viernes, 20 de septiembre de 2024

Representaciones humorísticas de mujeres

 
¿ES SOLO UN CHISTE? RECONSTRUYENDO LOS SIGNIFICADOS DEL DERECHO AL SUFRAGIO FEMENINO EN COSTA RICA, BAJO LA LUPA DEL HUMOR GRÁFICO (1949-1953)
Yanet MARTÍNEZ TOLEDO

El objetivo de este artículo es analizar cómo, mediante el humor gráfico, se representa a las mujeres, y sus luchas por alcanzar el derecho al sufragio. Para ello se realiza un análisis, con enfoque cualitativo, de caricaturas publicadas en los semanarios El Trapiche y La Semana Cómica, y en el Diario de Costa Rica, entre 1947 y 1953. Uno de los resultados principales es, además de la reproducción de estereotipos acerca de la participación política de las mujeres, señalar cómo se reproducen las nociones dicotómicas de lo que es ser mujer y el peligro que estas representan para los hombres como grupo político.


El 30 de julio de 1950, una mujer de 27 años, llamada Bernarda Vázquez, fue la primera mujer en ejercer su derecho al voto en La Tigra, provincia San Carlos, en Costa Rica (Ávalos, 2013). Lo hizo un año después de que la Asamblea Constituyente otorgara el voto a las mujeres, el 20 de junio de 1949. Interesa saber, en este artículo, qué pasa con la crítica política cuando está en juego el derecho de las mujeres al voto. Quiénes son los autores de estas caricaturas, dónde se publican, cuáles son los elementos visuales y lexicales del discurso de los caricaturistas y cómo son representadas las mujeres en ellos. 


La presencia de las mujeres en la prensa escrita en la década de 1940 tiene características que, podríamos afirmar, siguen hasta nuestros días. Tanto en La República, como en Diario de Costa Rica, las mujeres fueron centralmente representadas como protagonistas en “concursos de belleza, bodas, viajes, compromisos y certámenes para elegir madrinas de ciertos eventos”


Las mujeres eran protagonistas de eventos pero a la vez productoras de contenido como con el períodico Nosotras (1949). 


Tanto la caricatura como la historieta surgen de manera simultánea, con la obra Figuras y Figurones (1870-7890) de José María Figueroa (Sánchez, 2015). 1892 es la fecha en la que las caricaturas se incorporan de manera sistemática a la prensa escrita en el país. Si bien a partir de la búsqueda documental se puede identificar algunas actoras clave, tales como Emilia Prieto, puede afirmarse, en términos generales, que no hay una recuperación histórica de la presencia de las mujeres como caricaturistas y artistas gráficas en la producción periodística nacional. 


Hay un denominador común: imagen, crítica social y referencia a códigos de una cultura popular que, haciendo uso de la sátira, interpela al discurso hegemónico. Esta interpelación sucede en un proceso de negociación, donde el discurso hegemónico es contrastado, pero también asumido.

En alusión a la representación mediática de las mujeres podemos hablar de un denominador común: la construcción estereotipada de los roles de género, la imagen de las mujeres y la construcción de lo femenino y su relación con lo masculino.

Incluye la construcción de una agenda mediática de lo que “le importa a las mujeres”, en la que se privilegia lo doméstico sobre lo político, lo privado sobre lo público, el entretenimiento sobre la información.

La categoría violencia simbólica (Bourdieu, 2000) expresa la existencia de una relación desigual entre géneros, en la que las mujeres son subordinadas al establecerse ámbitos de actuación que, al naturalizarse, privilegian a hombres sobre mujeres

Otro elemento clave de la violencia simbólica es la “invisibilización”. Al privilegiarse una noción estereotipada de lo que es ser mujer, y los ámbitos de actuación de esta representación, quedan “por fuera” todas aquellas representaciones de las mujeres ajenas a lo doméstico, entiéndase: el amor filial, matrimonial y su vinculación con el cuidado de otros y otras.

Cuando el humor construye las bases de su sátira política, basándose en la naturalización de la desigualdad de los géneros, y, además, asume como natural la feminidad sexualizada y eternamente joven al representar a las mujeres como sujetos políticos y sujetos de su propia historia. 

Además hay una mirada masculina que es desde donde se ve. Y está marcada por una construcción “heteronormada” de la realidad en la que las mujeres somos objeto de deseo, antes que sujetos autónomos. 


La aparición de las mujeres, se ubicaba más en el terreno de las noticias sociales, a pesar de que la Liga Feminista logra colocar una columna feminista dentro del diario (Diario de Costa Rica). Esto último no se traduce en un abordaje integral de las mujeres, como se apreciará más adelante en los resultados. 

Para el análisis del material se elige el método de Análisis Crítico del Discurso Multimodal (ACDM), el cual permite analizar los aspectos lingüísticos, semánticos y semióticos de la representación de texto escrito e imagen. Permite hacer una taxonomía de la imagen, desde el color hasta su sintaxis, y su vínculo con el texto escrito (Kress, van Leeuven, 1996). 

Tomando ello en consideración, en la perspectiva del análisis de la relación entre texto e imagen se analizará: 1. ¿Quién es el emisor, constructor de sentido en la caricatura? 2. ¿Quién mira y a quién se observa? 3. ¿Cuáles son los estereotipos de género que se reproducen en las imágenes? 4. ¿Cómo el texto dialoga o refuta la imagen? 5. ¿Quién habla en el texto?

La representación de la participación política de las mujeres en el humor gráfico de la época es mínima si se compara con otras formas de representación. 

A partir del análisis general de las ediciones de La Semana Cómica en el período analizado, se puede concluir que las mujeres son mayoritariamente representadas en actividades vinculadas con el consumo, especialmente en la compra de accesorios. También son representadas en relación con hombres con los que tienen vínculos de noviazgo y matrimonio.

En lo que respecta a su representación física, siguiendo el aporte de Alvarenga (2012: 154), las mujeres que aparecen en las caricaturas de los tres medios son predominantemente jóvenes, esbeltas, caucásicas, sintetizando un imaginario costarricense de mujeres urbanas, de clase media y del Valle Central del país. El Valle Central tiene valor tanto geográfico como simbólico. En el caso costarricense, el centro de crecimiento del país en las décadas de 1940 y 1950 se encuentra en esta área. 

La representación de las mujeres en la política, en esta imagen, más allá de las filiaciones políticas, tiene un denominador común. Cada mujer es representada más como trofeo que como agente activo del cambio político.


En “¿Cómo disolver un mitin político femenino?” hace referencia, en clave de humor a un elemento de sentido común, propio de la experiencia en la vida doméstica de las mujeres: el ratón. El ratón, simbólicamente, es asociado con la incapacidad de los sujetos femeninos para hacerles frente, además de que alude a gritos y miedo por parte de las féminas. ¿Quiénes son los sujetos que deben hacer frente a la presencia de ratones? Los hombres. Al menos en el espacio doméstico. 


“Sexo debil” (Méndez, 1956) lleva el conflicto de lo doméstico a lo político y se reproduce la imagen de la suegra como un sujeto violento, no dialógico, del cual el hombre es una víctima. La mujer agresiva y poco deseada en la familia, la suegra, es, además, un sujeto no confiable en materia de política. Aunque, evidentemente, es un sujeto activo en la política. Esto nos permite visibilizar otro elemento de sentido común clave en el humor. Las mujeres que participan en política se vuelven agresivas, poco dialógicas. En otras palabras, se ‘masculinizan’



En las dos imágenes que hacen referencia a la organización política de las mujeres hay un reconocimiento de que la participación de las mujeres en política significa más poder, pero ese poder de las mujeres no es percibido como el acceso a un derecho, sino como la pérdida de privilegios para los hombres.

En “Voto femenino” (La Semana Cómica, 1947) se construye un escenario distópico en el que la participación activa de las mujeres tiene un impacto social que afecta directamente a los hombres, especialmente revirtiendo lo que se entiende en las imágenes como el orden de las cosas. El elemento distópico, desde la perspectiva del hombre, que protagoniza la imagen se encuentra en la inversión de los roles asignados por género y que ubican a las mujeres en el espacio doméstico. Esta distopia se expresa en el rostro del hombre que se podría interpretar como una mezcla entre desagrado e impotencia.

La imagen “Uno que necesita sales Uvina” (La Semana Cómica, 1947) no hace referencia al “futuro” en el que las mujeres acceden a derechos políticos, sino al presente en el que ese hecho se convierte en un peligro para el status quo. El sujeto que protagoniza la imagen representa uno de los poderes políticos imperantes en Costa Rica en la época. Se trata de la Iglesia Católica. La Iglesia Católica representa una de las fuerzas en disputa en torno al acceso de las mujeres a la participación política.

En el texto escrito se hace referencia a la “trapeada” que les da el padre a las mujeres. Este es un elemento importante, pues esta es la única imagen en la que se explicita la violencia contra las mujeres organizadas en política. En las anteriores imágenes los hombres son presentados como víctimas del cambio político o como cómplices de una broma (como en el caso de “¿Cómo disolver un mitin?”). 


El humor en general, y el humor gráfico en particular, necesita de marcos de experiencia comunes que hagan posible la lectura y la risa; esto es, el objetivo final del humor. 


En términos generales, podemos hablar de que las imágenes halladas en los tres medios tienen características similares. La primera de ellas es la “invisibilización” de la participación política de las mujeres en general.

En segundo lugar, cuando aparecen desarrollando alguna actividad política, lo hacen a través de la mirada masculina (como retomar el papel cultural asignado a las suegras desde el punto de vista masculino).

En este sentido todas las imágenes son ejemplos de violencia simbólica, porque en cada una de ellas se reproducen prejuicios de género, que se suman a la “invisibilización” de la participación política partidaria de las mujeres de manera general. 

La categoría “mirada masculina” nos permite entender que las dinámicas de sentido común tienen un componente de género que, en el caso del humor, se traduce en una complicidad entre artista y audiencia que marca el contenido y los límites de lo risible. Esto nos permite entender las dimensiones del humor como forma de violencia simbólica contra las mujeres, al representarlas a partir de la naturalización de prejuicios basados en sentidos comunes de género.