jueves, 29 de agosto de 2024

La microhistoria

LA MICROHISTORIA COMO REFERENTE TEÓRICO- METODOLÓGICO. UN RECORRIDO POR SUSVERTIENTES Y DEBATES CONCEPTUALES

Ronen Man


La microhistoria y la reducción de escala. Ronen Man, “La microhistoria como referente teórico-metodológico.” En: Historia Actual Online. (30) (Invierno 2013): 167-173.  


El artículo hace una contribución historiográfica sobre la microhistoria como vertiente teórico epistemológica, de tal manera que la ubica en su contexto de surgimiento, recorre sus principales referentes e incursiona en sus lineamientos metodológicos y conceptuales.

La microhistoria no se planteaba crear un nuevo marco teórico, ni siquiera una escuela de pensamiento ya que incluso su caracterización como “corriente” fue cuestionada por sus mismos autores.

La microhistoria italiana se planteó como una respuesta a la crisis de los paradigmas hegemónicos en las ciencias sociales de mediados de la década de 1970, particularmente el estructuralismo y el materialismo marxista. Específicamente contra el modelo de paradigma hegemónico francés representados por la Escuela de los Annales, en particular contra su segunda etapa, la que fue dominante entre la segunda postguerra y los años ’70, dirigida por el modelo “braudeliano” inspirado en una historia con tendencia sociológica y estructuralista, ejemplificado en la metáfora de la “larga duración”. Así, frente al extremo demasiado acontecimental representado por un positivismo clásico que privilegiaba los hechos en sí mismos, se impuso el modelo “annalista” como un opuesto igualmente extremo, que privilegiaba los grandes procesos inmodificables y las grandes estructuras.

El microanálisis en general y la microhistoria en particular propusieron como una de las salidas a esta dualidad entre generalización y particularismo una especie de “vía intermedia” que pudiera superar este dualismo binario estancado.


Uno de los fundadores de la microhistoria, Carlo Ginzburg introduce su libro liminal El queso y los gusanos… con un manifiesto explícito de lo que esta tendencia propone y cuáles serían sus “enemigos” teóricos. Allí plantea que la microhistoria realiza un proceso constructivo de la investigación para acceder al conocimiento científico. Sus trabajos están basados en un constructivismo consciente, en el cual no caben premisas dadas de antemano, ni se aceptan ciertas evidencias epistemológicas tradicionales. Así, no hay una realidad que derive de la construcción interna realizada por el sujeto cognoscente, sino que el observador simplemente se dota de unos instrumentos para intentar representar lo más fielmente posible, algo que le es externo. A su vez la microhistoria se basa en una premisa anti escéptica. De hecho, el antiescepticismo es una de las apuestas cognoscitivas más específicas de esta tendencia teórica debido al importante papel que le asignan al racionalismo y al antirelativismo. Prima la creencia de que el análisis histórico de procesos microscópicos le permitiría a la historiografía adquirir una dimensión teórica propia, específica, no subalterna ni subsidiaria de las demás ciencias sociales hegemónicas. Se oponen al modelo tradicional “monográfico” francés que solamente recurría al estudio de casos específicos particulares para confirmar las tesis generales presentadas para los ámbitos de estudio generales, léase nacionales o globales.

De esta manera la microhistoria invierte el modo habitual de proceder del análisis histórico tradicional, que consistiría en partir de un contexto global para recién allí interpretar un texto particular. El análisis micro se atreve a partir a modo inductivo desde los aspectos particulares menores para luego dar cuenta de los aspectos generales. 

Pero aparece ante estas cuestiones un problema en torno al grado de representatividad cognoscitiva que la microhistoria puede aportar a la ciencia. Surge la pregunta de ¿cómo una muestra tan circunscripta puede llegar a generalizarse y decirnos algo sobre una realidad mayor? Ante esta disyuntiva Eduardo Grendi elaboró la definición de “excepcional-normal”, como un oxímoron epistemológico en el cual los márgenes de la sociedad, lo “anormal” y lo periférico pueden informarnos mucho incluso sobre el propio centro. Según este autor, exponente de la corriente, lo excepcional deviene normal y no trasciende sino sólo excepcionalmente debido a su propia normalidad. En este sentido es fundamental comprender a la excepción en términos cualitativos más que cuantitativamente.  Estas fuentes excepcionales actúan a la manera de los relatos de viajeros o de los etnólogos en sociedades ajenas, que toman nota y dan cuenta de todos los detalles, por más comunes y cotidianos que parezcan y que la gente del lugar no se molestaría en agendar e interpretar. 

Trabaja, claro, de forma indiciaria. Esto conlleva una discusión metodológica acerca de la factibilidad de realizar una historia sólo a base de indicios y fragmentos, esas parcialidades sólo nos permitirán arribar a resultados provisorios y plausibles y nunca definitorios. Por ello proponen que sus historias son parciales y provisorias, nunca concluyentes y taxativas. No se plantean trasmitir una Verdad, sino que explicitan y narran al lector la manera en que construyen sus proposiciones parciales, provisorias e hipotéticas.

Pero esto trae aparejado una nueva limitación que hay que tener en cuenta y es el problema del relativismo.

Son apenas casos aislados. Pero el contexto puede leerse de dos formas; a la manera funcionalista- determinista, en la cual lo particular queda explicado por lo general que lo contiene; o de la forma microhistórica, en la cual la reducción de escala de lo particular revela las incoherencias del contexto general. Hay una narrativa diferente, de comparación, pero no por eso es pura ficción. En este sentido los microhistoriadores comparten lo que Prosperi y Ginzburg esbozaron en la obra Juegos de paciencia en la cual desarrollan de una manera explícita toda la trastienda y los andamiajes de la investigación histórica realizando una comunicación directa y empática con los lectores potenciales, demostrando que proponen una retórica provisional en vez de una argumentación autoritaria y taxativa

En sus luchas contra las epistemologías estructuralistas los microhistoriadores intentan evaluar los niveles de libertad con que disponen los sujetos al interior del conjunto de reglas normativas que limitan sus acciones, por lo cual se preguntan en qué medida las elecciones de los sujetos son o no autónomas y racionales.

Así, toda acción social se considera como resultado de una transacción constante del individuo frente a una realidad normativa que, aunque sea omnipresente, permite no obstante posibilidades, si bien estrechas, de libertad personal en términos de autonomía relativa, al permitir movilizarse entre los intersticios de las contradicciones y las incongruencias inherentes de las estructuras normativas que los regulan.

Es justamente el quiebre de las certidumbres tradicionales asociada a la caída de los paradigmas teóricos hegemónicos la que ingresa la condición de posibilidad de los planteos deconstruccionistas asociados a los estudios locales, parciales y micro. 

Postulan de esta manera un modelo de racionalidad limitada: limitaciones devenidas por situaciones de incertidumbre, distintos niveles de preferencias, o por las reducidas capacidades de información disponible. A su vez proponen que las identidades son enigmáticas y cambiantes, las conciencias son de difícil apreciación, los comportamientos no son uniformes y no se puede tener una visión simplista o lineal, ya que los hombres son más complicados y ambiguos de los que a primera vista aparentan.

En oposición a las visiones continuistas de los funcionalistas, los microhistoriadores resaltan las contradicciones y conflictos suscitados por los sistemas de dominación, destacando más bien las fragmentaciones, contradicciones y las pluralidades de los puntos de vista que hacen a todos los sistemas fluidos y abiertos.

Contra los postulados del “giro lingüístico” y de los discursivistas (Hayden White, Lawrence Stone, Roland Barthes) el discurso narrativo histórico está fundado en pesquisas realizadas sobre hechos históricos concretos contrastables por el contexto, por las fuentes y por la documentación y no son necesariamente puro “texto” o “imaginación lingüística”.

Además los autores nos plantean otros dos riesgos en los que puede caer normalmente el estudio histórico; estos son el exceso de localismo y su opuesto la abstracción del generalismo.

La intención no es en sí misma analizar una localidad en particular, sino sobre todo estudiar determinados problemas generales EN una localidad específica, pero que puede ser cualquier espacio.

De esta idea deviene un axioma epistemológico: los hechos históricos son únicos, irrepetibles e irrecuperables en sí mismos, si bien deben ser factibles de realizárseles un análisis comparativo, nunca se repetirán hechos iguales en contextos históricos diferentes, ya que estarán determinados por condiciones sociales, políticas y culturales disímiles.

Si buscamos una idea que pueda servir de síntesis a la tendencia de la microhistoria diríamos que intenta “formular preguntas generales a objetos reducidos y formularlas de tal modo que esos objetos menudos, lejanos y extraños cobren una dimensión universal, sin dejar de ser a la vez irrepetibles y locales”; vemos una vez más como este oxímoron dialectico es el que sirve de guía a una tendencia que para algunos ya estaría en decadencia, mientras que para otros abrió caminos y senderos valiosos y vigentes para la disciplina histórica porvenir.