Ponting, Clive. Historia verde del mundo. Madrid: Paidós, 1992. Capítulos 3 y 4 (pp. 39-104).
CAPÍTULO 4
La primera gran transición
Durante unos dos millones de años los seres humanos vivieron de la recolección, la conducción de manadas y la caza. Después, en el espacio de unos cuantos miles de años surgió una forma de vida radicalmente distinta basada en una gran alteración de los ecosistemas naturales y orientada a la producción de cosechas y a la consecución de pasto para los animales. Este sistema más intensivo de producción alimentaria se desarrolló por separado en tres zonas nucleares del mundo —el suroeste de Asia, China y Centroamérica— y marcó la transición más importante de la historia humana.
Hace unos 10.000 años, antes de la aparición de la agricultura, la población del mundo era de aproximadamente cuatro millones de personas y aumentó muy lentamente hasta unos cinco millones hacia el año 5000 antes de J.C. Después, en el crucial período en que las sociedades sedentarias se desarrollaron a mayor escala a partir del 5000 antes de J.C., comenzó a duplicarse cada milenio hasta llegar a los 50 millones hacia el año 1000 antes de J.C., subiendo a 100 millones en los 500 años siguientes y a 200 millones hacia el año 200 después de J.C.
Los fenómenos combinados de la transición a la agricultura, el crecimiento de las sociedades sedentarias, la aparición de las ciudades y la especialización artesana y el ascenso de poderosas élites religiosas y políticas, se citan a menudo bajo el término «Revolución Neolítica», término equívoco pues fue muy extendido y no fue deliberado.
Esta larga transición se puede entender mejor abandonando toda idea de una distinción clara entre la recolección y la caza por una parte y la agricultura por otra. Tampoco hay una distinción clara, ni un alto grado de continuidad, entre las herramientas y los artefactos de los grupos dedicados a la recolección y la caza y las primeras comunidades agrícolas, particularmente en el suroeste de Asia (la zona donde tuvieron lugar los primeros avances hacia la agricultura). Tampoco la alfarería se circunscribe a las sociedades agrícolas.
Es difícil explicar por qué se adoptó la agricultura. La agricultura no es en modo alguno una opción más fácil que la recolección y la caza. Muchas de las primeras explicaciones dadas a la adopción de la agricultura se basaron en la opinión de que la agricultura ofrecía unas ventajas tan obvias que fue adoptada en cuanto el saber humano y los logros culturales habían alcanzado un nivel lo suficientemente avanzado. Otra teoría ha vinculado la adopción de la agricultura a los cambios climáticos que se produjeron al final de la última glaciación. La explicación que mejor se aviene al saber moderno se basa en el aumento de la presión demográfica.
Los cambios a los que en la actualidad nos referimos como aparición de la agricultura, tuvieron lugar inicialmente en el suroeste de Asia, en China y en Centroamérica a lo largo de un período de varios miles de años. Las similitudes entre las tres áreas son tales que se puede identificar un proceso común, pero los resultados finales presentaron diferencias significativas.
De forma paralela al creciente cultivo y domesticación de las plantas silvestres, la relación entre los seres humanos y los animales también se estaba haciendo más intensa. Se puede rastrear la gradual transformación de la subsistencia humana, y como consecuencia de la sociedad humana, a través de la región del suroeste asiático a medida que se iban adoptando nuevas técnicas. No hay una ruptura limpia ni un cambio súbito de la recolección y la caza a la agricultura, sino una combinación progresiva de estrategias con una lenta transición hacia formas más intensivas de explotación durante un largo período de unos 3-500 años a partir del 10000 antes de J.C.
Al final de esta larga transición se había producido un cambio fundamental: la subsistencia dependía ahora del cultivo de variedades cultivadas de plantas silvestres en campos especiales y del control de manadas de animales domesticados.
Cuando la producción alimentaria en algunas áreas fue suficiente para mantener a una población permanente mayor, aparecieron los primeros pueblos. Hacia el 6500 antes de J.C., en Jericó se había desarrollado un pequeño pueblo, rodeado por una muralla defensiva, que ocupaba casi cuatro hectáreas.
Ni Jericó ni Çatal Hüyük eran auténticas ciudades por cuanto carecían de una estratificación social significativa, y la expansión de ambas dependía de condiciones locales concretas: la muralla en Jericó y la explotación de depósitos de obsidiana, que se comercializaba en una amplia zona, en Çatal Hüyük. El desarrollo de auténticas ciudades no comenzó hasta pasados otros 1.500 años.
Hacia el 6000 antes de J.C. se había completado la primera fase de la transformación de la sociedad humana en el suroeste de Asia, y la vida sedentaria se estaba convirtiendo en norma. Una nueva forma de vida basada en el trigo y la cebada cultivados y en la conducción de rebaños de ovejas y cabras (y más tarde de vacuno) se difundió por Asia central y el valle del Nilo casi sin modificar, y después también pasó a Europa, donde se necesitaron difíciles adaptaciones.
La introducción de la agricultura en el centro y el noroeste de Europa duró unos tres milenios tras su adopción en Grecia, y este largo período da un indicador de las dificultades que acarreaba adaptar lo que originariamente eran cosechas y técnicas apropiadas para largos veranos calurosos a los diferentes ecosistemas y climas que se daban en la región. Hacia el 4000 antes de J.C., la agricultura era predominante en las zonas costeras que rodeaban todo el Mediterráneo, aunque no en una franja continua, y había llegado a los suelos fácilmente laborables de Europa central y a las zonas del Rin/Danubio y del Vístula/Dniester. Entre el 3000 y el 2000 antes de J.C. había sido adoptada en el noroeste de Europa y mil años después llegó a Dinamarca y al sur de Suecia. Más allá de esta zona los recolectores y cazadores continuaron con su antigua forma de vida. La avena y el centeno crecían originalmente como maleza en los primeros campos cultivados de cereales del suroeste de Asia, pero florecieron en el clima más frío y húmedo del noroeste europeo y se convirtieron en cosechas por sí solos.
En el sur de Europa y en Asia se domesticaron unas cuantas cosechas y animales más hacia el 6000 antes de J.C. En el Mediterráneo, los olivos, las viñas y las higueras ya se cultivaban hacia el 4000 antes de J.C. El dromedario y el camello bactriano fueron domesticados entre el 2000 y el 1500 antes de J.C., pero el animal nuevo más importante que se introdujo fue el caballo, poco después del 3000 antes de J.C. El uso del caballo no sólo revolucionó la guerra en el Próximo Oriente cambiando el papel del carro y dando paso a la caballería, también permitió que se desarrollase toda una cultura nueva en las llanuras del Asia central. A partir de ese momento, durante miles de años la historia del Próximo Oriente, China, India y Europa habría de verse fuertemente influida por las sucesivas oleadas de jinetes nómadas como los hunos y los mongoles que descendieron sobre las sociedades sedentarias.
La segunda zona nuclear que contempló el desarrollo de la agricultura fue China. El panorama moderno de la agricultura china es la producción de arroz húmedo en arrozales. El trigo y la cebada no son autóctonas (necesitan algo de lluvia en invierno): el trigo no se introdujo hasta aproximadamente el 1300 antes de J.C., y la cebada un poco más tarde. Por el contrario, la agricultura se centraba en el mijo y el arroz cultivados.
Centroamérica (una zona que abarca los estados modernos de Guatemala, Belice, zonas de Honduras y San Salvador y, más importante, el sur y el este de México de 24 °N) fue la última de las tres zonas nucleares que desarrolló la agricultura. Algunos de los primeros especímenes de plantas pueden haber sido cultivados hacia el 7000 antes de J.C. El desarrollo de la agricultura a gran escala en Centroamérica se vio retrasado por dos factores. El primero fue la falta de animales apropiados para la domesticación. El aislamiento geográfico de las Américas supuso que al contrario que en Europa y Asia no hubiese ovejas, cabras ni vacuno. Y segundo, una baja productividad durante las primeras fases del desarrollo agrícola centroamericano hizo que durante mucho tiempo fuese más económico recolectar el alimento de las plantas silvestres que depender del maíz. La evolución de sociedades complejas en Centroamérica empezó 4.000 años después que en Europa y Asia. Así, cuando en el siglo xvi llegaron a las Américas los primeros europeos, encontraron una sociedad que era comparable en numerosos sentidos a las de Mesopotamia del 2000 antes de J.C.
El desarrollo de la agricultura en otras partes del mundo es mucho más difícil de rastrear, en parte porque se han realizado muchas menos investigaciones arqueológicas pero también debido al hecho de que los restos de plantas no están bien conservados en esos lugares y porque muchos de los restos de plantas presentan pocos cambios cuando se los cultiva.
Hacia el 2000 antes de J.C., todas las principales cosechas y animales que conforman los sistemas agrícolas contemporáneos del mundo ya habían sido domesticados. Sin embargo, durante miles de años hubo corrientes separadas de desarrollo agrícola como consecuencia de la falta de contacto entre Eurasia y las Américas, e incluso entre distintas partes de Europa y Asia. Después, en dos oleadas, los diversos sistemas independientes se agruparon. Desde el siglo vil de nuestra era los comerciantes islámicos llevaron muchos de los cultivos semitropicales del sureste de Asia al Próximo Oriente y al Mediterráneo. Mucho después, en el siglo xvi, los cultivos americanos fueron traídos a Europa (y posteriormente a Asia) y las plantas y animales europeos fueron llevados a las Américas y a Australasia.

La adopción de la agricultura fue el cambio más fundamental de la historia humana. No sólo provocó la aparición de las primeras sociedades sedentarias, también cambió radicalmente a la sociedad misma. El paso al cultivo de cosechas en campos y la práctica de conducir manadas y alimentar rebaños de animales abrió el camino a la consideración de los recursos utilizados y el alimento producido como «propiedad», y el enorme aumento del nivel de tiempo y esfuerzo empleado en comparación con la recolección y la caza fomentó esta tendencia.
En su sentido más amplio, la historia humana de los aproximadamente 8.000 años transcurridos desde la aparición de las sociedades agrícolas asentadas ha girado en torno a la adquisición y distribución de la producción excedentaria de alimentos y a los usos que se le han dado.
Hacia el 3000 antes de J.C. la zona del sur de Mesopotamia conocida con el nombre de Sumeria estaba dominada por ocho grandes ciudades. Dentro de estas ciudades se estaban produciendo grandes cambios sociales. Generar un excedente alimentario implica mucho más que simplemente cultivar un excedente por encima de las necesidades del cultivador. El excedente ha de ser transportado, almacenado y redistribuido, y esto precisa la existencia de instituciones capaces de organizar el proceso. El control del excedente implica también determinar quién posee y trabaja la tierra y quién tiene derecho a la comida.Quienes tenían la autoridad perseguían aumentar el control y obtener un mayor excedente y conseguir más poder mediante su capacidad para dirigir más recursos.
Dentro de las ciudades de Sumeria, hacia el 3000 antes de J.C., se habían desarrollado sociedades de clase fuertemente estratificadas: había esclavos en la base de la jerarquía, el grueso de la población estaba constituido por campesinos, y más arriba estaban los artesanos y después una elite administrativa, religiosa y militar. La creciente rivalidad entre las ciudades condujo a un mayor militarismo, a la construcción de fortificaciones y a la organización de milicias. En una fase posterior, hacia el 1800 antes de J.C., cuando el sur de Mesopotamia pasó a formar parte del Imperio Babilonio, había clases legalmente separadas de nobles, plebeyos y esclavos.
Los primeros pasos hacia la creación de sociedades jerárquicas estratificadas con un alto grado de control por parte del Estado se dieron en Mesopotamia desde alrededor del 5000 antes de J.C. Acontecimientos similares, pero independientes, tuvieron lugar en Egipto, muy poco después que en Mesopotamia, y más tarde se repitieron en el valle del Indo, en China, Centroamérica y Perú.
Egipto se desarrolló por vías distintas a Mesopotamia. El medio ambiente más fácil y la menor intensidad de la irrigación hicieron que hubiese una presión menor sobre la tierra en comparación con Mesopotamia, y por tanto no surgieron ciudades demasiado estructuradas. Las dos grandes ciudades egipcias de Memphis y Karnak-Luxor eran en esencia mercados locales, centros de culto y residencia de funcionarios, y no ciudades tan populosas como Uruk (que tenía una población residente de casi 50.000 habitantes).
Sin embargo, sí que emergió una elite de sacerdotes, administradores, soldados y gobernantes, como en Mesopotamia, mediante la apropiación del excedente agrícola.
El valle del Indo fue colonizado por agricultores nómadas que casi con absoluta certeza se dirigían hacia el este desde el suroeste asiático, alrededor del 3500 antes de J.C., cultivando trigo y cebada en el clima relativamente seco de la zona y dependiendo de la oveja y la cabra domesticada así como de algún camélido. Al igual que en Egipto, el sistema de control del agua se producía básicamente a pequeña escala, pero la apropiación del excedente alimentario para alimentar a los no productores desembocó en la emergencia de una sociedad sumamente estratificada hacia el 2300 antes de J.C. La principal característica de la sociedad del valle del Indo era su uniformidad cultural en una zona muy extensa.
El desarrollo de este tipo de sociedades en China fue un proceso mucho más lento que en Mesopotamia, Egipto y el valle del Indo. Las razones exactas no están claras, pero pueden estar ligadas al lento desarrollo de los sistemas de riego.Al contrario que en Mesopotamia, los gobernantes seculares parecen haber dominado desde el comienzo de las comunidades sedentarias, aunque estaban sólidamente apoyados por la élite religiosa cuyas funciones contribuían a integrar la sociedad. El desarrollo en Japón de una sociedad con un alto grado de organización llegó extremadamente tarde en términos mundiales. Japón dependía parcialmente de los avances externos de China, pero la historia de sus cambios sociales demuestra claramente que los cambios en la producción alimentaria eran preliminares necesarios para la aparición de sociedades especializadas estratificadas.
En las Américas, el desarrollo histórico de este tipo de sociedad se vio enormemente influido por una serie de factores medioambientales. La dificultad, por razones genéticas, de producir variedades muy productivas de maíz en comparación con la relativa facilidad con que se podían cruzar el trigo y la cebada cultivados con otros tipos para mejorar la producción, hizo que en Centroamérica no apareciesen comunidades sedentarias hasta aproximadamente el 2000 antes de J.C.
A pesar de estos obstáculos, sí se desarrollaron sociedades jerárquicas sofisticadas que alcanzaron un progreso cultural significativo igual, y en algunas zonas superior, a los avances de sociedades similares de otras partes del mundo. De hecho los conocimientos astronómicos y los sistemas de calendarios de los mayas en los siglos VI a VIII después de J.C. eran probablemente los más avanzados del mundo. El imperio de Teotihuacán, que, en su momento cumbre, dominó toda Centroamérica, se derrumbó hacia el 700 después de J.C. Fue reemplazado, de forma muy parecida a la conquista de Sumeria por los acadianos, por el imperio militar de los toltecas radicado en Tula (también en el valle de México), y ellos a su vez fueron reemplazados por los aztecas, con capital en Tenochtitlán (actual Ciudad de México). Estas últimas sociedades dependían del mismo tipo de base agrícola, especialmente las chinampas, y estructuralmente, aparte de su mayor elemento militar, eran notoriamente similares a Teotihuacán y ejercían igualmente un fuerte control central.
Ninguno de los grandes logros humanos culturales e intelectuales habría sido posible sin el desarrollo de la agricultura y sin un excedente alimentario capaz de mantener por igual a artistas, constructores, arquitectos, sacerdotes, filósofos y científicos. La otra cara de la moneda es el desarrollo paralelo de una creciente coacción dentro de la sociedad y de la guerra. Los grandes edificios y monumentos de las sociedades antiguas sólo podían construirse utilizando ingentes cantidades de trabajo humano. La capacidad de movilizar una fuerza de trabajo de esta envergadura demuestra categóricamente el enorme poder y autoridad que detentaban las elites religiosas y seculares.
Hacia el año 3000 antes de J.C. en Mesopotamia y Egipto, unos cientos de años después en el valle del Indo, aproximadamente un milenio más tarde en China y otros dos milenios después en las Américas, se establecieron sociedades militaristas gobernadas por elites religiosas y políticas con poderes de control inmensos sobre sus poblaciones. A pesar de la aparición de tecnologías del metal más sofisticadas, en Eurasia no hubo ningún cambio fundamental en la forma humana de vida durante varios miles de años.