sus anchas. En estas circunstancias, la decisión de las mujeres de seguir adelante con la tarea de poner término al embarazo de Chandra adquirió una consistencia muy diferente de la de aquello que Magaram tenía en mente cuando confrontó a su madre con esa alternativa. Para él se trataba simplemente de una sutil treta para asegurar su propio bienestar. Pero para las mujeres que se habían reunido en torno a Chandra con motivo de esta crisis, la destrucción del feto era una estrategia desesperada pero adoptada con responsabilidad para prevenir la destrucción social de otra mujer, para pelear por el derecho de esta a llevar una vida honorable dentro de su sociedad. 

Realmente no se puede juzgar fortuito que los hombres sean excluidos de esas intervenciones. Se los excluye porque las intervenciones están relacionadas con un dominio que es considerado propio de la mujer.

Como todo lo que Magaram quería era destruir la evidencia de su culpa, lo mismo habría dado lograr este objetivo mediante la destrucción física del embrión incriminatorio que mediante la destrucción social de la persona que lo llevaba dentro. Sin embargo, para las mujeres que se habían juntado para ayudar a Chandra esas alternativas de ningún modo eran de valor equivalente. A su juicio, el aborto era, con todos sus riesgos, preferible al bhek.

El mundo unitario y bien acabado del parentesco nunca podrá volver a ser el mismo para ella. “Manchada y humillada”, tiene la posibilidad de recurrir a una solidaridad alternativa: la solidaridad de las mujeres.