viernes, 30 de agosto de 2024

Las mentalidades. Una historia ambigua.

Jacques Le Goff

Las mentalidades. Una historia ambigua.

Jacques Le Goff.

Concepto

Las mentalidades es un concepto que atrae pero a la vez parece envilecido. Un primer atractivo es su imprecisión, el no se qué de la historia.

Pretende satisfacer la curiosidad de ir más allá en el análisis y se encuentra con otras disciplinas. Se aproxima al etnólogo, intentando alcanzar como él el nivel más estable, más inmóvil de las sociedades. Se acerca también a la sociología. Su objeto es lo colectivo. Se encuentra con el psicólogo social y hay una atracción recíproca de la historia de las mentalidades y de la psicología social.

En este camino se revela uno de los intereses de la historia de las mentalidades: las posibilidades que ofrece a la psicología histórica de vincularse a otra gran corriente de la investigación histórica hoy: la historia cuantitativa.

Además de sus lazos con la etnología, la historia de las mentalidades podrá disponer de otro gran arsenal de las ciencias humanas actuales: los métodos estructuralistas

La atracción de la historia de las mentalidades viene, sobre todo, del desarraigo que ofrece a los intoxicados de la historia económica y social y especialmente de un marxismo vulgar.

En el propio interior del marxismo, los historiadores que lo invocaban, después de haber puesto de manifiesto el mecanismo de los modos de producción y de la lucha de clases, no conseguían pasar de forma convincente de las infraestructuras a la superestructuras.

Es también el lugar de encuentro de exigencias opuestas que la dinámica propia de la investigación histórica actual fuerza al diálogo. Se sitúa en el punto de conjunción de lo individual con lo colectivo, del tiempo largo y de lo cotidiano, de lo inconsciente y lo intencional, de lo estructural y lo coyuntural, de lo marginal y lo general. La historia de las mentalidades es a la historia de las ideas lo que la historia de la cultura material es a la historia económica. Se capta el estilo de una época en las profundidades de lo cotidiano.


El método que la historia de las mentalidades impone al historiador es una investigación arqueológica, primero, de los estratos y fragmentos de arqueopsicología —en el sentido en que André Varagnac habla de arqueocivilización—, pero como estos restos unidos en coherencias mentales, si no lógicas. Se impone, luego, el desciframiento de sistemas psíquicos próximos al bricolaje intelectual por el que Claude Lévi‐Strauss reconoce el pensamiento salvaje.

Lo que parece falto de raíz, nacido de la improvisación y del reflejo, gestos maquinales, palabras irreflejas, viene de lejos y atestigua la prolongada resonancia de los sistemas de pensamiento.

La historia de las mentalidades obliga al historiador a interesarse más de cerca por algunos fenómenos esenciales de su dominio: las herencias cuya continuidad enseña su estudio, las pérdidas, las rupturas (¿de dónde, de quién, de cuándo vienen este pliegue mental, esta expresión, este gesto?); la tradición, eso es, las formas en que se reproducen mentalmente las sociedades, los desfases, producto del retraso de los espíritus en adaptarse al cambio y de la rapidez desigual de evolución de los distintos sectores de la historia.

Los hombres se sirven de las máquinas que inventan guardando las mentalidades de antes de esas máquinas.

Origen

El francés no deriva naturalmente mentalité de mental. Lo toma del inglés que desde el siglo XVII había sacado mentality de mental. La mentalidad es hija de la filosofía inglesa del siglo XVII. Inspira a Voltaire el libro y la idea de l’Essai sur les moeurs et l’esprit des nations (1754), en que uno siente el principio de una prolongación del inglés mind.

Es el sucedáneo popular de la Weltanschauung alemana, la visión del mundo, de cada cual, un universo mental estereotipado y caótico a un mismo tiempo.

La eclosión de la nueva escuela histórica francesa ha asegurado —hecho excepcional— el éxito de la palabra, de la expresión y del género (los tres «teóricos» de la historia de las mentalidades son Lucien Febvre, 1938, Georges Duby, 1961, Robert Mandrou, 1968).

Y es verdad que el historiador de las mentalidades, sin encerrar esta palabra en el infierno de la memoria colectiva, la persigue en las aguas turbias de la marginalidad, de la anormalidad, de la patología social. La mentalidad parece revelarse de preferencia en el dominio de lo irracional y de lo extravagante. De ahí la proliferación de estudios —algunos de ellos notables— sobre la brujería, la herejía, el milenarismo.


Fuentes

Hombre de oficio, el historiador busca primero sus materiales. ¿Dónde están los de la historia de las mentalidades? Todo es fuente, para el historiador de las mentalidades. Es una forma diferente de leerlo.

Importa no separar el análisis de las mentalidades del estudio de sus lugares y medios de producción.

Las mentalidades mantienen con las estructuras sociales relaciones complejas, pero sin estar separadas de ellas. ¿Se da para cada sociedad, en cada una de las épocas que la historia distingue en su evolución, una mentalidad dominante o varias mentalidades?

Igualmente delicada es la captación de las transformaciones de las mentalidades. ¿Cuándo se deshace una mentalidad, cuándo aparece otra? La innovación en este terreno de las permanencias y de las resistencias no es de fácil aprehensión.


Salida en buena parte de una reacción contra el imperialismo de la historia económica, la historia de las mentalidades no tiene que ser ni el renacimiento de un espiritualismo superado —que se ocultaría por ejemplo bajo las vagas apariencias de una indefinible psyché colectiva— ni el esfuerzo de supervivencia de un marxismo vulgar que buscaría en ella la definición barata de superestructuras nacidas mecánicamente de las infraestructuras socioeconómicas.

La historia de las mentalidades tiene que distinguirse de la historia de las ideas contra la cual también en parte nació. No son las ideas de santo Tomás de Aquino o de san Buenaventura las que dirigieron los espíritus a partir del siglo XIII, sino nebulosas mentales en las que ecos deformados de sus doctrinas, migajas depauperadas, palabras fracasadas sin contexto, han desempeñado un papel.

La historia social está jalonada de mitos en que se revela la parte de las mentalidades en una historia que no es ni unánime ni inmóvil.

Pese, o mejor a causa de su carácter vago, la historia de las mentalidades está en vías de establecerse en el campo de la problemática histórica. Si se evita que sea un cajón de sastre, coartada de la pereza epistemológica, si se le dan sus utensilios y sus métodos, hoy tiene que desempeñar su papel de una historia distinta que, en su búsqueda de explicación, se aventura por el otro lado del espejo.