jueves, 10 de octubre de 2024

Aproximaciones a la historia del cuerpo

Aproximaciones a la historia del cuerpo como objeto de estudio de la disciplina histórica
Genevieve Galán Tamés

Genevieve Galán Tamés. “Aproximaciones a la historia del cuerpo como objeto de estudio de la disciplina histórica.” En: Historia y Grafía. 33 (2009): 167-204. 


El interés de este ensayo es doble, por un lado se centra en tematizar a grandes rasgos el interés de la disciplina histórica por el tema del cuerpo. En ese sentido, se resalta la importancia del papel de pensadores como: Marcel Mauss, Norbert Elias, Michel Foucault y Michel de Certeau, para que la comunidad histórica se interesara por este tema en particular.

¿A partir de qué autores y qué ideas, el cuerpo se convirtió –dentro de las investigaciones de los historiadores– en el lugar privilegiado para lo social, lo cultural y lo político, entre otros? Por otro lado, y en un segundo momento, el interés se centra en la manera en la que algunos historiadores justificaron (y justifican), desde la disciplina histórica, la historia del cuerpo y su pertinencia como objeto de estudio; así como las principales problemáticas al hacer este tipo de trabajo y las estrategias implementadas por éstos.

De ese modo, considera que en la conceptualización del cuerpo como objeto de estudio de la historia –elaborada a partir de la década de 1970– tuvo mucho que ver, en un primer momento, con intelectuales de las vecinas ciencias sociales.


1. Influencias para una conceptualización histórica del cuerpo.

Hacia mediados de la década de los setenta, la mirada del historiador se desplazó hacia nuevos horizontes: los del estudio de la cultura material y de las sensibilidades. El historiador asumió así el campo de observación del etnólogo y del antropólogo.

En “Técnicas y movimientos corporales” el sociólogo y antropólogo francés Marcel Mauss estudió “la manera en la que cada sociedad impone al individuo un uso rigurosamente determinado de su cuerpo”. En éste, Mauss también reflexionó acerca de los instrumentos corporales y fue uno de los primeros en “plantearse la relación entre cuerpo y sociedad”. Así, “Mauss fue uno de los primeros en demostrar, señalando como las normas colectivas dan forma a nuestros gestos más ‘naturales’: nuestra manera de andar, de jugar, de parir, de dormir o de comer”.

Las técnicas corporales que describe Mauss tienen tres características fundamentales: primero, tal como su nombre lo indica, son técnicas, pues están constituidas por un conjunto de formas y movimientos corporales; segundo, son tradicionales, al ser adquiridas o aprendidas por medio de la educación o de algún entrenamiento. Para Mauss no hay técnica ni trasmisión si hay ausencia de tradición, y finalmente, son eficaces en el sentido en que sirven para un propósito, una función o un objetivo definido.

Años después de las observaciones de Marcel Mauss sobre las técnicas del cuerpo, “una de las contribuciones mayores a la historia del cuerpo se difundía gracias al texto El proceso de civilización, del sociólogo alemán Norbert Elias (1936, pero no fue famoso sino hasta los años 70) que sería vista a partir de los años setenta como una investigación muy actual, muy cercana a la nouvelle histoire, incluso muy próxima a la última historia cultural que después se cultivó. Una parte importante del texto se centra en el estudio de los manuales de civilidad o cortesía –también denominados manuales de conducta–, mismos que Elias utilizó para estudiar la generalización e interiorización de controles sobre el cuerpo. A través de éstos se aprecia cómo conductas, que en un momento, resultaron habituales y permitidas, son posteriormente prohibidas y catalogadas como comportamientos indecentes o de mal gusto. 


Garrigou y Lacroix sugieren, por otro lado, que este súbito interés no fue ajeno a los conflictos al interior del grupo Annales, visibles tras la salida de Fernand Braudel de la dirección de la revista. Así, la obra de Elias sirvió también a la causa de aquellos historiadores que buscaban establecer una distancia crítica con los trabajos de su predecesor.

Elias sostuvo que el cambio en la conducta de los individuos pertenecientes a las sociedades occidentales debe entenderse como parte de un proceso histórico.

El proceso de civilización esboza implícitamente, si no es que de manera explícita, una teoría de cuerpos “civilizados”. La teoría de Elias sugiere que los cuerpos de los individuos son objetos de socialización a lo largo del proceso de civilización. Es decir, no sólo se reprimen las necesidades escatológicas del cuerpo, sino que el cuerpo humano se transforma en el lugar de expresión de los códigos civilizados de comportamiento. En este sentido, el cuerpo es una figuración que cambia constantemente, como resultado de las fluctuantes relaciones sociales, de las tensiones y equilibrios de poder, en las que los individuos participan a diario.

Uno de los aportes importantes de Foucault consistió en demostrar que no existen objetos intelectuales “naturales”. Como hace notar Chartier, la locura, la medicina y el estado no son categorías que se puedan conceptualizar como universales, sino que cada época particulariza su contenido.

A propósito del cuerpo en la obra de Foucault, Le Goff señaló que “la voluntad de interrogar y criticar la racionalidad occidental es lo que conducirá a Michel Foucault a integrar el cuerpo en una ‘microfísica de los poderes’”. Peter Burke coincidió con Le Goff, al referirse a Foucault como un colaborador importante en el interés por la historia del cuerpo. Para Burke, la relevancia de Foucault radicó en que puso de manifiesto las relaciones que hay entre el cuerpo y la historia del poder. 

En el Nacimiento de la Clínica, publicado en 1963, Foucault apuntó que los cambios en los modos en los que el cuerpo era visto y descrito por la mirada médica, no respondían a efectos al azar del progreso ilustrado o racional, sino que obedecían también a lógicas y mecanismos provenientes del poder, que a partir del siglo xviii penetraron y se inscribieron en el cuerpo. Esta relación tal vez se explicó más en el libro Vigilar y castigar, publicado en 1975. En éste, Foucault “interroga la manera en que ‘el cuerpo se sumerge directamente en un terreno político’. La importancia de Foucault para la historia del cuerpo consistió en determinar por un lado, que no hay nada natural en la manera de relacionarse con el cuerpo, y por el otro, en señalar (de muchas formas y a grandes rasgos) que: “el cuerpo, al convertirse en blanco de nuevos mecanismos de poder, se ofrece a nuevas formas de saber”.

Por último, la obra del historiador, antropólogo, lingüista y psicoanalista francés Michel de Certeau, aparece por otro lado, como parte importante en esta problematización del cuerpo. El pensamiento de este último es importante en dos sentidos: en primer lugar porque introdujo como historiador una dimensión más reflexiva al momento de hablar sobre el cuerpo como tema de la historia, y segundo porque creó una problemática este tipo de trabajo. Entre las obras de De Certeau, en donde el cuerpo juega un papel importante dentro de la reflexión por el pasado, se encuentra La posesión de Loudun (La possession de Loudun), publicado en 1970.

En palabras de De Certeau: “En resumen, el cuerpo es lo otro que hace hablar, pero a quien no podemos hacer hablar. Debemos regresar a ese cuerpo –nación, pueblo, entorno– cuyo camino dejó los vestigios con los cuales el historiador fabrica una metáfora de lo ausente”.


2. Delimitando una historia del cuerpo (reflexiones de un segundo momento).

a) ¿Por qué el cuerpo? Justificaciones acerca de su estudio.

Para los historiadores que estudian el cuerpo, es claro que éste efectivamente tiene una historia. Es decir “la concepción del cuerpo, su lugar en la sociedad, su presencia en el imaginario y en la realidad, en la vida cotidiana y en los momentos excepcionales han  cambiado en todas las sociedades históricas”. De ahí que haya sido preciso “dar cuerpo a la historia y dar una historia al cuerpo”.


Le Goff señala que el cuerpo constituye una de las grandes lagunas de la historia, un gran olvido del historiador. La historia tradicional, en efecto, estaba desencarnada. Se interesaba por los hombres y, accesoriamente, por las mujeres. Pero casi siempre sin cuerpo.

El historiador Charles de La Roncière justificó la importancia del cuerpo como tema de estudio de la historia porque éste “habla ampliamente de las problemáticas del individuo frente a lo colectivo: es un modo de aprehensión del mundo”.

La inmersión en el estudio del cuerpo histórico –un testimonio ya no de la naturaleza, sino de la cultura– es importante también porque permite restituir el mundo inmediato de los sentidos, de los ambientes físicos, de los gestos y de los “modos distintos de experimentar lo sensible y de utilizarlo”


b) ¿Qué implica trabajar el cuerpo? Problemáticas y límites al hacer este tipo de trabajo.

El historiador francés Jean-Pierre Peter escribió en 1974, en un pequeño ensayo que reflexionaba sobre el cuerpo como tema nuevo de estudio en la historia, el problema de saber cómo hablar de éste. Peter caracterizaba al cuerpo como lugar de deseo y desgracia, desplazado del territorio del historiador y ausente del lenguaje.

Así, una de las primeras problemáticas que surge al acercarse al estudio del cuerpo es aquella de su delimitación como objeto de estudio. Es decir, ¿cómo hacer frente a la polisemia del cuerpo? Por consiguiente, cualquier intento de estudio del cuerpo históricamente, no puede ser más que una “incursión en un objeto histórico cuya dimensión desafía cualquier tentativa de síntesis real”.

También hay que asumir por un lado, que hacer la historia del cuerpo implica mantenerse en el “punto fronterizo” (del que hablaban Corbin, Courtine y Vigarello), entre el sujeto y lo social. 

Para ellos (Corbin, Courtine y Vigarello), no hay que olvidar que el cuerpo existe tanto en su envoltorio inmediato como en sus referencias representativas; ambos registros variables según la cultura y el tiempo.

En el sentido en que, como mostraba Elias, aspectos de la condición humana que en apariencia son iguales a toda experiencia corporal –como lo son el nacimiento, la muerte y las necesidades fisiológicas– varían en cuanto a su codificación y configuración de sociedad en sociedad a través del tiempo. El estudio del cuerpo y de sus actos, del comportamiento y de los gestos, revela algo distinto para cada sociedad. Estudiar el cuerpo implica “considerar, en definitiva, que existen unos recursos de sentido allí donde no parecían existir”.

Por otra parte, el concepto del cuerpo mismo representa a la vez un indicador y un obstáculo en este tipo de estudios, cada época histórica y registro discursivo asigna un significado, características y atribuciones diferentes a la palabra “cuerpo”.

Barbara Duden hizo notar en Fragmentos para una historia del cuerpo humano que en muchas ocasiones se le dificultaba la comprensión del significado que daban las mujeres a sus dolores y males corporales, ya que el sentido de la existencia que expresan las quejas registradas en los documentos, eran ajenas a la identidad corporal que le habían enseñado a tener. 

Para Mark Jenner sin embargo, la utilización de teorías contemporáneas para el estudio del cuerpo –como por ejemplo el psicoanálisis– deben aplicarse con cautela, ya que pueden llevar al anacronismo. Esto es sobre todo, importante para el caso del cuerpo, y en ese sentido Jenner apuntó que el “anacronismo encierra otro peligro: el de los estudiosos de moda a dar por sentado (por ejemplo) que los conceptos freudianos y lacanianos son automáticamente aplicables a los cuerpos del pasado”.

o. El historiador Philippe Braunstein apuntó que “todo lo que nos aproxima a la intimidad de hace unos cuantos siglos nos ofrece la tentación de abolir las distancias que nos separan irremediablemente de un mundo que hemos perdido”. ¿Y acaso no hay algo más íntimo en nuestra época que el propio cuerpo? El reto es como señala Vigarello, “volver a hallar el cuerpo en dónde ya no está”.

Otra de las problemáticas que se presentan al tratar de estudiar el cuerpo desde una perspectiva histórica tiene que ver con las fuentes que se utilizan, ya que como observó Roy Porter, “indudablemente en muchos aspectos la información resulta escasa”.

 Por ejemplo, Jacques Revel observó que una de las problemáticas al analizar los manuales de civilidad –fuente privilegiada por muchos historiadores del cuerpo, inspirados por los análisis de Norbert Elias– “como toda documentación normativa, ésta se expone a una objeción de principio: describe conductas prescritas y no reales.”

Mark Jenner dice que  la historia del cuerpo debe más bien dar paso a la historias de los cuerpos.


c) Coincidencias y estrategias para abordar el cuerpo.

Lo que se observa en los trabajos sobre el tema es que el cuerpo pertenece a varios registros.

Otra cuestión común en estas historias es el interés por el estudio de los comportamientos (que implican forzosamente corporalidad) en otros períodos históricos, y que en mucho se inspiran en el trabajo de Norbert Elias.

En muchas ocasiones, tanto en el estudio de las prácticas, como en el de las representaciones es difícil establecer una división tajante. La línea que las separa es delgada. Y según los objetivos de cada historia del cuerpo, no se puede hablar de práctica sin representación y viceversa. Así, las historias del cuerpo son, en muchos casos, una mezcla de las dos. 

En una tercera línea se encuentran las investigaciones que se centran en el estudio de las partes del cuerpo (una historia fragmentada del cuerpo o bien una historia metonímica de éste).

Por último, se encuentran aquellas historias centradas en la “metáfora del cuerpo”. Aquí interesa la manera en la que el cuerpo es utilizado y convertido en metáfora. Con base en los trabajos de Le Goff, vemos que en esta historia se privilegia el análisis de los usos simbólicos de las partes del cuerpo o bien, su funcionamiento en general.

El historiador debe hacer un esfuerzo por leer entre líneas, encontrar el cuerpo en donde parecería no encontrarse.

Por ejemplo, “la confesión, el diario o la crónica son, a finales de la Edad Media, fuentes de información en las que el individuo ofrece a veces su vida privada, es decir, su cuerpo, sus percepciones, sus sentimientos y su concepción de las cosas[…]”.

El historiador es sensible a la presencia de objetos relacionados con el cuerpo –como bidés, aguamaniles, telas, polvos, lociones, peines y demás– que se incluyen en los inventarios de conventos y casas señoriales. Las normas y reglamentos de conventos, escuelas y hospitales, pueden hablarnos mucho más del cuerpo de lo que suele pensarse.

La relación del cuerpo con las envolturas materiales, es decir, con la ropa y demás objetos que lo protegen, lo embellecen y lo aderezan, surgió como una de las fuentes a privilegiar dentro de esta línea que se interroga por las implicaciones de la materialidad y los objetos físicos.


Conclusiones

La historia del cuerpo y la consolidación del cuerpo como objeto dentro de las investigaciones, ha sido un trabajo, que en mucho, se ha elaborado sobre la marcha.

Los historiadores cuyas investigaciones fueron pioneras en el interés por el cuerpo –en especial cabe reconocer el trabajo de Georges Vigarello– contribuyeron a tematizar el cuerpo, a señalar límites, plantear problemas, marcar líneas y proporcionar herramientas metodológicas y teóricas para futuras investigaciones.

La historia del cuerpo, como apuntó Le Goff, apenas comienza, pues el cuerpo provee de una poderosa metáfora para lo social, una que implica una manera recíproca de pensar el cuerpo a través de la sociedad y la sociedad a través del cuerpo.