domingo, 15 de septiembre de 2024

La historia poscolonial en la India: Nuevas voces

Una pequeña historia de los Estudios subalternos 

Dipesh Chakrabarty


Dipesh Chakrabarty, “Una pequeña historia de los Estudios subalternos.” En: Pablo Sandoval, Repensando la subalternidad: miradas críticas desde/sobre América Latina. Perú: Instituto de Estudios Peruanos, 2010. pp. 25-52.


Arif Dirlik indica que, aunque las innovaciones historiográficas de los Estudios subalternos son bienvenidas, se trata de simples aplicaciones de métodos iniciados por historiadores marxistas británicos, modificados por las “sensibilidades del Tercer mundo”, que se habían diseminado ampliamente durante la década de 1970 bajo el influjo de historiadores sociales tales como E. P. Thompson, Eric Hobsbawm, y muchos otros.


Al autor le gustaría demostrar que la lectura de los Estudios subalternos hecha por Dirlik equivoca seriamente el juicio que hace a la serie de documentos que constituye un proyecto poscolonial.


Los documentos oficiales del gobierno británico de la India –así como la tradición de historiografía imperial– siempre presentaron al gobierno colonial como si hubiera sido un beneficio para la India y su gente. Los historiadores indios de la década de 1960 –muchos de los cuales tenían títulos académicos británicos y la mayoría de los cuales pertenecían a una generación que creció a finales del gobierno británico– cuestionaban esa perspectiva. El nacionalismo y el colonialismo salieron a flote como fenómenos interdependientes en dos narrativas dominantes.

Desde el punto de vista de una generación más joven de historiadores, ni la tesis de Cambridge, que propone una visión escéptica del nacionalismo indio, ni la tesis nacionalista-marxista –o asimilada a una agenda historiográfica nacionalista–, que encubre los verdaderos conflictos de ideas y de intereses entre los nacionalistas de elite y sus seguidores socialmente subordinados, eran respuestas adecuadas a los problemas de la escritura de la historia poscolonial en la India.

Los Estudios subalternos intervinieron en esta historia en 1982. Intelectualmente, empezaron en el mismo terreno en el que iban a presentar batalla: la escuela de Cambridge y la de los historiadores nacionalistas. Estas dos perspectivas, declaró Guha en un documento que inauguró la serie de textos de los Estudios subalternos, eran elitistas. Escribieron la historia del nacionalismo como si fuera el recuento de un logro de las clases de élite, ya fueran indias o británicas.

Buscaban una perspectiva antielitista de la escritura de la historia y, en este aspecto, tenían mucho en común con las aproximaciones de la “historia-desde-abajo” que introdujeron Chistopher Hill, E. P. Thompson, E. J. Hobsbawm y otros en la historiografía inglesa.


En retrospectiva, se puede decir que había tres amplias áreas en las que Estudios subalternos se diferenciaba de la aproximación “historia-desde-abajo” de Hobsbawm o Thompson (guardando las diferencias entre estos dos eminentes historiadores de Inglaterra y Europa). La historiografía subalterna implicaba, necesariamente, una relativa separación de la historia del poder de cualquier historia universalista del capital; se constituía como una crítica de la nación como forma y una interrogación a la relación entre el poder y el conocimiento (es decir, del archivo mismo y de la historia como una forma del conocimiento). En mi opinión, en estas diferencias estaban los inicios de una nueva manera de teorizar la agenda intelectual de las historias poscoloniales. 

Guha declaraba que en la India colonial existía un dominio “autónomo” de la “política del pueblo” que estaba organizado de manera diferente que el dominio de la política de la elite

La tendencia estándar en la historiografía marxista global hasta la década de 1970 era considerar las revueltas campesinas que se organizaron a lo largo de los ejes de parentesco, religión, casta, etc., simplemente como movimientos que mostraban una conciencia retrógrada, del tipo que, en su trabajo sobre bandidismo social y “rebelión primitiva”, Hobsbawm había llamado prepolítico. Al rechazar explícitamente la caracterización de la conciencia campesina como prepolítica y al evitar los modelos evolucionistas de la toma de conciencia, Guha estaba preparado para sugerir que la naturaleza de la acción colectiva contra la explotación colonial en India era tal que efectivamente llevó a una nueva constelación de lo político. Guha sugirió que el campesino (insurgente) en la India colonial de hecho leía correctamente su mundo contemporáneo. 

La semiótica de la dominación y la de la subordinación era lo que las clases subalternas querían destruir cada vez que se rebelaban. En el caso de la India, la semiótica no podía separarse de lo que en inglés llamamos, de manera imprecisa, lo religioso o lo supernatural.

En Elementary Aspects of Peasant Insurgency in Colonial India, Guha tiende a leer dominación y subordinación en términos de una oposición entre modos de producción feudal y capitalista. En esta visión de la historia, fundamentalmente eurocéntrica y por etapas, aunque modulada por las teorías del “desarrollo desigual”, el campesino es una figura del pasado y debe mutar en un trabajador industrial para emerger, eventualmente, como el ciudadano-sujeto de las democracias modernas. Pero esta particular narrativa marxista sólo representa en parte la fuerza y la amplia significación de la crítica de Guha a la categoría prepolítica: Cualquiera que sea su validez para otros países, la noción de insurgencia campesina prepolítica ayuda muy poco a la comprensión de la experiencia de la India colonial. La dominación social y la subordinación del subalterno por la elite fue, pues, un rasgo cotidiano del capitalismo de la India. Fue un capitalismo de orígenes coloniales. El resultado de la colonia fue un capitalismo sin jerarquías capitalistas, una dominación capitalista sin una cultura capitalista hegemónica, o, en los famosos términos en los que lo puso Guha, una dominación sin hegemonía.


Las dos formulaciones de Guha –que tanto el nacionalismo como el colonialismo tuvieron mucho que ver con la institucionalización del gobierno del capital en la India, donde las ideologías burguesas ejercieron dominación sin hegemonía, y que la forma resultante de poder en la India no podría ser denominado prepolítica– tuvieron varias implicaciones para la historiografía.

No hay duda alguna de que la elite política india internalizó y utilizó el lenguaje de modernidad política, pero esta tendencia democrática existía al lado de relaciones de dominación y subordinación que no son democráticas y estaba intercalada con ella. Esta coexistencia de dos dominios políticos, dijo Guha, “fue el indicador de una importante verdad histórica, esto es, del fracaso de la burguesía de hablar a nombre de la nación”.


La búsqueda de Guha de una historia en la que el subalterno era el que hacía su propio destino puso en la palestra la cuestión de la relación entre textos y poder. Guha enfatiza la necesidad del historiador de desarrollar una estrategia consciente para leer los documentos. El objetivo de esta estrategia no es simplemente discernir y cernir la parcialidad de las elites, sino analizar las propiedades textuales mismas de estos documentos para poder llegar a la historia del poder que las produjo. Sin contar con tal herramienta de examen sistemático, opina Guha, los historiadores tienden a reproducir la misma lógica de la representación que utilizaron las clases de la elite al dominar al subalterno.

Al criticar así el historicismo y el eurocentrismo, y al utilizar esta crítica para interrogar a la idea de la nación, al enfatizar las propiedades textuales de los documentos de archivo, al considerar la representación como un aspecto de las relaciones de poder entre la elite y el subalterno, Guha y sus colegas se separaron de los presupuestos que guiaban la aproximación de la historiografía marxista inglesa, la historia desde-abajo.


Ranajit Guha se retiró del equipo editorial de Estudios subalternos en 1988. Desde entonces, los académicos de Estudios subalternos han tratado de tomar en consideración las críticas en su trabajo. Las acusaciones de que no han abordado cuestiones de género o entablado conversaciones con la teoría feminista han sido abordadas hasta cierto punto por Ranajit Guha, Partha Chatterjee y Susie Tharu, entre otros. La influencia del pensamiento deconstruccionista y posmoderno en Estudios subalternos puede identificarse en la manera en que los trabajos de Gyanendra Pandey, Partha Chatterjee y Shahid Amin, en la década de 1990, han privilegiado la idea del fragmento sobre la del todo o la totalidad.

Mucha de la controversia sigue, a grandes rasgos, los contornos del debate global que se da entre marxistas y posmodernistas. Así como los marxistas de otras partes, los marxistas indios alegan que la valorización posmodernista del fragmento en la historiografía del subalterno daña la causa de la unidad de los oprimidos y contribuye con los extremistas hindúes. Los defensores de los Estudios subalternos señalan, como respuesta, que la esfera pública –en la India como en otras partes– se ha fragmentado bajo la presión de la democracia y que esta no puede ser unida artificialmente por un marxismo que insiste en reducir las muy diversas experiencias de opresión y marginalización al eje único de clase, o inclusive al triple eje de clase, género y etnicidad.


Los defensores de los Estudios subalternos señalan, como respuesta, que la esfera pública –en la India como en otras partes– se ha fragmentado bajo la presión de la democracia y que esta no puede ser unida artificialmente por un marxismo que insiste en reducir las muy diversas experiencias de opresión y marginalización al eje único de clase, o inclusive al triple eje de clase, género y etnicidad. La concesión formal de los derechos de ciudadanía al campesino indio después del logro de la independencia de los británicos simplemente reconocía su naturaleza que ya era política. Puede verse, en retrospectiva, que Estudios subalternos fue un proyecto democrático cuyo objetivo fue producir una genealogía del campesino como ciudadano en la modernidad política contemporánea.