Pagès Blanch, Joan. “Aprender a enseñar historia. Las relaciones entre la Historia y la historia escolar”. Trayectorias Universitarias 4, n.° 7 (2018): 53-59
En este artículo planteó algunos desencuentros entre la historia que se construye en la Academia, en la Universidad, y la que aparece en los currículos, en los programas, en los textos y en las prácticas de la historia escolar.
El conocimiento histórico sigue siendo en el siglo XXI un conocimiento fundamental para saber dónde estamos y porqué estamos donde estamos, y para poder plantearnos con una cierta racionalidad hacia donde nos gustaría ir. Es necesario enseñarlo y enseñarlo con rigor y precisión para no errar –o errar poco- en las previsiones, en los cálculos. Y para poder enseñarlo hay que aprender previamente su manejo, su funcionamiento y su utilidad.
La historia que se enseña en las escuelas y en los centros de secundaria no es la historia que se investiga ni es una consecuencia directa de la investigación histórica. Sin embargo, hay más relaciones de las que se suponen habitualmente entre una y otra historia. La historia que se divulga, es un producto pensado no para dar a conocer el saber investigado sino para socializar a los y a las estudiantes, a la ciudadanía, en un pasado al servicio de la nación.
Parece que la historia escolar es reacia a incorporar las novedades que se han producido en el campo de la historia. Tal vez la causa más importante es el predominio que sigue teniendo el positivismo en la transmisión de las historias oficiales y, entre ellas, de la historia escolar.
Los destinatarios de la investigación histórica son, en primer lugar, los propios historiadores e historiadoras. También lo son quienes estudian historia o la han estudiado y, teóricamente, el público en general aunque raramente lea aquello que investigan los historiadores a no ser que se trate de una obra excepcional.
La historia escolar, por su parte, está destinada a estudiantes de escuela primaria y secundaria, a la enseñanza no universitaria.
Los destinatarios de la investigación didáctica son, en primer lugar, los y las docentes en activo o en formación. También deberían serlo los autores de los currículos y de los programas y de los libros de texto.
Sin embargo, existen coincidencias. La principal es que los destinatarios de la historia investigada y enseñada en la Universidad, antes lo han sido de la historia escolar donde, con bastante seguridad, se habrán interesado por seguir estudiando historia.
La investigación histórica pretende hacer luz sobre el pasado, sobre hechos, procesos o problemas históricos y sus protagonistas con la intención de conocer más y mejor nuestros antecedentes y, en consecuencia, nuestro presente. Los propósitos de la investigación en didáctica de la historia consisten en conocer más y mejor los problemas de la enseñanza y del aprendizaje de la historia escolar con el fin de mejorar las prácticas y formar el pensamiento histórico de la ciudadanía para situarse en el presente y entender su historicidad. La historia escolar es una historia prescrita, obligatoria, que se selecciona pensando en socializar y no en formar el pensamiento histórico, la historicidad de la ciudadanía.
Afirma Lukacs en relación con los estudiantes universitarios: “el hábito de leer está desapareciendo a toda velocidad entre los estudiantes, que cada vez se hallan menos familiarizados con los libros, (…) en las escuelas superiores y en las universidades cada vez se exige leer menos” (p. 56). También comparten “la penetración de la “cultura” gráfica por encima de la verbal” (p. 56) y, cada vez más, el ordenador e internet y sus riesgos: “Gracias a las búsquedas electrónicas también es más fácil recabar datos o documentos. (…) Pero (…) las nuevas ventajas van unidas a nuevos inconvenientes. No resulta fácil determinar la autenticidad de lo que “se ha investigado” (…). (…) “la información” que encontramos en Google o en Wikipedia puede ser inexacta” (p. 57).
Es fundamental repensar la formación docente. Hay que repensar el oficio docente como un oficio creativo que ayuda a construir la enseñanza en la intersección compleja de los programas, los saberes de referencia, las finalidades, las prácticas y el conocimiento del alumnado.
Es necesario, pues, que la historia escolar incorpore las aportaciones de la historia para que los cambios en el mundo sean aprendidos y aprehendidos por quienes tienen en sus manos la posibilidad de construir otros futuros, los niños y las niñas, la juventud.