jueves, 10 de octubre de 2024

Aproximaciones a la historia del cuerpo

Aproximaciones a la historia del cuerpo como objeto de estudio de la disciplina histórica
Genevieve Galán Tamés

Genevieve Galán Tamés. “Aproximaciones a la historia del cuerpo como objeto de estudio de la disciplina histórica.” En: Historia y Grafía. 33 (2009): 167-204. 


El interés de este ensayo es doble, por un lado se centra en tematizar a grandes rasgos el interés de la disciplina histórica por el tema del cuerpo. En ese sentido, se resalta la importancia del papel de pensadores como: Marcel Mauss, Norbert Elias, Michel Foucault y Michel de Certeau, para que la comunidad histórica se interesara por este tema en particular.

¿A partir de qué autores y qué ideas, el cuerpo se convirtió –dentro de las investigaciones de los historiadores– en el lugar privilegiado para lo social, lo cultural y lo político, entre otros? Por otro lado, y en un segundo momento, el interés se centra en la manera en la que algunos historiadores justificaron (y justifican), desde la disciplina histórica, la historia del cuerpo y su pertinencia como objeto de estudio; así como las principales problemáticas al hacer este tipo de trabajo y las estrategias implementadas por éstos.

De ese modo, considera que en la conceptualización del cuerpo como objeto de estudio de la historia –elaborada a partir de la década de 1970– tuvo mucho que ver, en un primer momento, con intelectuales de las vecinas ciencias sociales.


1. Influencias para una conceptualización histórica del cuerpo.

Hacia mediados de la década de los setenta, la mirada del historiador se desplazó hacia nuevos horizontes: los del estudio de la cultura material y de las sensibilidades. El historiador asumió así el campo de observación del etnólogo y del antropólogo.

En “Técnicas y movimientos corporales” el sociólogo y antropólogo francés Marcel Mauss estudió “la manera en la que cada sociedad impone al individuo un uso rigurosamente determinado de su cuerpo”. En éste, Mauss también reflexionó acerca de los instrumentos corporales y fue uno de los primeros en “plantearse la relación entre cuerpo y sociedad”. Así, “Mauss fue uno de los primeros en demostrar, señalando como las normas colectivas dan forma a nuestros gestos más ‘naturales’: nuestra manera de andar, de jugar, de parir, de dormir o de comer”.

Las técnicas corporales que describe Mauss tienen tres características fundamentales: primero, tal como su nombre lo indica, son técnicas, pues están constituidas por un conjunto de formas y movimientos corporales; segundo, son tradicionales, al ser adquiridas o aprendidas por medio de la educación o de algún entrenamiento. Para Mauss no hay técnica ni trasmisión si hay ausencia de tradición, y finalmente, son eficaces en el sentido en que sirven para un propósito, una función o un objetivo definido.

Años después de las observaciones de Marcel Mauss sobre las técnicas del cuerpo, “una de las contribuciones mayores a la historia del cuerpo se difundía gracias al texto El proceso de civilización, del sociólogo alemán Norbert Elias (1936, pero no fue famoso sino hasta los años 70) que sería vista a partir de los años setenta como una investigación muy actual, muy cercana a la nouvelle histoire, incluso muy próxima a la última historia cultural que después se cultivó. Una parte importante del texto se centra en el estudio de los manuales de civilidad o cortesía –también denominados manuales de conducta–, mismos que Elias utilizó para estudiar la generalización e interiorización de controles sobre el cuerpo. A través de éstos se aprecia cómo conductas, que en un momento, resultaron habituales y permitidas, son posteriormente prohibidas y catalogadas como comportamientos indecentes o de mal gusto. 


Garrigou y Lacroix sugieren, por otro lado, que este súbito interés no fue ajeno a los conflictos al interior del grupo Annales, visibles tras la salida de Fernand Braudel de la dirección de la revista. Así, la obra de Elias sirvió también a la causa de aquellos historiadores que buscaban establecer una distancia crítica con los trabajos de su predecesor.

Elias sostuvo que el cambio en la conducta de los individuos pertenecientes a las sociedades occidentales debe entenderse como parte de un proceso histórico.

El proceso de civilización esboza implícitamente, si no es que de manera explícita, una teoría de cuerpos “civilizados”. La teoría de Elias sugiere que los cuerpos de los individuos son objetos de socialización a lo largo del proceso de civilización. Es decir, no sólo se reprimen las necesidades escatológicas del cuerpo, sino que el cuerpo humano se transforma en el lugar de expresión de los códigos civilizados de comportamiento. En este sentido, el cuerpo es una figuración que cambia constantemente, como resultado de las fluctuantes relaciones sociales, de las tensiones y equilibrios de poder, en las que los individuos participan a diario.

Uno de los aportes importantes de Foucault consistió en demostrar que no existen objetos intelectuales “naturales”. Como hace notar Chartier, la locura, la medicina y el estado no son categorías que se puedan conceptualizar como universales, sino que cada época particulariza su contenido.

A propósito del cuerpo en la obra de Foucault, Le Goff señaló que “la voluntad de interrogar y criticar la racionalidad occidental es lo que conducirá a Michel Foucault a integrar el cuerpo en una ‘microfísica de los poderes’”. Peter Burke coincidió con Le Goff, al referirse a Foucault como un colaborador importante en el interés por la historia del cuerpo. Para Burke, la relevancia de Foucault radicó en que puso de manifiesto las relaciones que hay entre el cuerpo y la historia del poder. 

En el Nacimiento de la Clínica, publicado en 1963, Foucault apuntó que los cambios en los modos en los que el cuerpo era visto y descrito por la mirada médica, no respondían a efectos al azar del progreso ilustrado o racional, sino que obedecían también a lógicas y mecanismos provenientes del poder, que a partir del siglo xviii penetraron y se inscribieron en el cuerpo. Esta relación tal vez se explicó más en el libro Vigilar y castigar, publicado en 1975. En éste, Foucault “interroga la manera en que ‘el cuerpo se sumerge directamente en un terreno político’. La importancia de Foucault para la historia del cuerpo consistió en determinar por un lado, que no hay nada natural en la manera de relacionarse con el cuerpo, y por el otro, en señalar (de muchas formas y a grandes rasgos) que: “el cuerpo, al convertirse en blanco de nuevos mecanismos de poder, se ofrece a nuevas formas de saber”.

Por último, la obra del historiador, antropólogo, lingüista y psicoanalista francés Michel de Certeau, aparece por otro lado, como parte importante en esta problematización del cuerpo. El pensamiento de este último es importante en dos sentidos: en primer lugar porque introdujo como historiador una dimensión más reflexiva al momento de hablar sobre el cuerpo como tema de la historia, y segundo porque creó una problemática este tipo de trabajo. Entre las obras de De Certeau, en donde el cuerpo juega un papel importante dentro de la reflexión por el pasado, se encuentra La posesión de Loudun (La possession de Loudun), publicado en 1970.

En palabras de De Certeau: “En resumen, el cuerpo es lo otro que hace hablar, pero a quien no podemos hacer hablar. Debemos regresar a ese cuerpo –nación, pueblo, entorno– cuyo camino dejó los vestigios con los cuales el historiador fabrica una metáfora de lo ausente”.


2. Delimitando una historia del cuerpo (reflexiones de un segundo momento).

a) ¿Por qué el cuerpo? Justificaciones acerca de su estudio.

Para los historiadores que estudian el cuerpo, es claro que éste efectivamente tiene una historia. Es decir “la concepción del cuerpo, su lugar en la sociedad, su presencia en el imaginario y en la realidad, en la vida cotidiana y en los momentos excepcionales han  cambiado en todas las sociedades históricas”. De ahí que haya sido preciso “dar cuerpo a la historia y dar una historia al cuerpo”.


Le Goff señala que el cuerpo constituye una de las grandes lagunas de la historia, un gran olvido del historiador. La historia tradicional, en efecto, estaba desencarnada. Se interesaba por los hombres y, accesoriamente, por las mujeres. Pero casi siempre sin cuerpo.

El historiador Charles de La Roncière justificó la importancia del cuerpo como tema de estudio de la historia porque éste “habla ampliamente de las problemáticas del individuo frente a lo colectivo: es un modo de aprehensión del mundo”.

La inmersión en el estudio del cuerpo histórico –un testimonio ya no de la naturaleza, sino de la cultura– es importante también porque permite restituir el mundo inmediato de los sentidos, de los ambientes físicos, de los gestos y de los “modos distintos de experimentar lo sensible y de utilizarlo”


b) ¿Qué implica trabajar el cuerpo? Problemáticas y límites al hacer este tipo de trabajo.

El historiador francés Jean-Pierre Peter escribió en 1974, en un pequeño ensayo que reflexionaba sobre el cuerpo como tema nuevo de estudio en la historia, el problema de saber cómo hablar de éste. Peter caracterizaba al cuerpo como lugar de deseo y desgracia, desplazado del territorio del historiador y ausente del lenguaje.

Así, una de las primeras problemáticas que surge al acercarse al estudio del cuerpo es aquella de su delimitación como objeto de estudio. Es decir, ¿cómo hacer frente a la polisemia del cuerpo? Por consiguiente, cualquier intento de estudio del cuerpo históricamente, no puede ser más que una “incursión en un objeto histórico cuya dimensión desafía cualquier tentativa de síntesis real”.

También hay que asumir por un lado, que hacer la historia del cuerpo implica mantenerse en el “punto fronterizo” (del que hablaban Corbin, Courtine y Vigarello), entre el sujeto y lo social. 

Para ellos (Corbin, Courtine y Vigarello), no hay que olvidar que el cuerpo existe tanto en su envoltorio inmediato como en sus referencias representativas; ambos registros variables según la cultura y el tiempo.

En el sentido en que, como mostraba Elias, aspectos de la condición humana que en apariencia son iguales a toda experiencia corporal –como lo son el nacimiento, la muerte y las necesidades fisiológicas– varían en cuanto a su codificación y configuración de sociedad en sociedad a través del tiempo. El estudio del cuerpo y de sus actos, del comportamiento y de los gestos, revela algo distinto para cada sociedad. Estudiar el cuerpo implica “considerar, en definitiva, que existen unos recursos de sentido allí donde no parecían existir”.

Por otra parte, el concepto del cuerpo mismo representa a la vez un indicador y un obstáculo en este tipo de estudios, cada época histórica y registro discursivo asigna un significado, características y atribuciones diferentes a la palabra “cuerpo”.

Barbara Duden hizo notar en Fragmentos para una historia del cuerpo humano que en muchas ocasiones se le dificultaba la comprensión del significado que daban las mujeres a sus dolores y males corporales, ya que el sentido de la existencia que expresan las quejas registradas en los documentos, eran ajenas a la identidad corporal que le habían enseñado a tener. 

Para Mark Jenner sin embargo, la utilización de teorías contemporáneas para el estudio del cuerpo –como por ejemplo el psicoanálisis– deben aplicarse con cautela, ya que pueden llevar al anacronismo. Esto es sobre todo, importante para el caso del cuerpo, y en ese sentido Jenner apuntó que el “anacronismo encierra otro peligro: el de los estudiosos de moda a dar por sentado (por ejemplo) que los conceptos freudianos y lacanianos son automáticamente aplicables a los cuerpos del pasado”.

o. El historiador Philippe Braunstein apuntó que “todo lo que nos aproxima a la intimidad de hace unos cuantos siglos nos ofrece la tentación de abolir las distancias que nos separan irremediablemente de un mundo que hemos perdido”. ¿Y acaso no hay algo más íntimo en nuestra época que el propio cuerpo? El reto es como señala Vigarello, “volver a hallar el cuerpo en dónde ya no está”.

Otra de las problemáticas que se presentan al tratar de estudiar el cuerpo desde una perspectiva histórica tiene que ver con las fuentes que se utilizan, ya que como observó Roy Porter, “indudablemente en muchos aspectos la información resulta escasa”.

 Por ejemplo, Jacques Revel observó que una de las problemáticas al analizar los manuales de civilidad –fuente privilegiada por muchos historiadores del cuerpo, inspirados por los análisis de Norbert Elias– “como toda documentación normativa, ésta se expone a una objeción de principio: describe conductas prescritas y no reales.”

Mark Jenner dice que  la historia del cuerpo debe más bien dar paso a la historias de los cuerpos.


c) Coincidencias y estrategias para abordar el cuerpo.

Lo que se observa en los trabajos sobre el tema es que el cuerpo pertenece a varios registros.

Otra cuestión común en estas historias es el interés por el estudio de los comportamientos (que implican forzosamente corporalidad) en otros períodos históricos, y que en mucho se inspiran en el trabajo de Norbert Elias.

En muchas ocasiones, tanto en el estudio de las prácticas, como en el de las representaciones es difícil establecer una división tajante. La línea que las separa es delgada. Y según los objetivos de cada historia del cuerpo, no se puede hablar de práctica sin representación y viceversa. Así, las historias del cuerpo son, en muchos casos, una mezcla de las dos. 

En una tercera línea se encuentran las investigaciones que se centran en el estudio de las partes del cuerpo (una historia fragmentada del cuerpo o bien una historia metonímica de éste).

Por último, se encuentran aquellas historias centradas en la “metáfora del cuerpo”. Aquí interesa la manera en la que el cuerpo es utilizado y convertido en metáfora. Con base en los trabajos de Le Goff, vemos que en esta historia se privilegia el análisis de los usos simbólicos de las partes del cuerpo o bien, su funcionamiento en general.

El historiador debe hacer un esfuerzo por leer entre líneas, encontrar el cuerpo en donde parecería no encontrarse.

Por ejemplo, “la confesión, el diario o la crónica son, a finales de la Edad Media, fuentes de información en las que el individuo ofrece a veces su vida privada, es decir, su cuerpo, sus percepciones, sus sentimientos y su concepción de las cosas[…]”.

El historiador es sensible a la presencia de objetos relacionados con el cuerpo –como bidés, aguamaniles, telas, polvos, lociones, peines y demás– que se incluyen en los inventarios de conventos y casas señoriales. Las normas y reglamentos de conventos, escuelas y hospitales, pueden hablarnos mucho más del cuerpo de lo que suele pensarse.

La relación del cuerpo con las envolturas materiales, es decir, con la ropa y demás objetos que lo protegen, lo embellecen y lo aderezan, surgió como una de las fuentes a privilegiar dentro de esta línea que se interroga por las implicaciones de la materialidad y los objetos físicos.


Conclusiones

La historia del cuerpo y la consolidación del cuerpo como objeto dentro de las investigaciones, ha sido un trabajo, que en mucho, se ha elaborado sobre la marcha.

Los historiadores cuyas investigaciones fueron pioneras en el interés por el cuerpo –en especial cabe reconocer el trabajo de Georges Vigarello– contribuyeron a tematizar el cuerpo, a señalar límites, plantear problemas, marcar líneas y proporcionar herramientas metodológicas y teóricas para futuras investigaciones.

La historia del cuerpo, como apuntó Le Goff, apenas comienza, pues el cuerpo provee de una poderosa metáfora para lo social, una que implica una manera recíproca de pensar el cuerpo a través de la sociedad y la sociedad a través del cuerpo.

sábado, 5 de octubre de 2024

La Teoría Queer

La Teoría Queer


Carlos Fonseca Hernández y María Luisa Quintero Soto, “La Teoría Queer: la deconstrucción de las sexualidades periféricas.” En: Sociológica. (69) (enero-abril 2009): 43-60.


La Teoría Queer es la elaboración teórica de la disidencia sexual y la de-construcción de las identidades estigmatizadas, que a través de la resignificación del insulto consigue reafirmar que la opción sexual distinta es un derecho humano.

Las sexualidades periféricas están basadas en la resistencia a los valores tradicionales, y al asumir la transgresión muchas veces el precio que se tiene que pagar es el rechazo social, la discriminación y el estigma.

La Teoría Queer intenta dar voz a estas identidades que han sido acalladas por el androcentrismo, la homofobia, el racismo y el clasismo de la ciencia.


Surgimiento de los estudios queer

La palabra inglesa queer tiene varias acepciones. Como sustantivo significa “maricón”, “homosexual”, “gay”; se ha utilizado de forma peyorativa en relación con la sexualidad, designando la falta de decoro y la anormalidad de las orientaciones lesbianas y homosexuales. El verbo transitivo queer expresa el concepto de “desestabilizar”, “perturbar”, “jorobar”; por lo tanto, las prácticas queer se apoyan en la noción de desestabilizar normas que están aparentemente fijas. El adjetivo queer significa “raro”, “torcido”, “extraño”. Queer no existiría sin su contraparte straight, que significa “derecho”, “recto”, “heterosexual”.

El vocablo queer no tiene traducción al español. La Teoría Queer se ha intentado traducir como teoría torcida, teoría marica, teoría rosa, teoría “entendida”, teoría transgresora; sin embargo, casi siempre se pierde el sentido preciso de la palabra inglesa, por lo que pensamos que es preferible utilizarla en el idioma original (Llamas, 1998; Guasch, 1998, 2000; Mérida, 2002).

La aparición de los estudios queer tiene su origen en un complejo contexto social en Estados Unidos. En primer término, surgen a partir de nuevas teorías sobre la sexualidad (Foucault, 1976; Weeks, 1998); de los descubrimientos sobre la tolerancia a la homosexualidad desde la Antigüedad y hasta la Alta Edad Media de Boswell (1980); de la aparición del artículo de Adrienne Rich (1996) sobre la heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana; y de las evidencias arqueológicas de comportamientos homosexuales en la Grecia antigua de Dover (1980).


La identidad performativa de Judith Butler

Gender Trouble es el texto iniciático de la Teoría Queer; en él Butler (1990) señala que el género es esencialmente identificación, que consiste en una fantasía dentro de otra fantasía: El género se define, de acuerdo con Butler, en lo que denomina el performance, esto es, la repetición que imita constantemente la fantasía que constituyen las significaciones de manera encarnada.

Las categorías de identidad tienden a ser instrumentos de regímenes regularizadores, tanto si obran como categorías normalizadoras de estructuras opresoras, como si sirven de encuentro para una oposición liberadora. Es decir, la categoría “lesbiana” es tan reguladora como lo es la categoría “heterosexual”.

Parte de la idea foucaultiana de que hablar de “homosexualidad” es en sí mismo una extensión del discurso homofóbico. Nombrar el lesbianismo es al mismo tiempo evocar al instrumento de poder, pero también un punto de resistencia a la opresión. ¿La sexualidad deja de ser sexualidad tras someterla a la absoluta explicitud?

El sujeto no elige la actuación del género libremente, sino que tal representación de la heterosexualidad es obligatoria, bajo amenaza de sufrir castigo y violencia por cruzar las fronteras del género; aunque la transgresión también provoca encanto y placer.


La conservación del hombre mediante la negación del deseo homosexual

Para Butler, la autodefinición homosexual es interpretada explícitamente como una conducta contagiosa y ofensiva. La frase “soy homosexual” no sólo es descriptiva, sino que también demuestra la conducta homosexual.

Sin embargo, como lo advierte Freud en Tótem y tabú, la mención de los nombres prohibidos es temida por el miedo a desencadenar las pasiones profundas contenidas por el silencio. La represión de la homosexualidad masculina tiene como objetivo la conformación de la hombría y la estabilidad del sistema de géneros. Por lo cual la feroz represión a nombrar la homosexualidad es el miedo atroz a liberar el homosexualismo contenido.

La declaración de la homosexualidad perturba la integridad y los fundamentos del orden social, con lo cual la represión del discurso homosexual garantiza la sociabilidad mientras ésta permanezca en silencio.

Butler (2000a) reitera: si digo “soy homosexual” delante de ti, tú te ves envuelto en la “homosexualidad” que yo expreso; se supone que lo dicho establece una relación entre el hablante y la audiencia, y si el hablante proclama su homosexualidad la relación discursiva se constituye en virtud de esa manifestación, y esa misma homosexualidad se transmite en un sentido transitivo.

El desprecio y las ofensas no son sólo los efectos de un deseo que se ha vuelto sobre sí mismo, más el efecto de los juicios de los Otros. Más bien, son la coincidencia del juicio de los Otros y ese volverse contra sí mismo, lo que conforma el escenario imaginario del deseo condenado que registra psíquicamente las ofensas y el desprecio.

La conservación del “hombre propiamente dicho” depende de desviar, y mantener desviada, su propia homosexualidad. El ideal del yo (o concepto de sí mismo) se forma mediante la eliminación de grandes cantidades de deseo homosexual.


Expropiación y resignificación del discurso homofóbico

Butler señala que la resignificación de queer adquiere todo su poder a través de la invocación repetida que relaciona a la palabra con acusaciones, patologías e insultos. Queer es un vínculo entre significados homofóbicos que intentan resignificarse.

Para Butler las normas de género sólo funcionan exigiendo la encarnación de algunos ideales de femineidad y masculinidad, que casi siempre van unidos a la idealización de la unión heterosexual. En esta acepción la enunciación performativa “¡es niña!” anticipa el decreto: “Yo os declaro marido y mujer”. De ahí la delicia de los cómics en los cuales se replica por primera vez al bebé de la forma siguiente: “¡es lesbiana!” Según Butler (2002), lejos de ser una broma esencialista la apropiación queer de la expresión performativa imita y expone tanto al poder vinculante de la ley heterosexualizante como a su expropiación.

La femineidad no es el producto de una elección, sino la llamada forzosa de una regla cuya compleja historicidad es inherente a las relaciones de disciplina, regulación y castigo. Este acuerdo con las reglas del género es necesario para que tengamos derecho a ser “alguien”. De esta adhesión a las reglas depende la formación del sujeto. Por lo tanto, de ninguna manera el género debe entenderse como una elección o un artificio que podamos intercambiar. Por ello no es posible concebir al género como un rol o como una construcción con la cual uno se viste cada mañana.

La performatividad del género sexual no consiste en elegir de qué género seremos hoy. Performatividad es repetir las reglas mediante las cuales nos concretamos.

transexuales. El terror homofóbico a los actos homosexuales es, en realidad, un terror a perder el propio género y a no volver a ser una “mujer de verdad” o un “hombre de verdad”. De ahí que sea fundamental señalar la forma en que la sexualidad se regula mediante el control y la humillación del género.

Rafael Mérida (2002: 13-14) sostiene que el sujeto que plantea la Teoría Queer rechaza toda clasificación sexual. Destruye las identidades gay, lésbica, transexual, travestí, e incluso la hetero, para englobarlas en un “totalizador” mundo raro, subversivo y transgresor, que promueve un cambio social y colectivo desde muy diferentes instancias en contra de toda condena: “Ser queer no significa combatir por un derecho a la intimidad, sino por la libertad pública de ser quien eres, cada día, en contra de la opresión: la homofobia, el racismo, la misoginia, la intolerancia de los hipócritas religiosos y de nuestro propio odio (pues nos han enseñado cuidadosamente a odiarnos).


A modo de conclusión

Algunas propuestas de los planteamientos queer resultan convincentes, pero desde luego no resuelven la cuestión, e incluso resultan sospechosas ¿No se trata de deconstruir una categoría opresiva para construir otra igualmente asfixiante?

La Teoría Queer también plantea el derecho de todas las personas a la autodeterminación de sus propias vidas y a ser felices

La Teoría Queer no intenta juzgar a los que discriminan, sino simplemente observarlos, reconociendo que todo lo que vemos en nuestro entorno es fruto de una percepción equivocada, donde todo es imitado, representado, actuado. Lo ideal es un mundo sin distinciones, sin miedo, sin necesidad de defenderse, donde los seres no están separados y se dedican a darle sentido a sus vidas. Este es el sentido del cyborg que propone la teoría feminista.

Dejar ser a las personas tal y como son es la propuesta de la Teoría Queer. Incluso a los que tienen un concepto de igualdad equivocado: dejarlos ser y que a su debido tiempo puedan rectificar como quienes lo han tenido que hacer por pertenecer a un colectivo con una preferencia sexual distinta o con una condición especial. La diferencia los ha impulsado a poner el énfasis en sí mismos como estrategia de sobrevivencia.

Mujeres y su participación laboral

Participación de las mujeres en el trabajo remunerado en Costa Rica en el período 1950-1997


Ana Lucía Rodríguez Espeleta

Carlos Rafael Rodríguez Solera


En la novela Mi Madrina de Carlos Luis Fallas se relata las dificultades de una mujer soltera en la época de gran división del trabajo, donde el hombre era responsable de traer ingresos y la mujer del hogar.

El artículo se centra en las labores remuneradas de las mujeres y las labores que aunque no sean remuneradas son fuera del trabajo doméstico. Se analiza según los modelos económicos luego de 1950.

Antes de esa época había un modelo agroexportador que imponía serios límites a la división social del trabajo, a la diversificación económica y al desarrollo del mercado interno.

En 1927 el 63,5% de la población económicamente activa trabajaba en agricultura, 12,4% en la producción artesanal, un 14% en transporte, comercio, vigilancia, limpieza y cocina y solo un 7% desempeñaba puestos administrativos, docentes y profesionales. Solo 8,4% eran mujeres y sobre todo en la producción artesanal (pureras, cocineras) y cocineras, niñeras, empleadas domésticas y maestras de primaria.

Luego del 48, se duplica puestos administrativos, docentes y profesionales pasando a ser un 14,6% en 1973.

El sector servicios pasa de un 26% en 1950 a 45% en 1984, el primario se reduce de 54% en 1950 a 31% en 1984 y el sector secundario de 16% a 20%.

No ocurre una fuerte industrialización pero sí un crecimiento enorme del Estado. En 1950 eran un 6,2% los servidores, pasa a 18,5% en 1980 y a 25,9% en 1995. El Estado fue el mayor agente de modernización y el principal empleador de profesionales con un 75,4% de los profesionales en 1980.

En cuanto a la oferta laboral, hubo un crecimiento demográfico enorme y con ello el aumento de la población en edad activa, sobre todo en los años 70. Aumentó la participación femenina sin que disminuyera la masculina. Hubo una mayor permanencia de los jóvenes en el sistema educativo.

Hubo crecimiento urbano y migración por pérdida de importancia del agro y surgimiento de relaciones capitalistas en el campo costarricense. San José creció 19 veces entre 1945 y 1980.

En Costa Rica al igual que el resto de Latinoamérica hubo un crecimiento en la participación de las mujeres en la economía, con un crecimiento anual del 4,7% entre 1970 y 1980. La población masculina creció solo un 2,8% anual en ese período.

También hubo un cambio en cuanto a los roles desempeñados. En 1950 casi la mitad (45,4%) de las mujeres desempeñaban labores como empleadas domésticas o similares, pero igual en 1950, el 53,7% de los profesionales eran mujeres (principalmente educadoras). Hubo hacia 1980 una mayor incorporación de mujeres en labores no manuales, pero con desventaja salarial.

Luego de la crisis de 1980, la incorporación en la economía mundial y exportación y la redefinición del papel económico del Estado,  esto cambia y hay una mayor incorporación de las mujeres pero en el sector informal. Entre 1980 y 1986 pasó de 24% a 26% la participación de las mujeres y de 1987 a 1997 pasó de 29% a 34% (Se refiere a tasa neta de participación que es la relación entre la población de mujeres económicamente activas (Población Económicamente Activa) y la población de mujeres mayores de 12 años (Población en Edad Activa). Tanto en el sector privado como público hubo ese aumento. Y en puestos directivos y comerciantes. En industrial bajó un poco. En lo público el mayor crecimiento se dio en las autónomas. Creció, además de lo anterior, su participación en el trabajo no remunerado, lo que se relaciona con un crecimiento de participación en el sector informal, la cual fue mayor en mujeres que en hombres.

Incluso en medio de un proceso de descampesinización, la participación de las mujeres aumentó en la categoría de familiar no remunerada.

Igual si se observa la tasa de subutilización de la fuerza de trabajo, ésta ascendió para las mujeres a 15,2% y para los hombres a 12,2% en 1997.

Las tasas de desempleo abierto y subempleo visible son mayores para las mujeres. Subutilización es la suma de desempleo abierto, subempleo visible y subempleo invisible. El subempleo visible es el trabajo menor a 47 horas semanales. El subempleo invisible es el trabajo con remuneración menor al mínimo minimorum, laborando 47 horas semanales o más.


Los datos muestran además que dada una misma inserción en el mercado de trabajo, en términos de ocupación y categoría ocupacional, las mujeres perciben menor ingreso que los hombres. Esto podría evidenciar no sólo discriminación sino división sexual del trabajo, influida por el rol de maternidad o del hogar que impide trababajr a tiempo completo fuera del seno familiar. Según el Estado de la Nación (1998) las mujeres laboran 10 horas menos que los hombres en promedio. La diferencia salarial por sexo es menor en el sector público, lo que se puede explicar por haber criterios objetivos más claros.

Dado que está documentado en muchos países estas diferencias la indagación debe ser hacia sus causas y no hacia si sucede o no. Una causa es que las mujeres son relegadas hacia los peores empleos, habiendo una concentración en ocupaciones de baja remuneración, pero esto podría no explicar las diferencias en los “mejores empleos”.

El Estado de la Nación (1998) encuentra que en ocupaciones con niveles de calificación similares, las mujeres tienen ingresos por hora inferiores a los hombres.

En Costa Rica no hay una concentración de mujeres en los peores empleos, más bien están sobre-representadas en los grupos de clase media y subrepresentadas en los de clase baja.

En las categorías de “patrono” o “cuenta propia” es donde las brechas de ingreso son mayores.

También está el factor de la inversión y desarrollo del capital humano. Los varones invierten más, por ello podría no haber discriminación sino que los mejores preparados ocupan mejores puestos, pero esta explicación no sería satisfactoria en nuestro país ya que en general las mujeres cuentan con mayores niveles de escolaridad.

Otro factor es la edad. En Italia se encontró que las mujeres tienen más una breve permanencia en el trabajo por lo que suelen ser empleadas más jóvenes. Pero en Costa Rica aunque los jóvenes siguen siendo los peor pagados, lo que no ocurre es que las mujeres sean siempre las más jóvenes trabajadoras.

Vistas todas estas posibles explicaciones que son insatisfactorias, considera en el artículo que podría relacionarse con problemas de la capacidad del mercado y la diferencia que persiste entre sexos y son las responsabilidades en la esfera de la reproducción: las mujeres deben hacer elecciones para acomodar su carrera a las necesidades familiares en una forma en la que los hombres no tenían que hacerlo.

Ese obstáculo se vería comprendido dentro del subempleo invisible. Falta más investigación pero con lo que hay se puede hacer una idea de la influencia de las actividades reproductivas en la brecha salarial. Entre más jóvenes son, las brechas son ínfimas, luego suben.

El mercado laboral no se puede analizar solo como oferta y demanda sino que influyen el poder y la división en clases o géneros.


  • Modelo agroexportador: participación mínima.

  • Modelo desarrollista estatista: fuerte incorporación incluso en trabajos altos y buenos. Crece la clase media.

  • Crisis y ajuste: pierden ventaja, crece en campesinado la mujer como familiar no remunerado, sector informal y por cuenta propia.

  • Brecha: relacionada con roles asociados a la reproducción, pero falta investigar.

 


martes, 1 de octubre de 2024

Aportaciones de diferentes feminismos

Juan Sisinio Pérez Garzón. “Aportaciones teóricas y prácticas de los diferentes feminismos.” En: Historia del feminismo. Madrid: Los libros de la catarata, 2018. pp. 206-244.


APORTACIONES DE DIFERENTES FEMINISMOS

El año de 1975 fue declarado por la ONU el año de la mujer, lo que muestra el avance del feminismo.

Se ha afirmado que si del siglo XX hubiera que seleccionar los dos o tres acontecimientos que han cambiado el rumbo de las sociedades, uno de ellos, sin duda, es la entrada de las mujeres por primera vez en la escena de la historia con voz propia y de modo definitivo incluyendo nuevos comportamientos y valores para toda la sociedad. 

La escala de tan profunda transformación ha sido bastante desigual por países, quedan muchos diques por derribar, pero el principio de la igualdad de la mujer ha prendido de forma generalizada incluso en los sectores y culturas que, al ser reticentes, tratan de reabsorber esos impulsos de igualdad con nuevas reformulaciones de viejas discriminaciones.

El hecho es que desde los años cincuenta y sesenta, con el logro de avances indudables como la conquista del voto, el acceso a la educación y la apertura a nuevos campos profesionales pudiera parecer que se había alcanzado la plena satisfacción de quienes luchaban por una sociedad igualitaria para las mujeres. 

Sin embargo, la obra de Simone de Beauvoir, develó los entresijos de la subordinación de la mujer y culminó la teorización de la igualdad iniciada por las mujeres ilustradas del

siglo XVIII. Por su parte, de los Estados Unidos procedió Betty Friedan que situó el objeto de la teoría y la práctica feminista justamente en la tarea de nombrar ese "problema” de la insatisfacción de las mujeres consigo mismas y con sus teóricas conquistas sociales. Ella hizo del problema de las mujeres un problema político, dio paso al radicalismo feminista inmediato y también a la pluralidad de feminismos que se desplegaron desde los años setenta. 


Emancipación de las mujeres

Para conquistar la igualdad había que pasar por la liberación. En los años 60 y 70 se revolucionaron los tres ámbitos decisivos para la reproducción y recreación cultural: la familia, la escuela y los medios de comunicación.

Se analizaron el poder y las formas de dominación no solo como el antagonismo entre capitalista y proletario sino que se abrieron nuevos enfoques en los que tuvieron un peso incuestionable las pensadoras feministas.

Plantearon que la opresión en general y, en concreto, la dominación del hombre sobre la mujer no era solo un producto del capitalismo sino que echaba raíces en la propia "civilización patriarcal” . De ahí la urgencia de transformar los espacios de transmisión cultural como la familia o la escuela y también los intentos de impulsar formas contraculturales y alternativas, casi siempre asociadas con el pacifismo y con el ecologismo, rechazando el consumismo capitalista y la burocratización estatal.

En la práctica las mujeres tuvieron la experiencia de un progresivo despertar cuando constataron que su participación en la lucha por una nueva sociedad se reducía con frecuencia a ser las auxiliares de los hombres que predicaban el nuevo orden antiimperialista, igualitario y no discriminatorio. 

Fueron los motivos concretos que desembocaron en 1967 en la creación de un primer grupo independiente, The Chicago Women’s Liberation Union, de orientación socialista. Al año siguiente se unieron otros grupos, como The New York Radical Women, creado por Shulamith Firestone y Pam Alien.

Desde 1968 les dio voz el periódico The Voice of the Women's Liberation Movement.

Tuvieron por tanto, unas relaciones conflictivas con el anterior feminismo, pues no querían tener como interlocutor al Estado para lograr las conquistas de igualdad sino que propusieron desplegar las capacidades de las mujeres desde sus propias experiencias.


El feminismo radical

El feminismo radical se fundamentó en las obras de la estadounidense Kate Millett, Política sexual, y de la canadiense Sulamith Firestone, La dialéctica de la sexualidad, publicadas en 1970.

Acuñaron tres conceptos que desde entonces se han integrado en el pensamiento social: género, patriarcado y casta sexual. Además, sumaron tres perspectivas nuevas: redefinieron el concepto de poder y de política, le dieron unos contenidos más amplios, también desmontaron la visión androcéntrica dominante y, por último, criticaron la heterosexualidad como norma abriendo las relaciones a la bisexualidad, en concreto, y a la libertad en todos los sentidos.

Aportó, por tanto, una nueva definición de la política como el conjunto de estrategias de poder desarrolladas para organizar y mantener un determinado sistema de dominación.

Era la culminación de la línea de análisis ya iniciada por el feminismo sufragista y socialista en el siglo XIX, pero ahora la autora norteamericana vinculaba ese concepto de la política con las formas de dominación patriarcal en la familia y en la sexualidad, que hasta entonces se consideraban espacios personales y "privados”.

Así, junto a la idea de que "lo personal es político” , la otra gran aportación de Kate Millett fue su énfasis en el peso del patriarcado en la organización de las diversas relaciones sociales. Se convirtieron en dos soportes teóricos para el movimiento feminista a partir de entonces.

Sulamith Firestone argumentó que el poder patriarcal había situado a las mujeres en una posición de desventaja porque las había obligado a recluirse en las tareas biológicas del parto y de la crianza de los hijos. Para remediar esas desventajas, Sulemith Firestone propuso no solo el uso de los métodos anticonceptivos y del aborto, sino sobre todo desarrollar las innovaciones científicas para lograr la reproducción humana en los laboratorios, asignando la crianza de los hijos a las instituciones estatales. Se eliminarían tanto las clases sexuales como las clases sociales o económicas.

Hay que recordar a las pioneras citadas en un anterior capítulo, cuando Marie Stopes abrió una clínica de control de natalidad en Londres en 1921, y los laboristas, al llegar al gobierno en 1922, permitieron panfletos informativos.

La legalización de los anticonceptivos llegó a finales de los años sesenta en las democracias europeas, pero no el aborto, aunque en los países de la órbita soviética se había legalizado desde los años veinte. En Occidente ocurrió ya en los años setenta, por impulso sobre todo de las feministas.

Simultáneamente, el feminismo radical lanzó campañas contra el proxenetismo y el sistema de represión policial que se organizaba en torno a la prostitución. Las prostitutas apoyaron cuanto significaba poner coto a los abusos policiales y a los sistemas de extorsión que las agobiaban, pero no se consideraban ni víctimas ni pensaban que era un oficio vergonzoso.

Esta situación tan paradójica entre feminismo y prostitución no ha cambiado desde los años setenta del siglo XX.

Ya lo personal es tan político que las relaciones de género son tema de legislación de los distintos Estados democráticos y por eso se han reglamentado incluso los casos en que las relaciones sexuales dentro de la pareja pueden ser formas de violación más o menos encubierta.


La tercera ola

La primera es la impulsada por las feministas de la igualdad. 

La segunda ola se asocia con el feminismo de los años sesenta del siglo XX, a partir de las obras de Simone de Beauvoir y Betty Friedan, que hemos analizado en el capítulo anterior, y abarca también el feminismo radical y los movimientos de liberación que en los años setenta rompieron los esquemas patriarcales y la jerarquía androcéntrica dominante en tantas esferas de la vida social.

En la tercera ola destaca sobre todo lo que se define como feminismo de la diferencia o que otros catalogan como feminismo cultural. Habiendo alcanzado la igualdad se exalta la diferencia. En consecuencia, estas feministas lanzan una visión dicotomizada de las naturalezas humanas y subrayan las diferencias entre sexos para hacer de la heterosexualidad la forma de dominio del varón. Por eso surgen voces que defienden el lesbianismo como la alternativa para no dejarse contaminar por la agresividad, incluso letal, de los valores masculinos: el feminismo no tenía que apoderarse de los valores de los hombres ni de sus tareas y profesiones sino que sería en el ámbito familiar donde lo femenino podría desplegar su propia personalidad.

Luce Irigaray es la más conocida de este feminismo de la diferencia en Francia con una obra fundamentalmente filosófica. En su primera obra, El espejo de la otra mujer, publicada en 1974, replantea toda la tradición filosófica occidental desde Grecia hasta al siglo XX, para denunciar que se trata de una cultura que, por más que se presente como universal, de hecho expresa siempre valores masculinos.

En resumen, el feminismo de la diferencia de los distintos países coincide en la premisa de que no hay libertad ni pensamiento para la mujer si no se parte del hecho básico y crucial de la diferencia sexual, que es lo que debe dar soporte a un pensamiento específico y propio de lo femenino. Por eso, el feminismo de la diferencia lo que exige es la igualdad entre mujeres y hombres, pero no con los hombres.

Así, dentro de lo que se ha catalogado como pensamiento posmoderno, hay que destacar la figura de Judith Butler, para quien el sexo y el género son invenciones y pretextos para interpretaciones culturales que hay que desmontar o de-construir, porque falsean la naturaleza con categorías que crean ficciones homogéneas, cuando la realidad es diversa y cambiante.

La emancipación no tiene que lograrse, según Butler, desde una identidad de género sino que debe desplegarse desde la diversidad de sujetos que se definen y construyen en las dialécticas de interacción con los demás, siempre en los procesos de lucha y reivindicación.

Ha surgido en las últimas décadas el ecofeminismo como respuesta a la idea masculina de la dominación de la naturaleza y, por tanto, de la fertilidad de la tierra y de la fecundación de las mujeres.

Los feminismos institucionales coinciden en situar las diferentes luchas por la igualdad en el seno del mismo Estado democrático, con el pensamiento de que las instituciones deben reflejar y también impulsar el extraordinario cambio social que ha supuesto en la segunda mitad del siglo XX el acceso de las mujeres a la educación y su entrada en el mercado laboral con todas las consecuencias que eso implica.


Feminismos y mujeres en la España democrática

Se puede resumir la historia del feminismo en España en dos etapas. La primera se ha expuesto en el capítulo anterior, transcurre en el primer tercio del siglo XX y se manifiesta con logros importantes durante la Segunda República (altas tasas de educación femenina y acceso a trabajos como parte de planes económicos). La segunda fase se corresponde con la democracia conquistada tras 40 años de dictadura y coincide con el último tercio del siglo XX, en el que presionaron por el aborto, las anticonceptivas y la despenalziación del adulterio. La Constitución del 78 instauró la igualdad legal y un gobierno de centro derecha, la UCD, reguló el derecho al divorcio en 1981, y un gobierno socialista despenalizó la interrupción del embarazo en 1985 en tres situaciones, una terapéutica cuando peligraba la salud física o psíquica de la madre, otra en caso de violación y la tercera por malformaciones en el feto. Las feministas debatieron si organizarse como movimiento unitario o si militar a la vez en los partidos políticos. Ganó esta segunda opción y nació el feminismo institucional. Aumentó la representación política, educativa y en el campo laboral. El Estado de Bienestar creó muchos puestos de trabajo catalogados como "femeninos”, propios del sector de servicios, sobre todo en docencia, salud y atención social. Disminuye el número de amas de casa a tiempo completo. Paridad política y legislación anti violencia de género.

La historia del feminismo no ha terminado porque las formas de dominación se transforman y se reproducen.