Brown, Peter. El Mundo de la Antigüedad Tardía. (De Marco Aurelio a Mahoma). Madrid: Altea, Taurus, Alfaguara, 1989. p. 17-57
LA REVOLUCIÓN ROMANA TARDÍA
SOCIEDAD
1.- Los límites del mundo clásico hacia el 200 d.C.
El mundo antiguo tenía como centro el Mediterráneo y en esa época el norte y el occidente era adentrarse en tierras de bárbaros. Durante la República y el Imperio, la “costa” se adentró como nunca antes. Uno de los problemas era cómo mantener a través de un vasto imperio un estilo de vida y una cultura originalmente en los hábitos de una delgada franja de ciudades-estado. Una minoría en las ciudades (10%) se alimentaba del trabajo del resto en el campo. Alimento significaba transporte pues se dependía de territorios lejanos. El mar era su ferrocarril.
En los territorios interiores era donde los costos del Imperio se hacían más pesados.
Había una gran uniformidad cultural, pero era mantenida por hombres que percibían que su cultura existía solo para excluir las posibles alternativas de su mundo y las élites se sentían más cerca entre ellas a la distancia que con ese mundo “subdesarrollado” que estaba en los umbrales: en las Galias los campesinos hablaban celta, en el norte de África púnico y libio, en Siria arameo y en Asia Menor dialectos como licaonio, frigio y capadocio.
La cultura griega se había ido adaptando a un modo de supervivencia. Con los Antoninos se revitalizó y dejó legados como Éfeso, Esmirna, Lepcis Magna y Baalbek, entre Adriano (117-138) y el cambio a los Severos (193). Durante el siglo II y comienzos del III se recopiló la cultura griega para que perdurara durante la Edad Media. En aquella época el mundo griego había hecho suyo al Imperio Romano. Hay un cambio del centro de gravedad del Imperio Romano hacia las ciudades griegas de Asia Menor, aunque los conservadores en Roma pensaran que era imposible que Bizancio pudiera engendrar una civilización.
El declive y caída de Roma afectó sólo a las provincias occidentales del Imperio: el dominio sobre el Mediterráneo iba cediendo, Bretaña fue abandonada en 410, las Galias fueron gobernadas con firmeza por el norte desde 480. En Oriente en 224 una familia se hizo con el control del Imperio Persa: la sasánida, que despojó al imperio de su vestimenta griega.
2.- Los nuevos gobernantes (240-350)
A partir de 240 el Imperio debió enfrentarse a incursiones de pueblos bárbaros y una inestabilidad política para la que no estaba preparado. Dejó al descubierto el contraste entre el mundo mediterraneo antiguo y el mundo primitivo y frágil de las fronteras, enfrentando guerras en todos sus frentes e internamente surgieron imperios locales (las Galias y Palmira). Los cimientos de la vida civil se mantuvieron y el Imperio Romano fue salvado por una revolución militar. La aristocracia senatorial quedó fuera del mando militar hacia 260 y dejaron el espacio a los soldados profesionales. y a una clase burocrática que no paraba de crecer y causar una presión de impuestos que modeló la sociedad romana de los siglos IV y V. Con el nuevo modelo hubo victorias militares pero fue acogida con hostilidad por los ciudadanos conservadores.
Diocleciano era hijo de un liberto de Dalmacia, Galerio su sucesor, había guardado ganado en los Cárpatos y Constancio Cloro era un oscuro caballero de Nis (a city in Serbia's Nišava District, is one of the oldest cities in the Balkans and Europe). Con Constantino nació una nueva aristocracia del servicio (324-337) que descansaba sobre un nuevo estamento de las clases educadas superiores, más retrógrado y enraizado en lo antiguo. Buscó reconquistar las raíces del pasado hasta con objetos de lujo. Las clases gobernantes necesitaban eruditos y estos engrosaron las filas de la burocracia. Paganos y cristianos batallaron a lo largo del siglo IV disputando si la literatura o el cristianismo eran la verdadera educación.
Surge una corriente ascendente de hombres capaces, menos afectados por los prejuicios de la aristocracia y deseosos de aprender.
De los Padres de la Iglesia, solo uno tenía origen senatorial, el resto eran de ciudades de provincia.
3.- Un Mundo Restaurado: la sociedad romana en el siglo IV
La clase gobernante que había surgido desde 350 se imaginaba en la restauración, que no tuvo lugar en un mundo que vivía bajo la amenaza de la catástrofe sino con un trasfondo de una sociedad rica y flexible. Se había incrementado la desigualdad. La importancia de las ciudades pequeñas decreció y las grandes ciudades mantuvieron su estilo de vida y población. Constantinopla en 324 tenía 4.388 mansiones privadas. La tributación era inflexible y se hallaba pésimamente repartida.
Sin embargo, era una sociedad abierta a corrientes desde abajo, a ideas que en el año 200 se habían alejado por ser propias “de la clase baja”, de los “bárbaros” o “provincianas”. Con mayor frecuencia que antes las nuevas aristocracias se componían de familias con raíces profundamente locales. Se sentaban al lado del juez a regular la comunidad. Todos los intentos de garantizarse protección y deshacer entuertos debían pasar por el patronus que ejercía su influencia ante la Corte o el Tribunal.
En el siglo II grupos de ricos competían para conseguir prestigio construyendo estatuas y edificios, pero ya para el siglo IV esto desapareció pues el prestigio vendrá de los servicios y títulos recibidos del emperador y no por los dones pródigamente otorgados a su ciudad natal. Sin embargo, esos mismos ricos hacían ostentación de un estilo que vida que hizo que las provincias participaran de la vida del Imperio.
La expansión de la civilización provincial provocó una simbiosis de bárbaros y romanos: los alamanes. Sus guerreros habitaban villas de estilo romano y se vestían igual, a la vez que amenazaban la Galia desde la Selva Negra a la vez que provincias antes relegadas y retrógradas participaron activamente.
En Roma la nostalgia por el Senado significaba ya muy poco. En Oriente nace la idea de que el Estado es el emperador por lo que podría ser un romano fanático sin haber ido a Roma. En Oriente más personas participaban de la vida del Imperio y gozaban de mayor prosperidad que en Occidente y su estructura económica era más abierta y menos desigual que en Occidente.